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Lección de Quebec para Escocia, una herencia de separatismo

A fines del verano de 2011, transcurridos tres meses desde que Alex Salmond había obtenido una mayoría sin precedente en las elecciones para el Parlamento escocés, funcionarios de su partido viajaron a Montreal para aprender cómo organizar un referéndum.

A fines del verano de 2011, transcurridos tres meses desde que Alex Salmond había obtenido una mayoría sin precedente en las elecciones para el Parlamento escocés, funcionarios de su partido viajaron a Montreal para aprender cómo organizar un referéndum.

Allí, la delegación del Partido Nacional Escocés se reunió con separatistas del Parti Québécois que libraban su propia batalla de cuatro decenios para separarse de Canadá, continuando la lucha después de convocar –y perder- dos plebiscitos en 1980 y 1995. Conscientes de ese fracaso, los escoceses pidieron una cosa: sin medios de comunicación.

"No querían estar muy cerca ni ser vistos con gente del PQ y otros soberanistas de Quebec", dijo Daniel Turp, ex legislador del partido que colaboró en la organización de la visita. "Quieren ganar y obviamente el PQ no ganó los dos referéndums que inició".

Estando ya en los momentos previos al referéndum escocés del 18 de septiembre, la experiencia de Quebec contiene una lección para los funcionarios de campaña y los votantes a cada lado del debate: aunque la campaña por la independencia del Reino Unido pierda, la vida no será igual.

Los sondeos muestran que ambos bandos van cabeza a cabeza. Uno de YouGov Plc para el Sunday Times da la ventaja a los nacionalistas escoceses con el 51 por ciento, sin incluir a los votantes indecisos. Otro, de Panelbase para la campaña por el Sí, pone al grupo contrario a la independencia Better Together cuatro puntos porcentuales más adelante.

VOTACIÓN REÑIDA 

"Si la votación es reñida, la cuestión de la independencia tal vez no desaparezca durante mucho tiempo", dijo Simon Wells, economista principal para el Reino Unido en HSBC Securities Inc. de Londres.

Los nacionalistas de Escocia ganaron terreno político por primera vez en los años 1970, pero el Partido Nacional Escocés necesitó llegar a 2011 y a una mayoría sin precedente en la legislatura semi-autónoma de Edimburgo para hacer realidad un referéndum. Aun así, las perspectivas de un voto por el Sí resultaban magras.

La brecha se cerró en el último mes en tanto el líder del PNE, Salmond, describió la independencia como la única forma de proteger el servicio de salud de Escocia y la educación universitaria gratuita contra un gobierno del Reino Unido encabezado por los Conservadores, un partido al que en Escocia todavía se culpa de diezmar la industria pesada en los años 1980 y con un solo legislador de los 59 distritos electorales escoceses en el Parlamento de Westminster en Londres.

En Quebec, la amenaza de separación se mantiene desde fines de la década de 1960 y llevó a dos votaciones sobre la secesión, una crisis constitucional canadiense y peleas perpetuas por la jurisdicción política entre la provincia francófona y el gobierno federal en Ottawa.

Un ex premier separatista, Jacques Parizeau, comparó jovialmente la experiencia con una visita interminable de Canadá al dentista que no terminará hasta que la provincia se separe.

"No se imagine que el tema desaparecerá por el hecho de que el PNE pierda el referéndum", dijo Turp. Se creía que el tema estaba resuelto después del primer referéndum en 1980 porque el lado del Sí obtuvo sólo 40 por ciento de los votos, dijo Turp. "Y ya ve lo que pasó".

El segundo plebiscito en Quebec 15 años más tarde quedó pendiente de un hilo, con el voto Sí derrotado por 50.6 por ciento a 49.4 por ciento, o sea menos de 60 mil votos, en medio de acusaciones de fraude electoral de ambas partes.

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