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A Rusia le funcionó mostrar su 'cara bonita'... ¿pasará lo mismo con Qatar?

La Copa del Mundo acaba de ayudar a pulir la posición internacional de Rusia con el Mundial, y el siguiente es en Qatar en 2022, por lo que al país más rico del planeta le vendría bien ejercer un poder blando similar.

La Copa del Mundo acaba de ayudar a pulir la posición internacional de Rusia, y ahora le toca a Catar tratar de beneficiarse de la constante relación entre el deporte y la política.

Los fanáticos del fútbol regresaron a casa esta semana después de un mes de drama deportivo que culminó con la final de un Mundial con más goles desde 1966. Fuera del campo, pocos fanáticos se llevarán a casa recuerdos de la opresión asociada con el liderazgo del presidente Vladimir Putin. En cambio, hubo una hospitalidad pacífica y una organización inteligente. El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, felicitó a Putin por haber celebrado un torneo "realmente grandioso" cuando ambos se encontraron en Helsinki el lunes.

La siguiente competencia es en Qatar en 2022, y al país más rico del planeta le vendría bien ejercer un poder blando similar.

Qatar está en medio de una disputa con Arabia Saudita, que encabeza un embargo para aislar al país desde junio del año pasado tras alegar que su vecino financia el terrorismo. Este niega el reclamo y viene presionando a EU para obtener apoyo.

Escándalo

En materia de fútbol, Qatar quedó envuelto en un escándalo de corrupción por su candidatura para la competencia. También tuvo que mejorar las condiciones de sus trabajadores migrantes mal pagos que construyen los estadios, hoteles y caminos necesarios para el torneo después de recibir críticas de organizaciones de fútbol y activistas de derechos humanos.

Su red de televisión deportiva, beIN Media, ha sido pirateada a escala industrial –Catar culpa a Arabia Saudita– y el club de fútbol que posee en Europa, Paris Saint-Germain, está acusado de romper las reglas de gasto para comprar al jugador más caro del mundo.

Todo esto junto hace que Qatar experimente una "privación de poder blando", o sea, la pérdida de prestigio que sufren los países después de que los megaeventos llaman la atención a sus problemas, según Simon Chadwick, profesor de emprendimientos deportivos de la Salford Business School en Inglaterra.

"Los que toman las decisiones en Doha tenían una visión idealizada de cómo funcionaría esto", dijo Chadwick. "Obtendrían los derechos del torneo y de repente todos los amarían".

El presidente de la FIFA, Gianni Infantino, está cabildeando abiertamente para que se realice una competencia ampliada en 2022, y dijo la semana pasada que eso podría ayudar a aliviar la tensión entre Catar y Arabia Saudita.

Los funcionarios de Catar dicen estar abiertos a debatir la incorporación de más selecciones, pero el país se niega a compartir el centro de atención con Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos, que también forman parte del boicot, según personas al tanto del asunto que pidieron el anonimato porque no están autorizadas a hablar en público.

Para la FIFA, que atrajo a fanáticos y líderes mundiales a una Rusia sancionada, lograr un deshielo en el enfrentamiento del Golfo Pérsico ayudaría a rehabilitar la organización tras un escándalo que en 2015 la sumergió en demandas por corrupción y sobornos y provocó la destitución del predecesor de Infantino, Sepp Blatter.

"Quizás el fútbol pueda abrir una puerta a las comunicaciones entre vecinos", dijo Infantino en su única conferencia de prensa del Mundial, el 13 de julio. Sin embargo, dijo que no se obligará a Qatar a expandir la competencia y que un torneo de 32 equipos "sería genial en sí mismo".

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