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Por estas 5 razones bajaría la inflación

Existen varias señales que ya apuntan a que los precios observados en la economía volverán a niveles cercanos al rango esperado por el banco central.

El pasado 9 de enero, el Inegi dio a conocer que la inflación de 2017 fue la más elevada desde 2000 y alcanzó ya el 6.77 por ciento.

En los primeros días del año, además, se generó una suerte de histeria colectiva que hablaba de alzas en las gasolinas, en la tortilla, en el gas LP, en el transporte, y parecía que entrábamos nuevamente a un arranque de año con fuertes presiones sobre los precios a los consumidores.

Bien, pues pese a los datos de diciembre y las percepciones que se crearon en el arranque de 2018, en este año –por lo menos en lo que llevamos de él- tendremos una de las bajas más significativas de la inflación que se hayan registrado en los últimos años en México.

Van cinco razones para explicar por qué habrá de bajar la inflación.

1. La base de comparación de 2017 es inusualmente alta.

La inflación de enero de 2017 fue de 1.7 por ciento. Se trató de la cifra más elevada para cualquier mes en lo particular desde enero de 1999. En ese mes únicamente, se registró la cuarta parte de la inflación de todo 2017. En la medida que la inflación depende del punto de referencia, con el solo hecho de seguir la trayectoria actual de incremento de los precios, la inflación bajaría desde este mismo enero.

De acuerdo con la encuesta quincenal de Citibanamex, que se levanta entre cerca de 30 instituciones financieras y consultores especializados, la inflación en el primer mes del año será de 0.52 por ciento, apenas ligeramente por abajo del 0.59 por ciento de diciembre, mientras que la correspondiente al comparativo anual sería de 5.5 por ciento.

Es decir, con una inflación mensual en enero muy parecida a la de diciembre, el comparativo anual bajaría prácticamente en 1.3 puntos porcentuales.

La trayectoria, de acuerdo con la mayor parte de los pronósticos de los especialistas económicos, seguiría a la baja y la mediana de las expectativas de precios para el cierre de año es de 4.08 por ciento, y apenas está ligeramente por arriba del rango fijado por Banco de México.

2. El crecimiento de los precios al productor bajó sustancialmente en 2017.

El aumento del índice nacional de precios al productor fue de 4.65 por ciento al término de 2017. Un año atrás, este índice había cerrado con un incremento de 8.52 por ciento y en enero del año pasado llegó incluso a 9.81 por ciento. Tradicionalmente, los procesos inflacionarios que tienen que ver con los costos comienzan con alzas en los precios al productor, que posteriormente se traducen, al menos parcialmente, en incrementos en los precios que pagan los consumidores.

Si la lógica opera en el caso de México, lo más probable es que la trayectoria del índice de precios al consumidor siga la del productor y vaya a la baja en lo que resta de 2018.

3. Desaparecieron los detonantes de la inflación de 2017.

En el análisis de incidencia de diversos rubros en la inflación encontramos que el factor que más pesó el año pasado fueron los precios de los energéticos y las tarifas fijadas por el gobierno. Estos explican 2.2 puntos de la inflación total de 2017. Es decir, sin su impacto tendríamos una tasa 4.6 en lugar de casi 6.8 por ciento. Otro elemento que influyó fuertemente en la inflación fue el tipo de cambio frente al dólar. La cotización de la divisa norteamericana se disparó desde niveles por debajo de los 17 pesos en la primera mitad del 2016 hasta casi 22 en febrero de 2017. Y aunque luego descendió, generó un impacto importante en los costos de las empresas. No se visualiza que un incremento porcentual tan importante pudiera tener lugar en 2018.

4. La política restrictiva del Banco de México.

La salida de Agustín Carstens del Banco de México no cambió la tendencia de la Junta de Gobierno, que en diciembre volvió a incrementar las tasas de interés y todo indica que repetirá en febrero, a pesar de que hay indicios de que, para entonces, la inflación habrá recuperado su trayectoria a la baja.

Aunque aún falta un integrante de la Junta, que no ha sido propuesto por el presidente Peña Nieto al Senado, se percibe que el banco central mantendrá las riendas cortas y tratará de asegurar la trayectoria a la baja de la inflación, aun si eso cuesta encarecer el dinero y bajar el ritmo de la actividad económica.

El contexto de una política fiscal expansiva en EU y la posibilidad de que allá surjan presiones inflacionarias también propiciarán alzas en las tasas de fondos federales en EU, que mayormente serán seguidas por el Banco de México. El consenso es que habrá al menos dos incrementos más en las tasas en este año en México y algunos opinan que podrían ser incluso tres alzas.

5. La política fiscal restrictiva.

A pesar de que, tradicionalmente, en los años electorales, el gasto público tiende a incrementarse, el Presupuesto aprobado para este año fue prácticamente igual al de 2017 en términos reales. Pero lo más importante es que el balance fiscal previsto implicará un superávit primario de 0.9 por ciento, lo que ocasiona yermo que las finanzas públicas seguirán generando un efecto restrictivo en la expansión económica.

Los márgenes de maniobra que tiene la secretaría de Hacienda son muy escasos en virtud de las calificadoras que observan con detalle la evolución de las finanzas públicas, y si existiera incumplimiento en los compromisos de ajuste, esto podría significar una reducción en la calificación de la deuda del país.

La política fiscal restrictiva será otro de los ingredientes que conducirá a una reducción de la tasa de inflación.

Las consideraciones anteriores suponen que no se producirá en este año un escenario traumático que pudiera detonar una depreciación inesperada del peso frente al dólar.

Los factores que podrían conducir a una depreciación violenta de nuestra moneda son una salida abrupta del Tratado de Libre Comercio de Norteamérica por parte del gobierno de Trump o el triunfo de Andrés Manuel López Obrador en las elecciones del 1 de julio.

Los dos escenarios son posibles.

En el primer caso, la aprobación del recorte de impuestos en EU ha reducido la presión para una salida rápida y el gobierno mexicano buscará cada vez más encontrar puntos de convergencia con EU para impedir que Trump rompa abruptamente las negociaciones.

En el segundo, existe la natural incertidumbre de los procesos electorales. Las encuestas recientes dan ventaja amplia a López Obrador, pero todavía es incierto si podrá mantener esta ventaja o si en el curso de la campaña José Antonio Meade o Ricardo Anaya lograrán recortar esta ventaja.

Uno de los logros del banco central, que poco se ha entendido, es el anclaje de las expectativas inflacionarias.

En la encuesta que mes a mes levanta el Banco de México entre especialistas se pregunta por la expectativa de inflación en el largo plazo.

La respuesta más frecuente cuando se pide un pronóstico de la inflación a un lapso de 1 a 4 años es de 3.5 por ciento; y para un periodo de 5 a 8 años, es también de 3.5 por ciento.

Aun si en el corto plazo hay eventos que saquen a la inflación de su curso, se percibe que existe en México la estructura institucional que permitirá reencauzarla hacia el objetivo del banco central, es decir, a un nivel de 3 por ciento, con un margen de más menos uno por ciento.

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