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Recorrido por 170 años de fotografía en México


 
 
Silvina Espinosa de los Monteros
 
 
Con el propósito de invitar a un recorrido visual por los sucesos más relevantes en la historia del país, el Museo Nacional de Arte (Munal) ha abierto sus puertas a la exposición México a través de la fotografía, la cual reúne 330 obras, provenientes de 45 archivos tanto nacionales como extranjeros, para dar cuenta de un periodo que abarca 170 años, que inicia con la primera imagen que tomó el francés Jean Francois Prelier de la Catedral Metropolitana, en 1840, y concluye en 2010.
 
 
Si bien es cierto que sus organizadores siempre tuvieron en mente llevar a cabo una gran exposición fotográfica, este proyecto surgió hace dos años como una apuesta editorial. La Fundación MAPFRE invitó al etnógrafo Sergio Raúl Arroyo —cuando aún no había sido designado director general del INAH, cargo que ostentó del 8 de diciembre de 2012 al 8 de julio de 2013— a realizar un libro sobre la historia de México a través de la fotografía. Éste sería parte de una colección cuyos volúmenes ya se han editado en otros países y llevan como título el nombre de cada nación: Chile, Brasil, Colombia, Argentina y, ahora, México. En un par de semanas editorial Santillana pondrá en circulación el impreso sobre nuestro país.
 
 
—¿Cuál fue el criterio que siguió para integrar esta muestra? —preguntamos a Sergio Raúl Arroyo, curador de México a través de la fotografía.
 
 
—Lo que nos interesaba era tener las piezas clave que contaran la historia de México, pero atendiendo a tres puntos esenciales. Primero: no hacer una historia circunscrita a la historia política, aunque, desde luego, los hechos políticos más relevantes sí están presentes. Segundo: que la muestra no fuera una exposición autoral, sino más bien que las obras estuvieran relacionadas con esta especie de reconocimiento paulatino que se le ha ido dando a la fotografía. Y, tercero: que hubiera continuidad, que tanto el libro como la exposición tuvieran un cierto diacronismo. Nos interesaba más caracterizar las épocas y no tanto que las fotos tuvieran una secuencia cronológica estricta.
 
 
De ahí que los visitantes puedan admirar las obras fotográficas de más de 200 artistas como Claude Désiré Charnay, Manuel Álvarez Bravo, Tina Modotti, los hermanos Mayo, Hugo y Arno Brehme, Enrique Metinides, Nacho López, Juan Rulfo, Edward Weston, Guillermo Kahlo, Pedro Meyer, Graciela Iturbide y Gerardo Suter.
 
 
—A lo largo de estos 170 años de fotografía en México, ¿de qué modo las técnicas han ido modificando la visualidad?
 
 
—Ése es un tema central de la exposición. Si revisas toda la muestra verás que el 70 o 75 por ciento de las fotos son vintage; es decir, fotos originales o primeras impresiones. Nos parecía vital mostrar cómo la fotografía tiene su propia materialidad. En ese sentido, las pátinas, los colores o el tipo de soporte no son gratuitos o accesorios. ¿Cómo podríamos ver ahora la invasión estadounidense de 1847 si no fuera por la mirada de quienes hicieron los daguerrotipos de ese suceso? El dagerrotipo le otorgó materialidad a lo ocurrido y nos dio una visión muy distinta de lo simplemente imaginado o supuesto, sobre todo si pensamos que antes de 1839 en México no teníamos imágenes tomadas directamente de la historia.
 
 
—¿Podría hablarnos de algunas obras esenciales presentes en esta exposición?
 
 
—La llegada a México de la fotografía es impresionante. Hay dos fotos que definen esto. El gran fotomural de la Catedral Metropolitana hecho en 1840 por el francés Jean-Francois Prelier, donde aún se pueden ver los escalones que tenía antes de su hundimiento; y, por otra parte, las obras sobre papel salado de Claude Désiré Charnay, especialmente una panorámica de la ciudad de México, que es una obra maestra. Otras piezas fundamentales son los daguerrotipos de la invasión estadounidense de 1847, que vienen del Amon Carter Museum of American Art, de Texas, los cuales, tras diversas gestiones, pudimos conseguir. Nunca antes se habían exhibido en México y tienen, además, una historia muy interesante, ya que estaban perdidos y fueron encontrados en un granero de Connecticut.
 
 
—¿Cuándo surge la figura del fotógrafo en calidad de autor?
 
 
—En la exposición hay un muro que está prácticamente dedicado a los años treinta, década en que los fotógrafos ya se comienzan a considerar autores. Ahí está la imagen tomada por Manuel Álvarez Bravo de la radiografía de una mano y, al lado, otras de Tina Modotti, Agustín Jiménez y Edward Weston, por nombrar sólo algunos.
 
 
Durante el recorrido también hay fotos relacionadas el ingreso del país a la modernidad, iconos cinematográficos, movimientos sociales como el magisterial, el ferrocarrilero y, por supuesto, el de 1968.
 
 
—En una etapa mucho más reciente, llaman la atención dos imágenes vinculadas al narcotráfico: El soplón (1993), de Eloy Valtierra; y Tus pasos se perdieron con el paisaje (2010), de Fernando Brito.
 
 
—Vistas, paradójicamente, con una enorme sutileza, son dos fotos emblemáticas donde la violencia comienza a reconocerse en lo que pareciera un paisaje pulcro, de un país que había permanecido intocado. Ambas imágenes nos remiten al momento en que la violencia ha cobrado un papel fundamental. Desconocerlo sería una grave omisión. De igual modo, también hay tres fotos sobre migrantes, que expresan esa realidad contundente y descarnada.
 
 
—¿Cuál es, para usted, el mayor mérito de esta exposición?
 
 
—El que nos da una visión integral de lo que ha sido la fotografía en México a lo largo de 170 años. Hay gente a la que le parece más fácil irse por uno o dos autores, pero aquí había que abarcar todos los géneros, técnicas y muchísimos fotógrafos, tanto conocidos como desconocidos. Con esta ambición se planteó. Algo que me parece más un mérito, que un desacierto.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

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