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México-Finlandia, una cascarita engañosa


 
Mauricio Mejía
 
La Selección Mexicana de futbol comienza la era de Miguel Herrera en el banquillo con una cascarita que se toma en serio. Partido plagado de errores propios y extraños, ni manera de tomarse al pie de la letra. Un 4-2 que quiere asomarse a Nueva Zelanda desde San Diego ante un semiequipo nórdico, así de absurdo. Sin orden, acostumbrado ya, tan rápido, a la carencia de estilo, a la ausencia total de imaginación, el equipo de Herrera finge pararse en la realidad ante un fantasma venido de lejos.
 
Rafael Márquez, de cabeza en un tiro de castigo en el minuto 10; Carlos Peña en el 23', de remate; Oribe Peralta en el 47', en un rebote, y Jesús Escoboza en el 64', en una jugada casi de rutina, es el sumario de una colección de goles para el olvido. Finlandia, ajena a la república de la pelota, con anotación de Jarkko Hume, en el 27', y un autogol de Juan Carlos Valenzuela (ese atrevimiento casi ofensivo en el plantel) en el 55', se dio a notar casi por compromiso; también fingiendo su papel de comparsa de una noche de la que solamente vale la taquilla, casi mustia.
 
La lista de cambios de Herrera se completó con cinco movimientos que, después de todo, no transformaron nada. El equipo verde ventila su desorden crónico desde la salida; Francisco Javier Rodríguez mantiene vigente su baja de juego y su inoperancia en la zaga; Medina casi al margen del partido y Raúl Alonso Jiménez, con la posición dos tallas más grande para su percha, componen un cronograma de una ilusión, en el sentido imaginario del término.
 
Poco se sabe, poco se conoce y se rescata de una noche sin rival. Nueva Zelanda sigue siendo la misma sospecha que hace una semana; México la misma confirmación de la impericia.
 
 
 
 

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