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Ellos son los que más pierden en la guerra comercial de Trump

Las medidas del mandatario de EU afectarían a Boeing, Apple y Caterpillar, pues verían reducidas sus transacciones con China.

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Los aranceles propuestos por Donald Trump a las importaciones de acero y aluminio han puesto nerviosos a los directivos de las empresas estadounidenses. Es fácil imaginar que los otros países responderán gravando el whisky, las excavadoras de Caterpillar y los jets de Boeing hechos en Estados Unidos.

"Dios bendiga a Boeing", dijo Trump el pasado mes de febrero, y también por esas fechas expresó "Amo a Caterpillar". Poco servirán esas muestras de afecto a Boeing y Caterpillar, pues ambas son grandes consumidoras de metal y las presiones competitivas que enfrentan del extranjero solo se intensificarán con una guerra comercial.

Trump insiste en que no reculará en la imposición de gravámenes sobre las importaciones de acero y aluminio, aun cuando un creciente coro de líderes mundiales, ejecutivos corporativos y miembros de su propio partido critican la estrategia.

Ya sea porque es demasiado terco para admitir su error o porque cree su afirmación de que las guerras comerciales son "fáciles de ganar", Trump parece decidido a atizar represalias. Luego que la Unión Europea planteara la posibilidad de imponer aranceles a las motocicletas Harley-Davidson y al bourbon de Kentucky, Trump amenazó con aplicar aranceles a los autos europeos.

Todavía hay posibilidad de que los aranceles no se apliquen o se rebajen con exclusiones para los aliados del Tío Sam. El portavoz de la Cámara de Representantes, Paul Ryan, y el presidente de la comisión legislativa de Medios y Arbitrios, Kevin Brady, los han criticado, mientras que el senador Mike Lee, republicano de Utah, ha propuesto un proyecto de ley que limitaría la capacidad del presidente de imponer aranceles sin la aprobación del Congreso.

Pero por ahora, la retórica de Trump mantiene viva la posibilidad de una guerra comercial, ante los temores de directivos estadounidenses, incluidos los que pensaban que tenían un amigo en la Casa Blanca.

Caterpillar pronosticó para 2018 un crecimiento en las ventas de su negocio de construcción, en parte porque espera una fuerte demanda de China en el primer semestre del año. Pero si aumentan las tensiones, China, que está gastando a manos llenas en su colosal proyecto de infraestructura "One Belt, One Road", podría recurrir a fabricantes locales de maquinaria pesada como Sany Heavy Industry o Zoomlion Heavy Industry Science & Technology.

En esa misma línea, la japonesa Komatsu podría quitarle mercado a Caterpillar en los acuerdos con aliados de Estados Unidos molestos por las acciones de Trump.

Boeing enfrenta desafíos similares. La flota mundial de aviones se duplicará en las próximas dos décadas, un escenario donde China superará a Estados Unidos como el mayor mercado aéreo del mundo para 2022.

"Es una increíble oportunidad de crecimiento", dijo el director general de Boeing, Dennis Muilenburg, el mes pasado, "pero tenemos que ser capaces de competir y ganar".

Y ahí está el problema. El aluminio representa cerca del 80 por ciento del peso de la mayoría de los aviones comerciales, y los aranceles podrían hacer que el metal que necesita Muilenburg cueste más que el de sus competidores.

El fabricante aeroespacial chino Commercial Aircraft Corporation of China prevé lanzar en 2021 un avión que rivalice con el 737 de Boeing, en tanto que su archirrival Airbus ya está en la República Popular: tiene una planta de ensamblaje final operando en Tianjin y tiene órdenes pendientes de 551 aviones de compradores de China continental y Hong Kong, frente a las 325 de Boeing.

Eaton, fabricante de equipos de iluminación y refacciones para camiones con una capitalización bursátil de 36 mil millones de dólares, es una de las primeras grandes empresas industriales que han calculado el impacto directo de los aranceles.

La compañía declaró el 2 de marzo que registraría un aumento de 50 millones de dólares en sus costos de materias primas si los aranceles sobre todos los grados de acero y aluminio entran en vigor en abril.

Las extranjeras que han respondido a las exhortaciones de Trump de fabricar más en Estados Unidos tendrán motivos para sentirse damnificadas. Las automotrices como Toyota, Daimler y Volvo, anunciaron nuevas inversiones en fábricas estadounidenses por cinco mil 500 millones de dólares entre enero y septiembre de 2018.

Una cifra inferior al promedio de diez mil millones de dólares anuales en la última década, pero la cautela parece justificada.

El año pasado, Hyundai prometió invertir tres mil cien millones de dólares en Estados Unidos en cuatro años a través de KIA Motors. Pero los aranceles "podrían afectar negativamente nuestra producción actual en Estados Unidos y una futura expansión", dijo un portavoz de la automotriz a Bloomberg News en un correo electrónico el 2 de marzo.

Si la guerra comercial se vuelve política, el impacto va más allá del metal.

Sheldon Adelson fue el principal donante de los republicanos en el ciclo electoral de 2016 y su empresa, Las Vegas Sands, obtiene el 60 por ciento de sus ingresos de los casinos operados en el territorio chino de Macao, las concesiones para esos casinos vencen en 2022.

El año pasado, el Gobierno de Macao había prometido detallar cómo extendería dichas concesiones a mediados de este año. Pero habría problemas para renovar sus derechos con una guerra comercial. El mismo conflicto afectaría a Wynn Resorts, que se está recuperando de la renuncia de su fundador y recaudador de fondos para el partido republicano Steve Wynn tras un escándalo de abusos sexuales.

Hay que estar atento a lo que pasa con las adquisiciones. El Comité de Inversión Extranjera en Estados Unidos (CFIUS) endureció su postura ante las adquisiciones chinas. En una guerra comercial, el regulador antimonopolio de China, el Ministerio de Comercio, presionaría con más fuerza o retrasaría las propuestas que pasan por su escritorio.

La adquisición de NXP Semiconductors por parte de Qualcomm por 46 mil millones de dólares se anunció hace más de 15 meses, y las compañías aún esperan el visto bueno del Ministerio chino de Comercio. Qualcomm necesita el acuerdo para defenderse de una pugna de fusión y repeler la oferta de compra no solicitada de Broadcom, bloqueada después de que interviniera el CFIUS.

Incluso Apple tendría motivos de preocupación. China le reporta 45 mil millones de dólares de ingresos anuales, esa cifra supera a la que generan en el país asiático las siguientes tres mayores compañías estadounidenses combinadas.

Pero Beijing ya demostró su habilidad para dirigir hábitos de compra en China: un boicot contra productos surcoreanos luego que el país desplegara un sistema de defensa antimisiles tumbó las ventas locales de Hyundai y Lotte Shopping en 2016 y 2017. Una cosa es segura: una guerra comercial supuestamente "fácil de ganar" tendrá muchos perdedores estadounidenses.

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