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Tras espionaje, AL busca desenchufarse de EU


 
Reuters
 
SAO PAULO.- El presidente Evo Morales podría recorrer en diciembre 19 mil kilómetros hasta las remotas montañas del sur de China para el lanzamiento del Túpac Katari, el primer satélite boliviano.

Y su viaje al centro espacial de Xichang para ver despegar al satélite de fabricación china, en el que invirtió 300 millones de dólares, ilustra lo lejos que algunos líderes latinoamericanos están dispuestos a ir en busca de independencia tecnológica de Estados Unidos.

La alternativa, sin embargo, podría estar mucho más cerca de lo que Morales imagina.
 
Brasil quiere capitalizar la urgencia de sus vecinos por desmarcarse tecnológicamente de Washington, tras reportes de que la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) espió incluso a aliados como Dilma Rousseff y Enrique Peña Nieto.

Desde que surgieron las primeras denuncias en julio, Brasil aceleró los planes para poner en órbita un satélite de defensa, aumentar las conexiones de fibra óptica con otras naciones y compartir su nueva plataforma de emails encriptados.

Es además el único país latinoamericano con una industria de defensa como Embraer capaz de fabricar aviones de combate.

"La pérdida de confianza en los proveedores internacionales abrirá una ventana de oportunidad para la tecnología local", dijo un funcionario brasileño involucrado en el diseño de políticas tecnológicas del Gobierno de Rousseff.

Hoy eso significa básicamente servicios de correo y de criptografía propios, relocalización de datos alojados en el extranjero, incentivos para la fabricación de hardware como servidores y muchos, muchísimos kilómetros de fibra óptica.

Pero en el futuro quizás también drones como los que está desarrollando Embraer para vigilar el crudo, el cobre, gas de esquisto y otros recursos de América Latina. Al final de cuentas, documentos de la NSA filtrados por el ex contratista Edward Snowden sugieren que la petrolera estatal brasileña Petrobras también fue blanco del espionaje.

"Alejarse de las soluciones occidentales de hardware y software para todo tipo de sistemas podría resultar en gran beneficio para las compañías brasileñas en América Latina", dijo Evan Ellis, un profesor de seguridad nacional en el War College del Ejército de Estados Unidos y autor de un libro sobre las relaciones militares entre China y América Latina.

"Estoy seguro que las industrias brasileñas de defensa y comercial están ya desarrollando estrategias con respecto a cómo capitalizar este lamentable evento", añadió.

En contra de los planes de Brasil pesan los astronómicos costos tributarios, laborales y de energía que pulverizan la competitividad de muchas empresas instaladas en el país. Operar un centro de datos en Sao Paulo, dicen las compañías del sector, puede ser 100 por ciento más caro que en Estados Unidos.

Sin embargo, la oportunidad no parece nada despreciable. La industria de tecnología de la información en América Latina ha de crecer este año más de 10 por ciento hasta unos 140 mil 500 millones de dólares, bastante por encima de la media mundial, según la empresa de inteligencia de mercado IDC.
 
La región podría darle un empujón a un anillo de fibra óptica que hilvanaría las 12 naciones de la Unasur con un cable de 10 mil kilómetros. Ideado originalmente para abaratar costos de conexión y democratizar el acceso a Internet, el plan fue desempolvado recientemente en respuesta a las preocupaciones de seguridad.

Debido a la arquitectura de la Internet, cuando Rousseff envía un email a su colega argentina Cristina Fernández es muy probable que pase por un servidor en Miami, como ocurre con más de 80 por ciento del tráfico de datos en América Latina.

"Lo de Snowden vino a ratificar este problema", explicó el ministro de Defensa de Uruguay, Eleuterio Fernández. "Se quiere interconectar sólidamente con fibra óptica y otros sistemas a nuestros países, para ganar la mayor independencia posible".

Y nuevamente, Brasil es el más avanzado. A fines de junio inauguró una conexión de fibra óptica con Uruguay y prevé hacer pronto lo mismo con Argentina, Paraguay y Guyana Francesa.

El proyecto está aún en pañales y, en privado, funcionarios de varios de los países involucrados dicen que ni siquiera hay una idea de cuánto costaría.
 

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