Culturas

A 45 años del adiós a Pablo Neruda

A 45 años de su partida, un 23 de septiembre, el poeta que alentó juventudes es hoy la red social de un tiempo eterno, siempre joven.

Han sucedido muchos jóvenes desde hace 45 años. Otoños que ya no son juventudes, quizá. Gonzalo Rojas, tan joven como Pablo, da pistas para que los muchachos de hoy conozcan o quieran escuchar la voz del máximo poeta del llamado continente olvidado. Mientras se muere de fiebre en Calcuta –escribe– o contrae matrimonio en Java, unas pocas noticias suyas traen al país también algunos versos. Muéstrase depurado y limpio, nadando a grandes brazadas hacia la poesía con su libro Residencia en tierra.

El español, sostiene Rojas, nos es extraño por nuestras mismas palabras, pero Neruda las ordenó en sentido diferente, el sentimiento. Y aquí –otra vez, Gonzalo– quien trate de investigar el porqué de la poesía nerudiana, consulte la necesidad evolutiva del ser. No del Ser Aristotélico, sino del otro: el no Ser latinoamericano: el agua del ser.Sentencia Rojas: la originalidad se llama Neruda desde La canción de la fiesta. Visto así, el agua, nadar, es una fiesta. Y el maestro de ceremonias de esa agua, de esa agua tan agua, es Pablo, Pablo Neruda, admirado con entusiasmo por Julio Cortázar, quien le da un espacio singular en el gran edificio de los hacedores del subcontinente.

Pero, hoy que se celebran 45 años de su desafortunadísima muerte, poco después de recibir el premio Nobel, el poeta, que –decía Federico García Lorca– estaba más cerca de la sangre que de la tinta, queda estupendo para los jóvenes, como si nunca, nunca hubiera madurado en el árbol de la existencia: a los 18 años, Neruda escribe: "Estoy cerca del dolor como una herida". Los muchachos mexicanos que han levantado sus ciudades y han defendido la vida sin violencia de su universidad (la UNAM, que tanto quiso Pablo) están mucho más cerca del poeta de lo que imaginan. Escribe casi al oído para ellos y con el fuego de la amistad: "Y así solo serán llamados buenos los derechos de corazón, los no doblegados, los insumisos, los mejores (…) y de ellos, sólo de ellos, será el reino de la tierra".

Eulogio Suárez, en Neruda total, hace este apunte: "La bondad es un texto formidable; un nuevo golpe al bisturí de los críticos que han querido rebanar al gran poeta. Está frente a nosotros en esas prosas tempranas un joven pleno de rebeldía (aquí se atraviesa, sin entrometerse, El hombre rebelde, de Camus); no un extraño ser al que algunos pretenden hacer aparecer como un simple solidario de ciegos y prostitutas. En La bondad hay un rebelde con causa, un revolucionario en ciernes que sabe lo que quiere. Si bien ni siquiera aun el pretendido "anarquista" de Maruri, vemos en el poeta que su sangre está encendida".

Pero Pablo, el Pablo de estos jóvenes de hoy, es un vaso comunicante, un hombre cruzando el puente, como diría Cortázar. Los chicos de hoy verán en él a los poetas malditos Verlaine, Baudelaire, Mallarmé y otros demonios que sabían –en sus palabras- del dolor de los corazones rotos.

En Neruda: el llamado del poeta, Mark Eisner cuenta que después de ganar su primer premio de poesía, sobre veinticinco rivales, Canción de fiesta se publicó en una hermosa edición de Claridad de 16 páginas. Y, como dice Rojas, se leía en voz alta en las aulas y los bares por todo Santiago. Precisa Eisner: "aquel poema captaba el pulso emergente de los estudiantes en aquel momento:

Hoy en la tierra madura se

cimbra

en un temblor polvoroso y

violento

van nuestras jóvenes almas henchidas

como las velas de un barco en

el viento

Aquellos jóvenes chilenos de los primeros años veinte del siglo pasado (ya casi un siglo) se identificaban mucho con los versos de la Canción de fiesta. Pero, como suele pasar en la juventud temprana, Neruda no estaba listo para asumir el rol de luz del tren de aquella generación. Se autollamó "un delgado filo de espada negra entre jazmín y máscaras". Cortaba –agregó- la multitud con la melancolía (pocas palabras tan mozas) del viento del Sur, bajo los cascabeles y el desarrollo de las serpentinas".

Pero, en sentido físico, en retrato hablado, en facha, ¿cómo era Pablo el joven? Hernán Díaz Arrieta, que firmaba con el seudónimo de Alone, uno de los principales críticos literarios de Chile, lo definió con esta estampa que bien puede describir a los muchachos que transitan las calles actuales de México: "pálido, de aire melancólico, visiblemente mal alimentado, proclive al silencio, un tanto despistado y de modales desganados".

Pero tampoco importa la vestimenta, Neruda en sí es una red social, un blog, un portal, el Instagram del tiempo que no transcurre, no, que no pasa, Pablo es eterno y siempre joven. Escribe, con el amor puro del admirador (ninguna edad es tan admiradora como la juvenil). Gonzalo Rojas en El joven Neruda: "¿Cómo lo vi a mis 15, a mis 20 a mis 23 años, esos plazos de mi propia formación? Por ahí va mi apuesta para descifrarlo. No hay dos, ni tres, ni veinticinco Nerudas, hay un solo sistema imaginario que se llama Neruda y nada más, con sus mudanzas de visión y de lenguaje". Según Rojas, que lo leyó a los 14, al tiempo de Heráclito y Parménides, sin olvidar a Hölderlin, confirma lo dicho por César Vallejo: "No hay Dios ni hijo de Dios en desarrollo".

Amor

Mujer, yo hubiera sido tu hijo, por beberte

la leche de los senos como de un manantial,

por mirarte y sentirte a mi lado y tenerte

en la risa de oro y la voz de cristal.

Por sentirte en mis venas como Dios en los ríos

y adorarte en los tristes huesos de polvo y cal,

porque tu ser pasara sin pena al lado mío

y saliera en la estrofa -limpio de todo mal-.

Cómo sabría amarte, mujer, cómo sabría

amarte, amarte como nadie supo jamás!

Morir y todavía

amarte más.

Y todavía

amarte más

y más.

Hoy los muchachos suelen cantar a sus ídolos de la industria pospop con los audífonos puestos en las calles, en las salas y en los centros comerciales; Rojas recitaba, en el "aguacero transparente de la ducha", los versos del joven Neruda y los matizaba con otros de Quevedo y de San Juan de la Cruz ("toda ciencia trascendiendo"). Es el mismo Rojas –otro joven sin tiempo- el que da la estafeta para que los muchachos acudan al llamado de (san) Pablo: "Crecimos con Neruda, no enamoramos con Neruda, nos embriagamos y nos desarrollamos con él, fuimos con él hartazgo y desenfreno y ahondando en los sentidos volamos hasta el absoluto".

En dónde podrán tener la posibilidad de acercarse al muchacho chileno estas aves mozalbetes del delirio. En lo más cercano, en lo más humano: la mano. Neruda de carne y hueso para sus nuevos inquilinos: "Como tal con estas manos presentes he hecho mis versos sin más pretensión que la de un artesano, de un carpintero, de un alfarero. No tengo tampoco más pretensiones que ésas. Haber hecho algo útil, haber trabajado con las manos, en una posible, probable, perentoria o interminable utilidad pública. Soy un poeta de utilidad pública. He querido ser poeta para toda la gente, para todos los rangos. He querido ser poeta de la vieja historia del mundo y de la informalidad salvaje de lo desconocido, de la selva y del mar, del océano, de la profundidad. Pero también he querido ser poeta de las cosas más elementales, más pequeñas, más consabidas, más rústicas, más despreciadas".

En resumen, para los no tan remotos muchachos: diría Rafael Alberti: Neruda es un poeta verdaderamente extraordinario…

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