Brasil

Alemania estrena una nueva época

La Maquinaria estaba diseñada para llegar aceitada y perfecta para este torneo. Nada en la fábrica germana es casualidad, mucho menos la goleada de hoy. No fue el acierto el que edificó esta tarde; ni la desgracia. Actos humanos, demasiado humanos. El causante de esta barbaridad fue la razón práctica.

Esta tarde en Belo Horizonte nació una nueva era del futbol. El siglo XX se muere con todo y sus fantasmas. El Maracanazo ha dejado de tener sentido hasta como relato. La Maquinaria alemana hizo del gol una de las bellas artes y disfrutó el festín de un Brasil fiambre de sí mismo. En materia evolutiva, el juego ha dado un salto del que todavía no se valoran de sus consecuencias. El 7-1 es un hacha en el tiempo. El idealismo alemán ha partido la historia en dos.

En el esquema ya no existen las formaciones tradicionales. Adiós al 4-3-3 y al 4-4-2. Alemania estrena el futbol absoluto sin consultar a Hegel. No es total como el de la Naranja Mecánica, basado en la superficie y en el perímetro. Es absoluta porque cubre el espacio, el tiempo y el lugar. Estructura a la, y de la que nada escapa. La paliza a Brasil no garantiza el diploma a esta alta escuela de ciencias. El futbol suele ser romántico hasta en sus traiciones. Aun así, del pensamiento fenomenal de Löw ha brincado una descomunal manera de tratar a la pelota. Si Guardiola llevó el barroquismo al límite, el míster alemán ha hecho de lo básico un producto de alta tecnología. El despliegue abrumador de su equipo durante el primer tiempo fue mucho para un rival artesanal y torpe; lento en el aprendizaje de las nuevas tendencias.

Löw comenzó el experimento de esta máquina cuando llevó al equipo más joven a Sudáfrica hace cuatro años. La Federación Alemana le confió la responsabilidad de dos mundiales, después de la renuncia de Klinsmann tras la derrota ante Italia, en Dortmund. Acostumbrados los largos proyectos, los directivos del futbol alemán aceptaron el trámite. Aquellos jóvenes llegaron a semifinales, que perdieron por un gol ante España. La Maquinaria estaba diseñada para llegar aceitada y perfecta para este torneo. Nada en la fábrica germana es casualidad, mucho menos la goleada de hoy. No fue el acierto el que edificó esta tarde; ni la desgracia. Actos humanos, demasiado humanos. El causante de esta barbaridad fue la razón práctica.

Aburridos del tiqui-tiqui, los alemanes rebajaron la cantidad de pases en el medio campo, alargaron la cancha y perfeccionaron la regla básica de este deporte: jugar a dos tiempos, recepción-pase, recepción-pase. Todo ello a una velocidad vertiginosa. Si el Barsa coleccionaba 90 pases sin la intervención del rival, Alemania necesita acaso diez para saludar al arco enemigo y en un tris. Cuando Müller, Klose o Schürrle están al acecho, la víctima está a punto de ser devorada. Brasil fue un banquete bien servido para la bienvenida del porvenir.

La potencia, la experiencia y alta técnica de sus jugadores hacen posible esta peculiar pieza mecánica. La precisión es sobresaliente. Tanto como la distribución de sus centros de fuerza. Todos los integrantes saben ocupar todos los cargos. Y su arquero es tan efectivo como el resto.

Ha llegado la hora de la acción; la metafísica es un pasatiempo para nostálgicos. La narrativa del futbol debe, desde ahora, utilizar otro discurso. Brasil ya es pasto de la historia. Alemania impone nuevas reglas al espíritu.

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