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Lodo y caníbales aderezan elección presidencial en Brasil

El primer debate televisado ,en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales brasileñas, el 14 de octubre tuvo un poco de cada cosa para desagradar a todos.

Apenas la actual presidenta Dilma Rousseff del Partido de los Trabajadores (PT) y su contrincante, el candidato del Partido Social Demócrata Aecio Neves, subieron a sus atriles enfrentados, comenzaron a arrojarse lodo y ocurrencias ensayadas.

Cuando Rousseff no era "irresponsable" y "repetía mentiras", estaba arrastrando al país por "un río de barro", acusó Neves. Rousseff señaló el "nepotismo" de Neves, su "impericia administrativa" y su predilección por infligir sufrimiento a los trabajadores.

Para los evaluadores partidarios, era una batalla largamente esperada. Para los dubitativos o desconcertados, o cualquiera que esperase una reparación política, las 2 horas y media de bofetadas fueron un motivo para irse a acostar decepcionados. 

Por las conclusiones, la noche pareció más una pelea entre analistas, aporreando a los espectadores con estadísticas y con insultos.

Tal vez fuera lo apropiado para una elección en la cual los dos encuestadores más grandes, Datafolha e Ibope, recientemente señalaron un empate para la votación del 26 de octubre.

Sin embargo, el estado de la economía brasileña es tal que hasta una ventaja estadística desdeñable de dos puntos para Neves, favorable al mercado, bastó para que el índice bursátil de Sao Paulo subiera en vísperas del debate, sólo para volver a hundirse al día siguiente cuando esa perspectiva pareció exagerada.

Lo que estuvo ausente de la pelea fue un plan claro por parte de ambas campañas para sacar a Brasil del bajo crecimiento, la inflación en alza y menos empleos industriales sin afectar a los pobres.

Rousseff prometió "cambio con continuidad", Neves prometió ocuparse de los votantes "que quieren la liberación" y ambos se lanzaron a una batalla de espantapájaros.

HISTORIA PISOTEADA

 Rousseff argumentó que el retorno de los Social Demócratas "amigos de los bancos" borraría una década de logros sociales –menos pobreza, contracción de la brecha del ingreso y una clase media en alza- haciendo volver a Brasil a los tiempos de recesión y de austeridad intensiva.

"Les gusta bajar los salarios y la inversión", dijo, refiriéndose al ex presidente Fernando Henrique Cardoso, padrino político de Neves, que impuso austeridad para derrotar la hiperinflación.

El desafío de Neves era convencer a los votantes de que no es un Avariento de la asistencia social y que si las políticas de Rousseff siguen su curso, la economía tambaleante a la larga destruirá de todos modos los planes sociales.

Su mejor observación se refirió a la política del salario mínimo: apostando a cielos azules eternos, El Partido de los Trabajadores sujetó los aumentos de salarios a la inflación y al crecimiento económico, "que ahora es cero", afirmó. También podría haber mencionado los últimos datos del censo de hogares según los cuales, después de un decenio de mejoramiento, la brecha entre ricos y pobres ya no se contrae.

La publicidad y el alarmismo son nada más que política, pero la historia ha sido pisoteada en la campaña electoral.

Rousseff arremetió en reiteradas oportunidades contra el máximo asesor económico de Neves, el ex presidente del Banco Central Arminio Fraga, acusándolo de ser un capitalista caníbal, que drenó los salarios y llevó la inflación hasta un aterrador 12 por ciento al dejar su cargo en 2002.

Parece haber olvidado que su predecesor y mentor, el alborotador populista Luiz Inacio Lula da Silva, mantuvo prudentemente las políticas de Fraga después de asumir la presidencia por primera vez, y le pidió que se quedara hasta que los nervios de los inversores se calmaran.

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