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Niños inmigrantes inundan la frontera estadounidense

Más de 47 mil jóvenes llegaron desde octubre, según el departamento de Aduana y Protección Fronteriza de EU; el presidente Barack Obama ordenó a la Agencia Federal para el Manejo de Emergencias mejorar la "urgente situación humanitaria" y solicitó fondos al Congreso.

Carlos se subió a un autobús el mes pasado con el dinero que había ganado recolectando granos de café y maíz, huyendo de las pandillas de su Honduras natal, que habían amenazado con matarlo si no se unía a ellas. Lo más lejos que llegó el joven de 17 años fue a un refugio para inmigrantes en Reynosa, México, a pocos metros de la frontera estadounidense, sin saber cómo irá a terminar su travesía.

"Donde vivo, los padres están obligados a entregar un hijo a las pandillas", dijo Carlos esta semana mientras intentaba ocultar sus lágrimas y jugueteaba nerviosamente con el cordón de sus shorts floreados estilo hawaiano en el refugio Senda de Vida. No se revela su apellido debido a su edad.

Si Carlos llega a Estados Unidos antes de su cumpleaños el mes próximo, se sumará a una marea sin precedentes de menores no acompañados que atraviesan la frontera sur del país, un diluvio que comenzó en 2011. Más de 47 mil jóvenes llegaron desde octubre, un incremento del 92 por ciento con respecto al año anterior, según el departamento de Aduana y Protección Fronteriza de Estados Unidos.

Son parte de una cantidad cada vez mayor de inmigrantes, principalmente centroamericanos, que huyen de la violencia y la pobreza después de enterarse de que las políticas inmigratorias norteamericanas se volvieron más flexibles.

El presidente Barack Obama este mes le ordenó a la Agencia Federal para el Manejo de Emergencias mejorar la "urgente situación humanitaria" y le solicitó fondos al Congreso. Los tribunales y las agencias de servicios sociales se han visto desbordados.

"Hay una crisis humanitaria desde mucho antes de que lo dijera Obama", dijo Kimi Jackson, directora del South Texas Pro Bono Asylum Representation Project, que ayuda a menores en la corte de inmigración.

Los inmigrantes se dirigen hacia el norte a pie, en autobús o en el techo del tren que llaman "La bestia". En las ciudades fronterizas como Reynosa, una ciudad de unos 600 mil habitantes, hay refugios que ofrecen a los pasajeros transitorios con camas, comida y oración.

Senda de Vida es una institución amurallada dirigida por la iglesia, con un patio interno pintado de blanco y edificios periféricos: una oficina, dormitorios con literas y zonas al aire libre para comer y para servicios religiosos.

Quienes se aventuraron más allá de los muros desaparecieron en la ciudad peligrosa, dijeron personas de Senda de Vida. En el río, traficantes vinculados a los carteles de la droga extorsionan a los familiares de quienes intentan huir de América Central.

"Hay una desesperación enorme por salir", dijo Michelle Brané, directora del programa de Derechos y Justicia para los Inmigrantes en la Comisión de Mujeres Refugiadas en Washington. "Los contrabandistas están para satisfacer la demanda".

Una vez que los menores ingresan a Estados Unidos, por lo general recurren a los agentes de inmigración en busca de protección, dijo.

En 2011, autoridades del sector del Valle del Río Grande de la Patrulla Fronteriza de Estados Unidos, del otro lado de Reynosa, comenzaron a arrestar más centroamericanos que mexicanos por primera vez en años. La mayoría provienen de Honduras, El Salvador y Guatemala, donde la presencia de pandillas y la inestabilidad social y económica se han agravado, dijeron autoridades de la Casa Blanca.

La cantidad de jóvenes de Honduras, El Salvador y Guatemala que tenían menos de 18 años en el momento en que fueron deportados disminuyó a 496 en 2013 comparado con dos mil 275 en 2008, según un análisis de datos del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas de Estados Unidos realizado por Jessica Vaughan del Centro para Estudios sobre Inmigración con sede en Washington.
Ola incesante

Obama ordenó a las autoridades coordinar una respuesta a la crisis, ofreciendo equipos, suministros y experiencia, según un memorándum de la Casa Blanca del 2 de junio.

La ola de inmigrantes no da señales de amainar, y la ley de Estados Unidos exige que los menores sean retenidos mientras se llevan a cabo los trámites para la deportación o la liberación. En 2013, 24 mil 493 personas fueron arrestadas en la frontera sudoeste, revelan datos del gobierno. Este año, la cantidad ascendió a 47 mil 017 hasta el 31 de mayo, cuando todavía quedan cuatro meses del año fiscal.
El Valle del Río Grande es el lugar que registró el mayor salto entre todos los sectores en ese tiempo, 168 por ciento.

HUYEN DE LA VIOLENCIA

Honduras es el país con la tasa de homicidios más alta del mundo: 90.4 personas asesinadas cada 100 mil habitantes, según las Naciones Unidas. Aproximadamente el 49 por ciento de sus ciudadanos tiene menos de 20 años, comparado con el 27 por ciento en Estados Unidos, según estadísticas de las Naciones Unidas de 2010.

El incremento de la cantidad de chicos solos que huyen de Honduras superó al de cualquier otro país. Más de 13 mil han sido arrestados este año, comparado con 968 en 2009, según datos del gobierno de Estados Unidos.

"Uno tiene que abandonar a su familia para vivir", dijo Abraham, de 16 años, un hondureño de otro refugio, Casa de Migrante.

Los menores de edad como Carlos dijeron que sus amigos y sus familiares les dicen que tendrán mejores oportunidades de quedarse permanentemente en Estados Unidos si se entregan a los agentes fronterizos. Una vez que se hace esto, empieza a rodar un proceso legal que puede demorar años.

Supuestamente, a los jóvenes se los deja detenidos 72 horas o menos en celdas de la estación fronteriza, que normalmente ofrecen sólo bancos de cemento o metal y una sábana, dijo Brané. Desde allí, van a refugios de reubicación o a lugares de emergencia en bases militares u otras instalaciones, dijo. No tienen derecho a una representación legal.

El 10 de junio, había mil 632 jóvenes detenidos sólo en los refugios del Valle de Río Grande.

Marlo, un joven de 15 años, se entregó a los agentes en febrero. Lo liberaron para vivir con sus familiares en Nueva Orleans hasta que un juez evaluara su caso. No tiene nada ni nadie para regresar a Honduras, dijo mientras esperaba en una habitación sin ventanas en una corte de inmigración de Harlingen, Texas, donde llegó para que su caso fuera transferido a su nueva ciudad.

Del otro lado de la frontera, Carlos se refugió del calor en la oficina con aire acondicionado de Ángeles Caballero Gallegos, que dirige Senda de Vida. Estaba sentado en una silla plegable de plástico y observaba un par nuevo de zapatillas azules que le habían dado junto con un cepillo de dientes. Carlos mencionó avergonzadamente que había superado el límite oficial de tres días.

Casi nadie se queda sólo tres días, respondió Caballero Gallegos.

Carlos dijo que no sabía cuándo enfrentaría los últimos metros que lo separaban de Estados Unidos.

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