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Invasión de turistas en Lisboa amenaza la identidad de la ciudad antigua

La avalancha de turistas atrae a pequeñas empresas que sólo quieren obtener ganancias rápidas vendiendo cerveza barata o souvenirs fabricados en China.

El crucero MSC Opera fue uno de los primeros cinco que llegaron a Lisboa el 12 de septiembre. Otros buques, algunos del tamaño de un edificio, pronto ingresaron al río Tagus, navegando lentamente hacia el corazón de la capital portuguesa.

En total, un récord de siete barcos con 15 mil personas a bordo llegaron a la ciudad ese día, calcula el Puerto de Lisboa. Cuando las naves atracaron junto a la ribera del río, taxis de estilo tuk-tuk formaron una larga fila que recordaba una escena típica de una ciudad tailandesa más que la de una de las ciudades más antiguas de Europa.

"Va a ser un día para recordar", dijo José Amaral, conductor de 33 años de un tuk-tuk que cobra unos 50 euros (63 dólares) por un viaje de una hora. "Olvídense del tranvía 28, esta es la nueva forma de ver Lisboa", dijo, con referencia al famoso tranvía amarillo que lleva a los turistas a algunos de los lugares históricos de Lisboa ubicados en la cima de una colina.

El gasto de más de un millón de euros que realizaron los turistas en menos de 24 horas fue una ayuda para la economía portuguesa, y el gobierno anunció la invasión de turistas como una señal de que Lisboa es el lugar que nadie se puede perder. Pero para algunos habitantes, esa avalancha podría expulsar a los residentes locales y los comercios tradicionales de los barrios antiguos de la ciudad conforme se instalan hostels y tiendas que venden baratijas y artesanías de imitación, poniendo en peligro la identidad de una ciudad que tiene una historia de más de dos mil años.

Los cambios son más evidentes en la zona céntrica de Baixa, una red de calles de adoquines blancos y negros entre dos colinas que miran hacia el río Tagus. Una zona donde antes predominaban las boutiques locales ha visto llegar hoteles de bajo costo, restaurantes con menús en varios idiomas y tiendas de souvenirs que venden productos baratos de estilo portugués fabricados en China.

VECINOS QUE SE MUNDAN

"Si bien los nuevos hoteles ayudaron a renovar algunos de los edificios decrépitos de la ciudad, una cantidad creciente de vecinos de la Baixa se están mudando debido al ruido de los restaurantes y la basura", dijo Antonio Rosado, responsable de la Asociación de Vecinos de la Baixa Pombalina. "Algunos vecinos están descontentos debido a los problemas que causa el exceso de comercios para turistas".

Muchos de esos turistas tratan de gastar lo menos posible, dijo María Gonçalves, que atiende una tienda en Lisboa.

"¿Qué ocurre cuando todo lo que te rodea se convierte en negocios que venden souvenirs baratos?" preguntó la mujer de 62 años que trabaja en la sedería Londres Salao del centro de Lisboa desde hace más de cuatro décadas. "Los turistas que vienen a Lisboa ya no podrán ver lo mejor que tenemos para ofrecer".

Un total de 1.51 millón de extranjeros pasaron la noche en Lisboa en los primeros seis meses del año, un 14 por ciento más que en el mismo período del año pasado, según el Observatorio de Turismo de Lisboa. Eso es casi tres veces la población del centro de Lisboa, que asciende a 547 mil 733 habitantes, de acuerdo con los datos que reunió el Instituto Nacional de Estadísticas.

'GANANCIAS RÁPIDAS'

"No tengo nada contra los turistas", dijo Luis Paisana, responsable de la Asociación de Vecinos de Bairro Alto, uno de los barrios altos más antiguos de Lisboa. "El problema es que la avalancha de turistas atrae a pequeñas empresas que sólo quieren obtener ganancias rápidas vendiendo cerveza barata o souvenirs fabricados en China".

A la Asociación de Artesanos de la Región de Lisboa también le preocupa que la proliferación en el centro de la ciudad de tiendas de souvernirs que venden imitaciones baratas de las artesanías locales como el Gallo de Barcelos, emblema de la ciudad, perjudique la actividad comercial de sus 150 miembros.

"En el centro de Lisboa, hay una explosión de negocios de souvernis que venden imitaciones baratas de productos artesanales de Portugal", señaló José Almendra, secretario general de la asociación. "Muchos turistas sólo eligen los souvenirs más baratos".

Los visitantes que llegaban a Lisboa solían tomar un taxi, caminar o subirse a un tranvía para llegar a los monumentos de la capital. Hoy en la ciudad hay tours en ómnibus anfibios, go-cars (pequeños autos con GPS y computadora que guían al pasajero por la ciudad), tuk-tuks y bike-bars que les permiten beber cerveza mientras pedalean junto al río Tagus.

¿ADIÓS LISBOA?

El sector del turismo representa casi el 10 por ciento del producto interno bruto de Portugal, según Adolfo Mesquita Nunes, secretario del Estado de turismo.

"El turismo contribuyó a la revitalización urbana, la recuperación de edificios antiguos y el fortalecimiento de la economía del país", dijo en entrevista Mesquita Nunes el 12 de septiembre. "Los turistas no están obligados a recorrer la ciudad en los tuk-tuks. Si los usan es porque les gustan".

Algunos de los habitantes de Lisboa, como Rosado de la Asociación de Vecinos de la Baixa Pombalina, dicen que las autoridades deberían intervenir más para controlar que los comercios para turistas no interfieran con la vida de los vecinos de la ciudad.

Estos reclamos no son exclusivos de Lisboa.

En Barcelona, uno de los puertos de cruceros más grandes del mundo, los habitantes del barrio costero de La Barceloneta en agosto salieron a la calle para protestar por el impacto negativo que tiene el turismo masivo en la ciudad después que los diarios locales publicaran fotos de turistas desnudos.

"Algunas zonas de la ciudad están perdiendo su identidad después de ser convertidas en lugares para turistas", declaró en una entrevista del 9 de septiembre Eduardo Chibas, cineasta que reflejó el fenómeno en un documental publicado este año en YouTube con el título de Bye Bye Barcelona. "Este es un problema que puede ocurrir en cualquier ciudad que se vea invadida por turismo de bajo costo, incluida Lisboa".

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