Culturas

A medio siglo del fin de la ‘Primavera de Praga’

La invasión soviética a Checoslovaquia, hace 50 años, truncó el camino para un verdadero socialismo en ese país.

Mucho más difícil que determinar el tamaño de las tropas que invadieron Checoslovaquia la noche del 20 de agosto de 1968 -diversas fuentes indican desde un contingente de 600 mil soldados y más de 2 mil tanques, hasta 700 mil soldados y 6 mil 300 tanques- es saber cuántos rusos se extraviaron en la ruta a la capital por ocupar.

"¿Por acá se llega a Praga?", preguntaban los invasores a la gente que, sin mayor posibilidad de defensa, optó por confundirlos: les daban mal las direcciones, cambiaban los letreros de las calles.

Con ingenio y creatividad, así comenzó la resistencia civil tras el ataque. En respuesta a la incursión de tropas de cinco países firmantes del Tratado de Varsovia, comandada por la URSS, todo el país se unió. Pintas, happenings, teatro callejero y otras manifestaciones artísticas fueron las primeras reacciones. Junto a los artistas, las amas de casa, los estudiantes y los trabajadores salieron a las calles con mantas en ruso : "¿De qué nos están defendiendo?", "¡Desiste! Hoy por nosotros y mañana por ti".

Poco antes de que los ejércitos arribaran una hora antes de la medianoche de aquel 20 de agosto, el fotógrafo Joseph Koudelka aguardaba con la cámara lista. A riesgo de perder la vida, capturó la resistencia: el encono, la frustración y la protesta generalizada contra los tanques y elementos de a pie que buscaban poner fin a la Primavera de Praga, el movimiento reformista encabezado por Alexander Dubček, secretario general del Partido Comunista checoslovaco entre 1967 y 1969.

Fueron cientas las instantáneas que Koudelka tomó durante la semana siguiente a la invasión, y que se publicaron en Occidente después de que sacara a escondidas los negativos del país. Una de las crónicas visuales más importantes del siglo XX.

"Fue una tragedia, pero también sucedieron milagros en la época", dijo en una entrevista con AP. "Uno de los milagros más grandes que ví, y que ha pasado en eventos importantes en otras partes, fue que la gente es completamente capaz de cambiar en una noche".

El pueblo, sin armas, no pudo detener la ocupación, que permaneció por 20 años, vigilante del régimen comunista fiel a Moscú, la normalización, a cargo de Gustáv Husák, quien dirigía el país (que dejó de ser tal en 1993, cuando quedó escindido en la República Checa y Eslovaquia). Las tropas se retiraron tras la Revolución de Terciopelo de 1989 encabezada por Vaclav Havel.

Aquella noche no sólo marcó el fin de la Primavera de Praga. La invasión a Checoslovaquia también truncó el camino para un verdadero socialismo en ese país, según expertos consultados por El Financiero.

"El lema del movimiento era 'un socialismo de cara humana', es decir, quitar todos los aspectos autoritarios a la sociedad comunista, sin cambiar otros como la propiedad estatal de los medios de producción, o la planificación quinquenal", explica el historiador Enrique Semo.

"Esa idea cundió en varios países comunistas y la URSS tenía un miedo enorme a toda democratización, porque el régimen de Leonid Brézhnev (1964 a 1982) fue profundamente conservador y los soviéticos consideraron que si permitían un sistema democrático en Checoslovaquia, iba a minarse lo que ellos consideraban como comunismo en todos los países del Este", agrega Semo, quien en ese entonces residía en Alemania del Este.

"Viví muy de cerca la intervención. Primero en el avión que venía de Moscú hacia París, todos los pasajeros eran miembros de la Seguridad Soviética y tomaron el aeropuerto de Praga; comenzaron a llegar aviones con tropas y luego 300 mil soldados rusos entraron por la frontera. El pueblo los interrogaba: '¿Qué haces aquí?', '¿Quién es tu enemigo, nos puedes decir que nosotros somos tus enemigos?'. Fue un momento crucial, a mi parecer. Así se perdió la posibilidad de

la reforma de todo el bloque llamado soviético".

La tragedia del siglo XX

En el movimiento reformista había artistas como el escritor Václav Havel, quien después fue presidente; el último de Checoslovaquia -de 1989 a 2003-, y el primero de la República Checa. Asimismo figuraron el cineasta Milos Forman, cuya cinta El baile de los bomberos, una sátira del régimen burocrático, es emblemática del momento. Milan Kundera firmaba los manifiestos y su novela La insoportable levedad del ser, sucede durante la invasión.

Karel Kosik, quien a los 18 años era una figura destacada de la lucha clandestina contra los nazis, también participó de la Primavera de Praga. El autor de La dialéctica de lo concreto fue un gran crítico del socialismo en el bloque, y tras la represión soviética quedó completamente relegado, de acuerdo con el especialista en vanguardias artísticas y políticas de la Unión Soviética Alfredo Gurza, miembro del Centro Nacional de Investigación, Documentación e Información de Artes Plásticas (Cenidiap).

"Así estuvo hasta la caída del muro de Berlín, cuando pudo volver a publicar y entonces criticó la restauración del capitalismo en Europa del Este. Resulta que él, un gran filósofo, una figura importantísima del pensamiento, luchó -a un gran costo personal- contra los nazis, contra los estalinistas y contra los neoliberales. La historia de su vida es la historia de la tragedia del siglo XX", dice el investigador.

El movimiento tenía muchos antecedentes, agrega Semo. "Se comenzó a producir dentro del Partido Comunista a mediados de los 50, cuando surgió una corriente que demandaba fortalecer la democracia obrera, de prensa, la libertad de expresión para los intelectuales, el arte y la ciencia. Ese movimiento triunfó por fin en 1968, con Alexander Dubček, quien fue nombrado secretario del Partido y comenzó la política de democratización con un gran apoyo popular. Pero quedó truncado con la invasión soviética".

La imaginación al poder

Aquella iniciativa desde Praga fue la última oportunidad del socialismo de Europa del Este de reformarse, advierte Carlos Illades, titular del Departamento de Humanidades de la Universidad Autónoma Metropolitana y autor de El futuro es nuestro. Historia de la izquierda en México (Océano, 2017).

"Un crimen", dice Joel Ortega Juárez, militante del Movimiento del 68 en México, profesor de la UNAM y analista político. "Se canceló la posibilidad de armar un cambio social con libertad, sin un poder totalitario".

El movimiento fue cancelado con la invasión de los países del Pacto de Varsovia (un acuerdo de ayuda militar vigente de 1955 a 1991), excepto Albania y Rumania, que rechazaron participar en la acción comandada por la URSS, así como Alemania, cuyas tropas no cruzaron la frontera por una estrategia que prevenía una reacción violenta del país que ya había sido ocupado por los alemanes durante la Segunda Guerra Mundial.

Para Joel Ortega, quien acaba de publicar el libro de crónicas Adiós al 68 (Grijalbo), la aniquilación de la Primavera de Praga fue también el inicio de la debacle socialista.

"Las hormigas y las abejas son sociedades complejas que tienen una estructura. Eso eran los países socialistas, una sociedad en la que no había escasez de vivienda, de salud, de educación, de trabajo, pero en la Unión Soviética, en China, en la Europa del Este o en Cuba y Corea, no había libertad. Los humanos no somos hormigas o abejas, tenemos la capacidad de pensar, por eso

un régimen construido para impedir el pensamiento, tenía que acabar", explica.

Alexander Dubček terminó su gestión en 1969 y pasó al olvido. "Fue guardia forestal, no se exilió, pero le retiraron los cargos oficiales y lo redujeron al anonimato, murió 20 años después", lamenta Illades.

Checoslovaquia fue el principio del movimiento del 68 en el mundo y también el final, asegura Ortega.

"México estaba muy cerca del curso que tenía el cambio en Checoslovaquia. En agosto de 68 conviví con jóvenes checos en un tren de Viena a Sofía y compartí con ellos su sueño", recuerda. "El 68 mexicano es hermano de la lucha del pueblo checo, no es cierto que sea un movimiento sólo por seis puntos y producto de un pleito callejero. El objetivo era el mismo: la libertad. Allá contra un Estado totalitario soviético y acá contra el Estado capitalista del PRI, que sigue ahí, sólo que ahora cambió de máscara. Contra esos poderes se luchó en el 68 aquí, en Checoslovaquia, en Alemania, en París, en Chile, en Brasil, en todo el mundo".

A 50 años, advierte Gurza, queda una reflexión: "La idea de una democracia socialista fue una necesidad que surgió de la gente común, que es la que puede organizarse para inventar maneras de vivir, no por la vía de las doctrinas o las armas, sino por la resistencia, la organización y la imaginación".

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