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Salvar al planeta vale 17.6 billones de dólares

Capturar y enterrar el dióxido de carbono liberado antes de que llegue a la atmósfera es una opción para prevenir que las temperaturas suban a niveles peligrosos. Actualmente, en Canadá existe uno de los sitios de captura de carbono más ambiciosos a nivel mundial: la central eléctrica Boundary Dam.

Los científicos sólo conocen dos maneras plausibles para prevenir que las temperaturas suban a niveles peligrosos: dejar de quemar combustibles fósiles o capturar y enterrar el dióxido de carbono liberado antes de que llegue a la atmósfera.

La segunda idea, conocida como captura y almacenamiento de carbono (CCS, por sus siglas en inglés), tiene el atractivo de eludir los difíciles cambios económicos y la resistencia política asociados a la eliminación gradual del petróleo, el gas natural y el carbón.

Uno de los sitios de captura de carbono más ambiciosos a nivel mundial se inauguró en la provincia canadiense de Saskatchewan en octubre; se trata del primero en eliminar a escala comercial el CO2 de las emisiones de una planta de carbón: la central eléctrica Boundary Dam.

El proyecto en esa central está diseñado para eliminar el 90 por ciento de las emisiones de carbono, más o menos el equivalente a lo que producen 250 mil coches al año. Luego, el CO2 se transporta 66 kilómetros a los campos petroleros de Cenovus Energy, donde es enterrado bajo tierra para obtener crudo adicional de los depósitos.

Esta visión de capturar el carbono y enterrarlo entusiasma a líderes políticos y empresariales de todo el mundo, ya que en teoría permitiría que la economía de la energía continuara más o menos como hasta ahora. El problema es que los costos son altos.

El proyecto de Saskatchewan, por ejemplo, costó mil 400 millones de dólares canadienses (mil 230 millones de dólares estadounidenses) a pesar de las condiciones geológicas favorables. A ese ritmo, equipar a todas las centrales eléctricas del mundo con tecnología de captura de carbono costaría alrededor de 17.6 billones de dólares.

CUATRO INICIATIVAS

El desafío de desarrollar y avanzar en la captura de carbono es uno de los mayores retos de los casi 200 países reunidos este mes en Lima para sentar las bases de un tratado climático global.

La Agencia Internacional de Energía dice que el CCS es esencial para combatir el cambio climático; es una de las cuatro iniciativas, junto con las energías renovables, los programas de eficiencia energética y la energía nuclear, para mantener en la raya a las emisiones de gases invernadero de aquí a 2050, advirtió la agencia el año pasado. Se espera que el CCS contribuya con 14 por ciento de esa carga, equivalente a eliminar cientos de plantas de carbón.

El éxito de las tecnologías de captura de carbono podría ser de suma importancia también para las empresas y naciones extractoras de combustibles fósiles, que tendrían que dejar activos sin explotar si llegaran a aprobarse políticas más estrictas sobre el cambio climático.

Reconociendo la importancia de esta tecnología, el acuerdo sin precedentes firmado el mes pasado entre China y Estados Unidos para reducir emisiones incluyó un compromiso para crear un proyecto de CCS en el país asiático que pueda convertirse en un modelo mundial.
Sin embargo, John Kirton, director de los Grupos de Investigación G-8 y G-20 de la Universidad de Toronto, piensa que el CCS nunca será costeable. "Si quieres tirar los dados en una solución tecnológica, no es el mejor lugar para apostar tu dinero," afirma.

El modelo para implementar el CCS fue esbozado en los 70 por petroleras de Estados Unidos, que comenzaron a bombear dióxido de carbono en los viejos yacimientos para que saliera más crudo de los pozos. Hoy, las centrales eléctricas alimentadas con carbón y las fundidoras mineras son capaces de capturar el CO2 utilizando químicos y almacenan el carbono bajo tierra o lo venden a las petroleras.

EXPERIMENTO CIENTÍFICO

En Noruega, Statoil ASA, dedicada a la perforación de pozos de petróleo y gas, es la única empresa de peso que se ha abocado al almacenamiento geológico de CO2. Statoil separa el dióxido de carbono en tres sitios donde procesa gas natural, en Noruega y Argelia, y lo almacena en campos vacíos de petróleo y de gas. Pero advierte que el proceso es incapaz de sostenerse por sí solo.

"Hoy en día el costo por tonelada es económicamente prohibitivo", expresa Olav Skalmeraas, vicepresidente de captura y almacenamiento de carbono en Statoil. "Necesitamos la colaboración público-privada, donde el gobierno asuma, entre otros, el riesgo comercial".

La historia es parecida en Canadá. El recién nombrado primer ministro de la provincia de Alberta, Jim Prentice, fue ministro nacional del medio ambiente de 2008 a 2010. Sus predecesores destinaron dos mil millones de dólares canadienses para cuatro importantes proyectos de captura de carbono.

Pero ahora su gobierno ha cambiado el tono y, dado que estima que los costos para enterrar cada tonelada ascienden a 200 dólares, calificó el CSS como un "experimento científico".

SÍ... EN UN FUTURO

Los economistas sostienen que un impuesto sobre el carbono de la mitad de esos 200 dólares estimularía el desarrollo de tecnologías bajas en carbono, como la energía eólica.

El sector privado también está abandonando estos esfuerzos, a pesar de los enormes subsidios ofrecidos. TransAlta Corp., una firma que opera plantas de carbón y gas en Canadá, canceló hace dos años la edificación de una planta de carbón con un componente CSS que costaría mil 400 millones de dólares canadienses, a pesar de que el gobierno aportaría 779 millones. Sin un comprador para el carbono, no había ningún atractivo económico, dijo el CEO Dawn Farrell.

"Hemos aprendido mucho de este proyecto y seguimos creyendo que el CSS tendrá en última instancia un papel en la reducción de la huella de carbono de nuestro abastecimiento energético", aseguró Farrell a los inversionistas el 26 de abril de 2012. Pero eso será a futuro, por ahora, dejan en claro que prefieren pagar las sanciones por emisiones en lugar de reducirlas.

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