Culturas

Lombardo Toledano: contradicciones de un pensador mexicano

En su libro, Daniela Spenser retrata a una de las figuras más importantes del siglo XX mexicano.

Georges Bataille escribió que no se tiene más posibilidad que lo imposible. México tuvo un obcecado soñador de utopías: Vicente Lombardo Toledano. Su sueño: un México socialista, "como debieran serlo todos los países de la Tierra, sin excepción". Su anhelo: fundar la izquierda mexicana, con sus vicios y virtudes: lo imposible.

La historiadora Daniela Spenser realiza un dibujo de largo aliento de Lombardo en En combate. La vida de Lombardo Toledano (Debate), un libro que cuenta los rincones y las contradicciones de uno de los más grandes pensadores del siglo XX mexicano. Un hombre olvidado de la vida pública (su último homenaje de Estado fue en 1994, durante el gobierno de Carlos Salinas de Gortari), que merece una revisión urgente en el calendario político de este 2018, en el que se somete a las urnas el nombre del próximo presidente de la República.

Aunque fue uno de los constructores del México moderno —y marxista empedernido, profesor, abogado, líder obrero, funcionario público y agudo intelectual—, su gran error consistió en alimentar prácticas antidemocráticas dentro de sus agrupaciones sindicales, sostiene la autora.

"En Lombardo encontramos el origen de nuestra izquierda tan fragmentada, contradictoria y a veces autoritaria. Nunca lo dijo abiertamente, pero es muy cierto que nunca desaprobó la mano dura de Díaz Ordaz en el Movimiento Estudiantil del 68. Decía que los movimientos sociales sólo deben ser dirigidos por la clase obrera", considera Spenser.

Según ella, Lombardo fue uno de los sembradores de la gran impostura de la izquierda en México: sujetar los movimientos sociales al Estado. Y a cualquier costo. De manera que, si se tenía que desplazar a dirigentes populares que la gente había elegido, pero que no convenían a la configuración de tal o cual presidente, tenían que ser desplazados. En el libro, Spenser recuerda que, para Lombardo, todos eran fascistas: quienes se oponían a Lázaro Cárdenas, a Manuel Ávila Camacho, a la clase obrera, a Stalin, a la URSS. Incluso a él.

Polémico hasta la médula, admirado por sus seguidores —a quienes conquistaba con notables arengas, pues aseguraba que "la oratoria era un arma del pueblo en contra de sus opresores y una forma de orientar a las clases bajas"— y vilipendiado por sus detractores, Lombardo vivió con vehemencia todas sus etapas, desde su fe cristiana hasta su convicción marxista. "No hubo un sólo Lombardo; cada uno fue diferente y en ocasiones contradictorio".

Según el libro, en noviembre de 1942, la espía estadounidense Katherine Harris buscó a Lombardo para convencerlo de ser agente secreto para la Unión Soviética. Él se negó. Dijo que su formación como hombre público le impedía ejercer labores de espionaje. Prefirió establecer relaciones públicas con el embajador soviético Alexandr Umansky. En ese año, el objetivo de Stalin era sacar de la cárcel a Ramón Mercader, el asesino de León Trotsky. La policía soviética otorgó a Lombardo el seudónimo de Schturman (navegador). La misión de Katherine fracasó, porque tampoco prosperó una relación amorosa.

CONSTRUCTOR DE MÉXICO

Roger Bartra define a Lombardo —junto con José Revueltas— como "el pilar más sólido sobre el que se sostiene la cultura política de la izquierda mexicana". Álvaro Matute, como el "el personaje central que nos ayuda a comprender el Estado corporativo mexicano" y "el hombre que ayudó a institucionalizar la resistencia".

Lombardo perteneció a Los Siete Sabios de México o La Generación de 1915, "una élite intelectual, científica y humanista cuya vocación fue la de fundar y construir", de acuerdo con Enrique Krauze. "A la pasmosa edad de 20 años ya eran adultos plenos: se hicieron cargo de reconstruir un país en ruinas a causa de la Revolución".

Lombardo, coincide Spenser, fue un hombre de acciones. Al estudiar leyes y filosofía, dice, se comprometió con la causa obrera. "Si algo pueden recuperar los líderes actuales de la izquierda no es necesariamente su pensamiento político, sino su indudable compromiso con los problemas del país. La relación que hoy existe entre el movimiento obrero y el Estado se la debemos a él".

DETRACTOR INESPERADO

El gran padre de la izquierda nacional azuzó los debates en torno a la cultura democrática del país, principalmente aquella que abrevaba de las fuerzas progresistas. En el 68 se esperaba una postura suya sobre el conflicto estudiantil (que se inició en julio) que puso en aprietos al régimen de Díaz Ordaz.

El 1 de octubre de 1968 Lombardo publicó un folleto titulado La juventud en el mundo y en México, en el que se volcó —inesperadamente— contra la fuerza juvenil de las escuelas públicas y privadas. Tenía 74 años. En ese documento criticó a los integrantes del Consejo Nacional de Huelga, quienes "diciéndose reformadores del marxismo para calumniarlo, buscan desencadenar una nueva revolución y abrir paso a una nueva izquierda por un camino que no es el del marxismo-leninismo". Los estudiantes lo ignoraron.

Aquellos jóvenes del 68 –escribe Bartra en su artículo Dos Visiones del 68–, buscaban con imaginación creadora nuevos caminos para el socialismo, pero Lombardo, y con él un gran sector de la izquierda cobijada bajo las alas del nacionalismo autoritario, no fue capaz de entender la rebeldía de los estudiantes.

"Se opuso a los movimientos estudiantiles del 68 –de París, Praga y México– porque no estaban dirigidos por los obreros. En la Primavera de Praga tuvo un tema en particular, pues los inconformes, además, criticaron al socialismo y al dominio de la Unión Soviética en los países de Europa Central y Oriental", explica Spenser.

Lombardo temía que los Juegos Olímpicos –la gran ventana de México hacia el Primer Mundo– no se realizaran. Pero sus tres razones fundamentales para argumentar su oposición al movimiento fueron: que la clase obrera no había sido incluida, que los estudiantes estaban imitando al Mayo Francés y que el enemigo de los mexicanos era el imperialismo, no el Estado, asegura Spenser.

Lombardo murió seis semanas después de la Masacre de Tlatelolco, víctima de la insuficiencia renal y dejando varios libros inconclusos, uno de ellos sobre cacería. La dialéctica lo acompañó hasta el final. El más grande marxista que ha tenido México –como lo llamó José Revueltas– falleció en el Hospital Inglés de la capital, en una cómoda suite financiada por el filántropo británico Thomas Edward.

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