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Vivir entre grietas y hundimientos


 
Miriam de Regil
 
Ignorados por las autoridades, los habitantes de las colonias Peñón del Marqués, Santa Martha Acatitla y Ampliación Santa Martha -en los límites entre el Estado de México e Iztapalapa- se han acostumbrado a convivir con los hundimientos que amenazan devorar los escasos muebles y enseres que hay en sus humildes viviendas, y con las profundas grietas que atraviesan paredes y techos ante la sorpresa del visitante que no atina a entender por qué esas construcciones aún continúan en pie.
 
"Siempre han estado allí; por más que uno busca taparlas no tardan en volver a aparecer", señalan a este diario los afectados en una rara mezcla de resignación y temor.
 
Fallas geológicas, un subsuelo constituido con arena muy fina -lo cual lo hace vulnerables a desniveles y fracturas del piso-, además de extracción excesiva de agua conforman, de acuerdo con los expertos, un cóctel explosivo que pone en riesgo a miles de familias y su patrimonio.
 

 "Hemos aprendido a vivir con esto"
 
María Dolores Fabián Barrón tiene hoy 66 años de edad, es viuda y vive en la colonia Ampliación Santa Martha con su hijo y 4 nietos. "Desde que llegue a vivir existe esta problemática. Pese a que con el tiempo se ha agravado, las autoridades no toman alguna medida. Cuando pasa algún accidente a causa de los hundimientos y las grietas vienen y hacen recorridos", pero jamás regresan. "Sólo nos dejan ilusionados". Lo que necesitamos, dice con voz entrecortada, son soluciones.
 
Por años, esta ama de casa durmió al lado de una grieta, hoy de más de 30 centímetros, a la que colocaba piedras cada vez que se abría, "para que no saliera por allí un animal".
 
Cuando llovía, explica, "sólo cuidaba que no saliera por ahí más agua, pero nunca lo vi como un problema, hasta que mis hijos sacaron mis cosas cuando el techo de lo que era su recámara se comenzó a doblar".
 
Hoy, ese espacio es utilizado por doña Dolores como bodega de pet y cartón que vende "para ayudar con algo de dinero a la familia".
 
Primero, Dolores se mudó a un cuarto de lámina que improvisó en su patio, y después se cambió a "unos cuartitos" que su hijo construyó, luego de recibir un préstamo del Instituto Nacional de Vivienda que aún se está pagando.
 
"Pueden pasar a ver los daños de mi casa, por mí no hay problema, tal vez esto sirva para recordarle a las autoridades que aquí estamos con los mismos problemas que dijeron que nos ayudarían a resolver."
 

 "Tenemos miedo de que la tierra nos trague"
 
María del Rosario Luz Montero vive en un predio también de la Ampliación Santa Martha que se ubica sobre la Avenida Ignacio Zaragoza. "Este es la herencia que mi padre me dejo, y la cual yo daré a mi cuatro hijos que hoy viven aquí con sus familias".
 
Hemos aprendido a vivir con las grietas, dice Rosario, quien asegura que la inversión para que éstas no crezcan ha sido mucha; sin embargo "más tardamos en rellenarlas o poner piso que en volver a salir. En la sala ya mejor puse una alfombra para que no se vea feo el piso".
 
El baño, agrega, cada vez está peor."Ya ni lo uso, pues me da miedo un día quedarme aquí".
 
Su hija Adriana, quien vive allí con sus dos hijos, señala que de las grietas "han salido desde alacranes hasta ratas tipo conejo. Sabemos que es una zona de alto riesgo, pero no tenemos a donde irnos, ni podemos vender porque nadie quiere comprar problemas, entonces pues seguimos aquí con el miedo de que un día la tierra nos trague".
 
María del Rosario explica que se ha puesto de acuerdo con los vecinos para reportar y tener un control de las afectaciones. "Nos tenemos que ayudar entre nosotros, estamos conscientes de lo que ocurre y si alguien necesita apoyo todos le entramos pues compartimos los mismos problemas. Algunos casos son más difíciles, pero al final "es el único patrimonio que tenemos" y como sea se tiene que cuidar".
 

 "No hay dinero para arreglar"
 
Carlos Ávila tiene 38 años y es desempleado. Su casa además de grietas registra hundimientos. Las construcciones vecinas se le están "viniendo encima" y su fachada está por caerse. La puerta del garaje no se abre desde hace tres años, "pues si lo hacemos se cae todo, el carro mejor lo guardamos con un amigo tres calles arriba".
 
Es un riesgo estar así, advierte, pero que se le puede hacer si no hay dinero para arreglar nada.
 
Cada vez que alguien ingresa al domicilio lo hace por un pequeño orificio que se tiene en la pared y que tapan con unas tarimas.
 
"Al principio mis hijos lo veían como un juego, luego me preguntaban: ¿cuándo lo vamos a cambiar papá? Ya no sé que decirles, pues la fecha la veo cada vez más lejos porque trabajo no consigo, y con lo que gana mi esposa apenas estamos sacando para comer y mandar a la escuela a los niños."
 
Cambiar de domicilio es "imposible", pues ni como irse a otro lado y cómo vender algo que se está viniendo abajo.
 

 "Aquí nos tocó vivir"
 
José Guadalupe Villanueva es habitante de la colonia Peñón del Marqués, una de las zonas más afectadas por las fallas geológicas que el mismo cerro del mismo nombre provoca en toda el área.
 
"Arreglar la casa es un cuento de nunca acabar", indica el comerciante de 60 años, quien explica que cada diciembre aparta cierta cantidad de su aguinaldo para dar una arregladita a su casa.
 
"Mi nietos viven aquí, por eso no puedo permitir que les pase algo". A lo largo de los últimos 20 años, apunta, ha reforzado su construcción con columnas y castillos "para amacizar todo". Gracias a ello, explica, su inmueble no ha reportado tantos daños como otros.
 
"Pero no podemos cantar victoria, pues cualquier sismo de intensidad fuerte podría acabar con todo en un par de segundos. Es el único patrimonio que puedo dejar a mi familia. La casa y sus arreglos son resultado de años de trabajo que me han costado mucho, y que sería lamentable perder en cualquier momento. Aquí nos toco vivir, como dice Cristina Pacheco."
 


 La cabaña del tío Chueco
 
Francisco Javier Montero tiene 72 años, es hojalatero y vive desde hace 40 años en Santa Martha Acatitla, donde señala se han mejorado las calles e iluminación, pero los problemas de hundimientos, grietas e inundaciones han sido una constante en la zona.
 
"Nuestra casa está en peligro de venirse abajo, pues las construcciones vecinas, en particular las nuevas, están provocando más daños a nuestra vivienda. Ya mejor tiramos el techo del cuarto del fondo para evitar un accidente mayor."
 
Francisco dice que su recámara es ya como la cabaña del tío Chueco, pues la inclinación se puede observar sólo con entrar. "Los niños juegan con pelotas y objetos que dejan caer al fondo" y el miedo, apunta, "es que un día esto se deje de ser sólo un juego".
 
Paco -como le gusta que le llamen- indica que "si invertimos en reforzar la casa, no comemos". Mis hijos mejor se fueron con sus familias a otro lado, y cuando vienen me quieren llevar con ellos, "pero de arrimado no, aquí están mis clientes y además rento dos cuartos con lo que me ayudo a sobrevivir.
 
Cuando sucede algo, en particular las inundaciones, es cuando llegan a venir las autoridades, pero nunca ayudan, sólo levantan datos. "Después todo sigue igual".
 


 
Información proporcionada por El Financiero Diario.

 
 
 

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