Brasil

Cascarita Industrial

Alemania ha arrollado a un pusilánime Portugal, indigno de un juego de Copa del Mundo. Solamente entendiendo su esquema como una fábrica, en la que cada pieza juega eficientemente su papel, se puede dimensionar su enorme cantidad de partidos ganados en la historia de los Mundiales.

El único rival que ha tenido este mediodía Alemania ha sido el clima. Ha arrollado a un pusilánime Portugal, indigno de un juego de Copa del Mundo. Se sabe que la Selección alemana es un sistema, una maquinaria diseñada para largas distancias. Solamente entendiendo su esquema como una fábrica, en la que cada pieza juega eficientemente su papel, se puede dimensionar su enorme cantidad de partidos ganados en la historia de los Mundiales.

En pocos conjuntos, quizá en ninguno otro, la Revolución Industrial ha dejado tanta huella. Prueba de ello es que desde 1954, cuando se hizo de su primera Copa, hasta la fecha campeones han venido y se han ido: Alemania siempre está vigente, cuando falla (como toda máquina) llega a octavos de final. Han levantado el trofeo Argentina, Francia y España (hay que dejar fuera de la lista a otras constantes: Brasil e Italia, siempre incómoda para El Sistema) pero no han logrado mantenerse en los juegos de gran desgaste por tanto tiempo.

Argentina no pasa de cuartos desde hace un rato, Francia no pasó de la primera ronda hace cuatro años, y España sufre ahora mismo por saltar la fase de grupos. Alemania persiste, y lo hace gracias a que ha conformado un sedán todoterreno. Su formación se revoluciona para no cambiar su monoblock.

Si se mirara con detenimiento el funcionamiento de aquel equipo de Berna (1954) o el de El Partido del Siglo en el Azteca (1970); incluso el de la final del 74 ante Holanda (curioso que otra vez naranjas y blancos den posturas similares a la hace 40 años), se notará que tiene la misma percha: eficiente, eficaz y efectivo juego colectivo, de ahí su condición industrial.

Como todo en su tierra, la fábrica es la sustancia de la organización social. En ese sentido, Alemania no es un equipo de futbol meramente, es una organización sindical, una bien estructurada (estructura es la palabra correcta para definir a esta idea materialista de la pelota) asociación de talentos. Desde luego que ha tenido a lo largo de su historia grandes figuras, pero hasta en esos momentos, se impone el ecosistema laboral. Los astros juegan para el universo, no al revés, como sucede en otras grandes selecciones.

La mano de obra presentada en el debut contra Portugal es, sin embargo, todavía una propuesta, un avance del producto. Hace falta ver la afinación, el pulido de tuercas. Le siguen sobrando tornillos a la planta industrial. El rival no ha dejado ver entera a Alemania que jugó un interescuadras cuando menos en el segundo tiempo. Estados Unidos, con Klinsmann en la posición de científico social, será la única prueba efectiva para medir los alcances del nuevo sedán presentado por los alemanes que saludan a Brasil con ganas de devorarlo todo.

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