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Limpiar plantas de carne en EU es un trabajo letal... que hacen inmigrantes

Nadie sabía su verdadero nombre. En el trabajo era Tiffany Sisneros, hasta que una cinta transportadora trituró su brazo. Pidió una indemnización como Martha Solórzano y el médico que la evaluó escribió que su apellido era Torres. La llamaremos Martha, el nombre que usa su abogado. Al igual que millones de inmigrantes indocumentados en Estados Unidos, Martha vivía en las sombras. Dormía de día, trabajaba de noche y cambiaba de nombre según lo exigían las circunstancias.

Trabajaba como limpiadora en el turno de noche de la planta empacadora de carne Tyson Foods Inc. en Holcomb, Kansas. Todos los días, hasta seis mil vacas son sacrificadas y procesadas en el sitio. Tras retirar cabezas, cueros y pezuñas, los cuerpos son cortados por la mitad, pasan por la revisión de los inspectores y se envían por una red de cintas transportadoras para ser descuartizados, empacados y codificados por 3 mil 800 trabajadores en dos turnos.

Pasadas las 23:00, esa procesión se detiene y entra la cuadrilla de saneamiento. El único trabajo peor que eviscerar a los animales es limpiar después. Los trabajadores del tercer turno, como suele llamarse a los limpiadores, laboran entre sangre, grasa y restos de carne y hueso, corriendo toda la noche para higienizar la planta con desinfectantes y agua hirviendo. El hedor es insoportable.

En la madrugada del 7 de julio de 2011, Martha terminó de limpiar la cinta transportadora FC-3A. Luego de volver a encender la máquina, notó que había olvidado limpiar un lugar donde la grasa se acumula debajo del carril lateral. Dichos depósitos, si se descuidan, pueden interrumpir la línea de producción, así que Martha se metió debajo de la cinta en movimiento para fregar y perdió el equilibrio, intentó sujetarse y su mano izquierda quedó atrapada en el rodillo de la máquina, que devoró todo su antebrazo. Un supervisor la escuchó gritar y apagó la línea. Cuando lograron sacarla, los huesos radio y cúbito asomaban de su brazo, destrozados, según testificó en su caso de indemnización laboral.

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La mayoría de los accidentes en la planta de Holcomb están cubiertos por el seguro de compensación para trabajadores de Tyson. Pero Martha no trabajaba para esa empresa. La cuadrilla de limpieza dependía de Packers Sanitation Services Inc. (PSSI), el mayor contratista de limpieza del país para la industria alimentaria. En el sector cárnico, muchas plantas abastecen su turno nocturno a través de contratistas como Packers, estas compañías le pagan a su personal mayoritariamente inmigrante hasta un tercio menos de lo que ganan los empleados de producción durante el día. Martha ganaba 202 dólares a la semana.

Ese es el arte del outsourcing o la tercerización de los empleos. En una era de gran preocupación por la salubridad alimentaria, los productores cárnicos y avícolas están encantados de pagarles a las empresas de limpieza por su experiencia. Estas empresas también asumen los riesgos de dotar de personal aquellos puestos que solo aceptan los más necesitados o desesperados, a menudo inmigrantes indocumentados. Y eximen a los grandes productores, incluidos nombres conocidos como Tyson y Pilgrim's Pride Corp., de la responsabilidad de uno de los trabajos fabriles más peligrosos en la industria alimentaria moderna.

El Instituto Norteamericano de la Carne, que representa al sector, dice que los datos de la Administración de Seguridad y Salud Ocupacional (OSHA, por sus siglas en inglés) muestran que la tasa de lesiones es menor entre los trabajadores de limpieza que entre los empleados de la producción cárnica y que el total de lesiones en las empacadoras estadounidenses se ubica en mínimos históricos. Pero nadie sabe cuántos limpiadores se enferman y lesionan en el trabajo, asegura la Oficina de Responsabilidad Gubernamental de Estados Unidos (GAO), una agencia del poder legislativo, toda vez que OSHA no exige que las plantas reporten las lesiones de las subcontrataciones.

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A juzgar por el historial de Packers, la frenética labor nocturna con mangueras de alta presión, vapores químicos, sangre y grasa, alrededor de cintas, cuchillas y trituradoras, puede ser traicionera. Desde 2015 hasta septiembre de 2016, Packers reportó la decimocuarta cantidad más alta de lesiones graves (definidas como amputación, hospitalización o pérdida de un ojo) entre las 14 mil empresas monitoreadas por OSHA en 29 estados, según datos analizados por la organización NELP. Incluso esa estadística subestima los riesgos. Con cerca de 17 mil trabajadores, Packers ni siquiera iguala en tamaño a las 13 compañías que la anteceden en el puntaje de peligrosidad de NELP, entre ellas el Servicio Postal estadounidense (que ocupa el primer puesto), Tyson (cuarto) y Pilgrim's Pride (sexto). Ajustado por tamaño, Packers encabeza la lista de riesgo por un amplio margen, con una tasa de 14 lesiones graves por cada diez mil trabajadores. Su tasa de amputación de 9.4 por cada diez mil trabajadores fue casi cinco veces más alta que todo el conjunto de los trabajadores del sector manufactura del país en 2015.

"Los limpiadores enfrentan algunas de las condiciones más duras y peligrosas en la industria estadounidense, y nadie protesta porque son en gran parte inmigrantes mal pagados escondidos en el turno de noche", dice Deborah Berkowitz, investigadora de NELP y exjefa de personal de OSHA. "Ese es el costo de los consumidores estadounidenses que quieren proteínas baratas y de la industria cárnica y avícola que exige enormes ganancias".

Martha fue despedida. Packers y su aseguradora argumentaron en un tribunal que Martha no tenía derecho a una indemnización más allá de los gastos médicos porque había ignorado negligentemente las reglas de seguridad sobre apagar las máquinas. Martha dijo que en muchas ocasiones había limpiado debajo de cintas transportadoras en movimiento en sus 22 meses en el trabajo y nunca ningún encargado de Packers le dijo nada.

El médico que evaluó a Martha escribió que su mano izquierda había sufrido daños permanentes en los nervios, equivalente a un grado de discapacidad del 9 por ciento de la persona, lo que podría haberle dado derecho a un pago máximo indemnizatorio de 150 mil dólares. Pero el tribunal falló a favor de Packers y determinó que el accidente fue culpa de Martha. Así que no recibió nada.

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En la novela "La Jungla", de 1906, de Upton Sinclair, el protagonista sufre una lesión en una planta cárnica y, al igual que Martha, es despedido inmediatamente. Sinclair comparó las condiciones "indescriptibles" de los inmigrantes europeos en las plantas empacadoras de Chicago con la esclavitud, solo que "no había diferencia de color entre amo y esclavo".

Un siglo después, el componente racial está de vuelta. Casi el 30 por ciento del medio millón de trabajadores en las plantas cárnicas y avícolas del país son extranjeros sin ciudadanía, según la Oficina de Estadísticas Laborales de Estados Unidos. Más de un tercio de los trabajadores en empacadoras son hispanos. Y aunque la proporción de los trabajadores de limpieza que son inmigrantes no se rastrea, muchos en la industria estiman que es la gran mayoría.

Hoy, las empacadoras de carne suelen ser escrupulosas al revisar los papeles de los empleados de la línea de producción. Sin embargo, conseguir un trabajo en el tercer turno (el de los limpiadores), es fácil para los trabajadores indocumentados, especialmente en las plantas más pequeñas y con los contratistas de limpieza. Todos los trabajadores en el país deben tener documento de identidad y permiso de trabajo, si bien las empresas no están obligadas a verificar la autenticidad de dichos papeles. Pero tal vez lo más importante: todos saben que los federales rara vez hacen redadas por la noche.

La subcontratación de los servicios de limpieza "obedece exclusivamente a las ganancias", dice Tim Cox, quien dirige una empresa de consultoría en Carolina del Norte especializada en saneamiento para productores de carne y aves de corral. "Es más barato contratar a alguien sin papeles que no comprenda sus derechos como trabajador".

Gilberto González, un inmigrante guatemalteco que lleva once años limpiando plantas avícolas en Alabama, dice que las plantas más pequeñas y los contratistas de limpieza hacen pocas preguntas a los empleados indocumentados y aceptan prácticamente cualquier presunta prueba de elegibilidad laboral. "Se las ingenian para conseguir gente", dice.

Vive con tres de sus hijos en una casa rodante a las afueras de Albertville, al noreste de Alabama. Son casi invisibles, trabajan por la noche y apenas salen durante el día, usan carreteras secundarias para evitar a la policía y nunca abren la puerta a desconocidos.

González trabaja actualmente en una planta de Tyson como empleado de un importante contratista de limpieza llamado QSI, propiedad de Vincit Group. Como están las cosas, el trabajo es bueno. Pero recuerda con dolor su anterior empleo. Durante aproximadamente 15 meses, él y su hijo mayor, un joven que se identifica como Miguel, trabajaron en la limpieza de una pequeña planta procesadora llamada Farm Fresh Foods LLC en Guntersville, Alabama. Es una subcontratación típica de las zonas avícolas, hacen el trabajo de deshuesado y otras labores de matanza de los grandes productores avícolas; la mayoría opera con márgenes estrechos, para desgracia de los trabajadores, en particular los indocumentados, que son siempre los más vulnerables al abuso de las empresas que los contratan.

El supervisor de limpieza de Farm Fresh dirigía a la cuadrilla con mano implacable, de acuerdo con los González y otros excolegas que presentaron una queja ante OSHA en 2016. Eran obligados a trabajar a velocidades agotadoras, encerrados en habitaciones mal ventiladas con productos de limpieza clorados y limitadas pausas para ir al baño o hidratarse. El vapor químico les provocaba insomnio, cuenta Miguel. Varios trabajadores tuvieron que buscar ayuda médica, y los que no podían mantener el ritmo eran trasladados a un área extremadamente fría de la planta como castigo.

"Cuando nos quejábamos, era peor", dice González. Después de que los limpiadores se reunieron con la gerencia de Farm Fresh para discutir las condiciones laborales, la compañía los suspendió y se negó pagarles su último cheque. El Southern Poverty Law Center les ayudó a presentar una denuncia ante OSHA, que tiene un acuerdo con otras agencias federales para no actuar contra los trabajadores indocumentados mientras se procesan las denuncias. OSHA multó a Farm Fresh con 29 mil dólares por no contar con desagües adecuados y no proporcionar el equipo de protección apropiado para el agua contaminada, los desechos de pollo, los solventes y vapores químicos.

El poder de OSHA siempre ha radicado más en su capacidad de exhibir a los infractores que de sancionarlos (las multas por faltas graves de seguridad rara vez superan los 20 mil dólares) y ahora ya ni siquiera eso. En el pasado, la agencia nombraba a los infractores en comunicados de prensa, generando bochornosos titulares sobre los involucrados en los señalamientos. Pero en 2017, bajo el presidente Trump, OSHA emitió 121 comunicados, en comparación con 546 en 2016, bajo el presidente Obama.

La administración Trump también ha eliminado del sitio web de OSHA los datos sobre las muertes ocurridas en los centros de trabajo, reemplazándolos con noticias acerca de las iniciativas en materia de seguridad que la agencia ha emprendido en cooperación con la industria. Entre las propuestas regulatorias de Obama que Trump desechó en 2017 estaba una norma para bloquear y señalizar la maquinaria con el fin de aislarla de la fuente de energía, procedimientos cruciales que los empleados deben seguir para apagar las máquinas peligrosas antes de trabajar en ellas.

Las procesadoras cárnicas han operado sin mucho temor a OSHA desde antes de que Trump asumiera el cargo, en particular en el sudeste estadounidense. En 2016, cuando tres investigadores de OSHA se presentaron en la empacadora avícola Mar-Jac Poultry en Gainesville, Georgia, para investigar una explosión eléctrica que lesionó a un trabajador de mantenimiento, Mar-Jac les permitió examinar el lugar del incidente, pero nada más. A pesar de que OSHA descubrió otras lesiones en el registro de la planta e intentó ampliar la búsqueda, el abogado de la compañía lo impidió.


Cuando un inspector de OSHA regresó cuatro días después para examinar las herramientas de la víctima, el abogado de Mar-Jac, del bufete Wimberly Lawson Steckel Schneider & Stine en Atlanta, dijo que el inspector podía caminar por la planta hasta el casillero donde se hallaban las herramientas solo si aceptaba colocarse una caja de cartón sobre la cabeza para que no pudiera ver el resto de la instalación. Al final, Mar-Jac fue multada con apenas 20 mil dólares por violaciones asociadas a la explosión.

Los productores avícolas del sudeste, que utilizan al bufete Wimberly Lawson, han bloqueado al menos otras 13 inspecciones promovidas por OSHA. Fieldale Farms Corp. limitó el acceso de OSHA en 2015, después de que un limpiador inmigrantre birmano perdiera cinco dedos en su planta de Gainesville.

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Gold Creek Foods LLC en Dawsonville, Georgia, impidió que OSHA inspeccionara todas las máquinas salvo una después de que uno de sus trabajadores de limpieza perdiera un brazo en una cortadora de pollo. OSHA sancionó a Fieldale con 9 mil 800 dólares y a Gold Creek con 21 mil dólares por los citados accidentes.

Los informes de OSHA, y otros documentos obtenidos por Bloomberg a través de solicitudes de archivos públicos, exhiben la aciaga realidad de la industria cárnica estadounidense. Y un rápido crecimiento del sector podría empeorar las cosas. Se prevé que la producción estadounidense de carnes rojas y aves alcance un récord de 46 millones 720 mil toneladas en 2018, un 3 por ciento más que 2017, según el Departamento de Agricultura. Las procesadoras se hallan bajo presión para aumentar la capacidad y así poder satisfacer la demanda. A su vez, con sus aliados en el Congreso, la industria avícola está presionando al Depto. de Agricultura para que levante los límites a las velocidades de producción en las fábricas, una medida que el gobierno de Obama rechazó por insegura.

Para cumplir con los objetivos, las líneas de producción están operando hasta bien entrada la noche, dejando menos horas para que los trabajadores del tercer turno limpien el equipo antes de las inspecciones matutinas, explica David Greer, quien ha dirigido plantas de pollo y cuadrillas de saneamiento para Pilgrim's Pride, Perdue Farms, Gold Creek y otros desde 1991. Y el tercer turno es cada vez más complejo y peligroso, ya que las empacadoras añaden cuchillas, cintas y otros equipos automáticos a la higienización nocturna sin incrementar el tamaño del personal.

Para Brent Sherman era muy difícil seguir de cerca todas las modificaciones implementadas en la planta empacadora de Tyson en St. Joseph, Missouri. Una madrugada de 2015, mientras lavaba una trituradora de carne Cozzini, capaz de moler tres mil 629 kilos a la vez, la máquina hizo algo que no esperaba. Antes de comenzar, Sherman había puesto los controles de la trituradora en el modo limpieza, asegurándose de que no se encendiera durante 60 minutos; y los sensores de seguridad de la máquina debían mantenerla apagada hasta que volviera a colocar todas las piezas, incluso si le tomaba más de una hora.

Pero no sabía que alguien había desactivado los sensores para que se reiniciara automáticamente después del ciclo de limpieza, pues ello facilitaba (aunque a un costo infinitamente más peligroso) introducir la manguera, según la investigación de OSHA. Cuando la hora finalizó, la trituradora repentinamente arrancó, enganchando la manguera de Sherman, rompiéndole ambos brazos.

La investigación de OSHA expuso una cultura deliberadamente temeraria en la limpieza de la planta. Muchos sensores habían sido desactivados de manera similar para una limpieza más rápida. Los limpiadores le dijeron a OSHA que la única vez que sintieron la presión de los supervisores de Tyson para bloquear correctamente las máquinas fue cuando se esperaba la visita de un inspector del gobierno. OSHA multó a Tyson con 35 mil dólares en el caso de Sherman, quien está demandando a la empresa y a Cozzini por negligencia en un tribunal estatal.

Mel McCrary, el exinspector de OSHA en Kansas City que trabajó en el caso, dice que Tyson ha intentado mejorar sus sistemas de seguridad desde la lesión de Sherman. Pero una larga historia con la industria acusa que la seguridad nunca será una prioridad realmente importante. "Las personas sufren cercenamientos, pero si la compañía está funcionando, todo está bien", dice McCrary, quien se jubiló este año después de una carrera de 21 años investigando lesiones en empacadoras cárnicas. "Los trabajadores de limpieza son tratados, en el mejor de los casos, con apatía".

¿Y en el peor? En 2013, Hugo Ávalos Chanón limpiaba una mezcladora de hamburguesas en Interstate Meat Distributors Inc. en Clackamas, Oregon, cuando, según los investigadores, su manguera quedó atrapada en las paletas de la máquina y cayó al interior. Su viuda en México demandó a Interstate por muerte por negligencia, alegando que el turno de la noche era una auténtica trampa mortal. No había guardias de seguridad en las máquinas peligrosas y a los trabajadores se les exigía limpiar el equipo mientras estaba funcionando, de acuerdo con documentos de la corte. Un juez del Condado de Clackamas ha permitido que la viuda busque indemnización punitiva en el juicio.

En documentos legales, Interstate reconoce problemas de seguridad, pero dice que el patrón de Ávalos Chanón, y por tanto la empresa responsable de su seguridad, era el contratista DCS Sanitation Management Inc. Interstate afirma que pagó a DCS una cuota fija para que asumiera la plena responsabilidad del turno de noche. La oficina de OSHA en Oregon multó a DCS con 6 mil 300 dólares tras la muerte de Ávalos Chanón.

"Los capataces de DCS sabían que era posible limpiar las máquinas apagadas, pero creían que no tenía sentido financiero", argumentó Interstate ante la corte en una inusual descarga de franqueza.

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