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Caso Pizzolato crea enemistad de sangre entre Brasil e Italia

La historia de Henrique Pizzolato es para el cine. Pese a la existencia de un tratado de extradición desde hace 25 años entre ambos países, un tribunal en Boloña negó el 28 de octubre el pedido de extradición y puso a Pizzolato en libertad.

La historia de Henrique Pizzolato es para el cine. Condenado por corrupción y apropiación de dinero público en uno de los mayores escándalos políticos de soborno en Brasil, el exbanquero salió de su departamento en Copacabana una madrugada a las 4:30 horas apenas con lo puesto, se dirigió hacia la frontera paraguaya y desapareció.

Cuando lo arrestaron en Italia en febrero, respondía a una nueva identidad y llevaba pasaporte falso, los dos con el nombre de su hermano, que murió en 1978. O sea que cuando Brasil solicitó a Italia que devolviera al fugitivo, parecía algo simple.

Sólo que los buenos guiones no siempre sirven para la buena política. Pese a la existencia de un tratado de extradición desde hace 25 años entre ambos países, un tribunal en Boloña negó el 28 de octubre el pedido de extradición y puso a Pizzolato en libertad.

No se debió a que Pizzolato, de ascendencia italiana, tenga la doble ciudadanía. Salió en parte debido a un detalle técnico, que había sido juzgado por un tribunal equivocado en Brasil, y en parte por un embuste ,que su vida corría peligro en las penitenciarías asesinas de Brasil.

No importa que su caso haya sido atendido por la instancia más alta de la justicia en Brasil, el tribunal designado para casos de corrupción, ni que convictos adinerados con diplomas universitarios tengan derecho a un alojamiento mejor conforme el peculiar código penal brasileño.

Sotto voce, el veredicto perdió frente al rédito político. Lo que nos remite a otro libreto para una película y un segundo canalla prófugo, Cesare Battisti. Al igual que Pizzolato, Battisti tuvo problemas con la ley y huyó a su Italia natal.

Este ex fratello d'armi del grupo terrorista Proletarios Armados para el Comunismo, se escapó de la cárcel en 1981 y huyó a México y luego a Francia, donde vivió libremente conforme la doctrina Mitterrand, que protegía a ex guerrilleros que se habían enmendado y declaraban no haber participado en el terrorismo, reinventándose como novelista policial. Juzgado in absentia en 1993, un tribunal italiano lo declaró culpable de cuatro cargos diferentes de asesinato y lo condenó a cadena perpetua.

DOCTRINA MITTERRAND

Cuando en 2002 la Doctrina Mitterrand expiró, volvió a huir, llegando a Brasil en 2004, donde se encuentra desde entonces. Arrestado en 2007, Battisti solicitó el estatus de refugiado alegando persecución política durante "los años de plomo" italianos. Roma presentó una solicitud de extradición y fue negada.

En una decisión ridícula, la Corte Suprema de Brasil falló en 2009 que Battisti no era preso político, abriendo legalmente el camino a la extradición, pero dejó la última palabra al presidente Luiz Inacio Lula da Silva.

Intervino entonces el ministro de Justicia Tarso Genro, abogado y miembro del Partido de los Trabajadores en el gobierno, que había defendido a más de un Battisti durante la dictadura brasileña.

El 31 de diciembre de 2010, su último día en el cargo, Lula dio un paso atrás y decidió no extraditarlo, convencido de que Battisti era blanco de una vendetta política. La decisión enfureció a los italianos, como lo hizo el posterior rechazo de la Corte Suprema brasileña de una apelación de Roma, con la argumentación de que doblegarse a una potencia extranjera constituía un golpe para la "soberanía" brasileña.

Lástima por la opinión de la jueza Ellen Gracie Northfleet, hablando por la minoría, de que la soberanía tiene que ver con "cumplir los tratados" celebrados entre países adultos, o sea el Artículo 3 del derecho federal brasileño, que niega la condición de refugiado a quienes hayan "cometido crímenes contra la paz, de guerra, contra la humanidad, delitos, tráfico de droga o participación en actos terroristas".

Brasil anunció que apelará el caso de Pizzolato ante el tribunal superior de Italia en Roma, la Corte de Casación. Hasta entonces, Pizzolato puede beber libremente espressos, lejos de las cárceles de su país. Hasta es posible que escriba una novela policial.

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