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Posadas pasan del atrio a la calle


 
 
Eduardo Bautista García
 
 

A lo largo del siglo XIX se fue produciendo un fenómeno social muy interesante en la vida nacional. La Iglesia fue perdiendo poder político ante las autoridades civiles, que marcaron su primera gran victoria con la Ley Lerdo y las siguientes Leyes de Reforma. La secularización –como la llaman los expertos- fue permitiendo que las fiestas religiosas salieran poco a poco a las calles y se transformaran en festividades populares. Las Posadas (tradición decembrina de nueve días que comenzó a celebrarse en Nueva España durante el siglo XVI como instrumento evangelizador de las comunidades que habitaban en Mesoamérica) pertenecen a esa clase de verbenas sociales.
 

Los especialistas en la materia no se aventuran a dar una fecha exacta, ni aproximada, en la que Las Posadas dejaron los atrios para propagarse entre las ciudades más importantes de la América Novohispana. Coinciden, sin embargo, en que la secularización, jugó un papel importante en la consolidación de las fiestas dentro de los calendarios de los principales barrios semiurbanos. Una investigación elaborada por Marisol Tarriba, del Instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM, titulada Las posadas en 1894 y 1895. Una tradición religio-terpsicorea indica que, posiblemente, el fenómeno comenzó en los años posteriores a la consumación de la Independencia. La Constitución liberal de 1857, marcó definitivamente la relación entre la iglesia y el Estado. Entonces, dice Tarriba: "La sociedad de finales del siglo XIX podía disfrutar de una independencia mucho mayor al celebrar Las Posadas y, por más que la Iglesia expresara su inconformidad al respecto, poco podía hacer para cambiarlo".
 
 
 
 
El origen evangelizador
 

De acuerdo con el poeta, profesor universitario de la UNAM y estudioso de la Historia de México Salvador Mendiola, una fiesta parecida a lo que hoy se conoce como Posada fue practicada por San Francisco de Asís, cuyos seguidores realizaban "unas representaciones entre juglarescas y teatrales" cerca de la Natividad en Asís, Italia, durante el siglo XIII. El periodista cultural Sergio Almazán propone analizar el fenómeno desde otra perspectiva. Encuentra lo que llama "analogía" entre Las Posadas y los ritos mexicas. Según él, los rituales prehispánicos correspondían en época del año con las futuras festividades cristianas:
 

"Cuarenta días antes del sacrificio –cuenta- se compraba al esclavo más joven en el Tianguis de Tlatelolco y, justo en los nueve últimos días previos al día de su muerte, el esclavo era venerado. Al final, era sacrificado y su sangre era brindada a los dioses para que el Sol se alejara de la Tierra y se dieran buenas cosechas para la primavera".
 
 
Para Almazán no es extraño que los evangelizadores "se montaran" en un ritual pagano como vehículo sobre el cual establecer el nuevo canon religioso.
 

Según Mendiola, los mexicas solían tener ritos en torno al 21 de diciembre, fecha en la que inicia el invierno. "En estos ritos -dice- se tienen registros de sacrificios humanos y demás actos que guardan cierta similitud con la dinámica de Las Posadas". Almazán llama la atención sobre la numerología similar en la festividad: "Nueve días de cautiverio antiguo; nueve posadas. Fiestas previas convertidas en sacrificio". Para Mendiola es muy simbólico el uso de una vasija como parte central de la fiesta misma: "En vez de romperle la cabeza a un ser humano, mejor rompe una piñata de barro".
 
 
De acuerdo con José Luis Cantón Paterna, especialista español en filología hispánica por la Universidad de Barcelona y experto en Estudios Mexicanos por la UNAM, "un fraile agustino, Diego Soria, pidió permiso al Papa para celebrar nueve misas durante los nueve días anteriores a la Natividad". Con ello, afirma, se pretendía convertir una fiesta pagana en una cristiana: "los indígenas celebraban por esas fechas unas fiestas de nueve días a Huitzilopochtli. Así, los agustinos cambiaron los personajes de esta celebración por José y María, con la idea de mantener la festividad con un carácter cristiano y favorecer, de esta forma, la conversión al catolicismo. Así ocurrió un fenómeno de sincretismo en el que se unieron las fiestas paganas indígenas con los nuevos motivos cristianos".
 
 
 
 
De los atrios a las calles
 

En La danza de moros y cristianos el etnólogo mexicano Arturo Warman sostiene que "las transformaciones básicas, las que cambian la orientación en la evolución de las culturas no son el resultado de un proceso lento sino que, por el contrario, suceden en lapsos cortos y de gran intensidad".
 

Según los expertos entrevistados, Las Posadas dejaron de ser instrumentos evangelizadores en el momento en que la mayoría de la población indígena se volvió católica. Cantón Paterna afirma que durante la Colonia Las Posadas eran realizadas en los atrios de las iglesias (el espacio que se encuentra frente a la puerta de las iglesias), pues las celebraciones prehispánicas eran al aire libre, y los indígenas no se atrevían, en principio, a participar en ceremonias en los templos cerrados. "Se realizaban cantos religiosos, oraciones y se iba pidiendo posada de capilla en capilla... Era una fiesta institucional", cuenta Mendiola.
 

Almazán y Mendiola afirman que fueron agustinos quienes comenzaron a realizar Las Posadas de la forma en que las conocemos hoy día, pues, aseguran, esta orden religiosa no tenía voto de pobreza, por lo que estaba permitido gastar mucho dinero en su realización y así fue como La Posada se convirtió en una fiesta sumamente concurrida. "Durante los siglos XIX y XX, la música religiosa fue sustituida por música popular", señala Cantón Paterna.
 

La historiadora Beatriz Aracil Varón indica en su libro Reflexiones para una historia de la teatralidad religiosa popular en México que las reformas establecidas en la Constitución liberal de 1857 despojaron a la Iglesia de su influjo sobre los ámbitos doméstico y social, lo cual derivó en "una mayor libertad de las formas y los contenidos, mismos que ya no debían ajustarse a la ortodoxia de la estructura eclesiástica".
 

Los especialistas coinciden en que fue durante la segunda mitad del siglo XIX cuando La Posada se convirtió en un festejo de la cultura popular, ya en una sociedad libre y secularizada.
 
 

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