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Las Vegas Xalostoc, el diluvio que arrasó con todo


Sandra Marín

30 de julio de 2011. 19 horas. Fueron sólo 20 minutos de tormenta, no 40 días como en la Biblia, pero ese día a los miles de habitantes de la zona limítrofe de los municipios de Ecatepec y Nezahualcóyotl, en el Estado de México, el diluvio los agarró desprevenidos y sin un arca como la que usaron Noé y su familia.
 
Como en otras contingencias, vecinos de la colonia Las Vegas Xalostoc, en Ecatepec, creyeron que sonarían las campanas de la iglesia de la comunidad. No fue así.
 
Las aguas pestilentes del Río de los Remedios y del Gran Canal entraron a sus casas. Las plantas bajas quedaron completamente inundadas. Las casas de un solo piso simplemente no se veían.
 
Pese a las llamadas de auxilio durante la recordada lluvia atípica, la ayuda nunca llegó para los cientos de familias que habitan esta populosa colonia de tan sólo nueve calles y con nombres tan absurdos como Disneylandia o Washington.
 
En las comunidades de Pedro Ojeda Paullada, Franja Valle de México, Impulsora y Valle de Aragón, la movilización de los vecinos se dio al instante.
 
Con la esperanza de desviar la poderosa arremetida de las aguas negras sacaron de sus patios los bultos de arena y grava que prepararon meses antes de la temporada de lluvias para colocarlos frente a las puertas de sus domicilios y en los accesos de las calles.
 
La estrategia no ayudó en mucho, pues miles de toneladas de líquido pestilente buscaron salida y se filtraron por las losas de patios, cocinas y salas; en borbollones emergió por las coladeras públicas y las tazas sanitarias, convirtiendo los hogares en albercas de porquería.
 
De acuerdo con exfuncionarios del municipio de Ecatepec, los primeros escurrimientos del Río de los Remedios iniciaron a partir de las 16 horas. En el transcurso de la tarde la intensa precipitación provocó nueve fisuras en los bordes del canal y su rebase en tres puntos a lo largo de Periférico Oriente.
 
El gobierno estatal -entonces presidido por Enrique Peña Nieto- estimó que 20 mil familias de 35 colonias de Neza y Ecatepec fueron afectadas por los desbordamientos, pero detrás de esas frías cifras existen historias anónimas que están lejos de terminar porque, a casi dos años de distancia y de promesas de ayuda que nunca llegaron, cientos de personas no han podido recuperar lo perdido, incluyendo a seres amados.
 
 
Salvajes ríos en lugar de calles
 
Ignacio (colonia Las Vegas Xalostoc)
 
Terminó su jornada laboral. Esa tarde-noche añoraba llegar a su casa creyendo que así podría refugiarse de la pesadilla de su trabajo. Sin saberlo, ésta apenas daba inicio.
 
Como una balsa, el pesero donde viajaba logró abrirse camino entre las calles que ya convertidos en salvajes ríos.
 
Al llegar a la esquina de la calle Massachusetts -donde se encuentra su casa- Ignacio se enfrentó a un panorama desolador. Sin tiempo para pensar qué debía hacer, se sacudió las cucarachas y ratas que arrastraban las aguas negras y que trepaban por sus piernas; se arremangó el pantalón y corrió (casi nadó) entre suciedad y animales muertos. Tenía que llegar lo más rápido a su domicilio y saber cómo estaba su familia.
 
 

 

El garaje se volvió piscina
 
Las jarochas (colonia Pedro Ojeda Paullada)
 

Eliot, de 58 años de edad, quien perdió la pierna derecha a causa de un accidente automovilístico, trepó con dificultad a una cama para ver cómo las aguas negras ascendían cada vez más de nivel en el interior de su domicilio.
 
En tanto Sughey, su hija, trataba de poner a salvo a los niños en el interior de su camioneta que se encontraba en el garaje, la cual se encontraba cargaba de documentos personales, trastos y ropa. Su tía Nury, en silla de ruedas a causa de la poliomielitis, trataba de ayudar.
 
La lluvia no dejaba de caer. Las aguas negras empezaron a salir por las coladeras del patio. El garaje se volvió piscina y el líquido comenzó a filtrarse al vehículo, donde sólo se escuchaban chillidos y los gritos de miedo de los niños.
 
Sughey esperó ansiosa la llegada de sus hermanos, de su esposo, de alguien que les ayudara a escapar del lugar.
 
Con el alma inundada
 
Aurora (Las Vegas Xalostoc)
 
La avalancha de aguas negras no sólo provino del Río de los Remedios, también del Gran Canal, obra de ingeniería construida durante la Nueva España para evitar anegaciones de la ciudad de México.
 
Cerca de donde confluyen ambos cauces, en la avenida Río de los Remedios y Massachusetts, decenas de familias siguen con el alma inundada.
 
Tal es el caso de Aurora del Moral, quien con más de 15 años confeccionando pants para vender al mayoreo, perdió por completo su taller, el sustento de su familia: seis máquinas de coser, una cortadora y una mesa para cortar; además de una bodeguita de telas y mercancía terminada. "Sin decir agua va, perdimos alrededor de 150 mil pesos. Todo se fue pa´l caño".
 
Desde entonces, su familia no ha logrado recuperarse económicamente.
 
"Tuvimos que iniciar de cero, de la nada. A la fecha compramos la materia prima a crédito y ahora debemos pagar la maquila para sacar la producción, lo que reduce nuestra ganancia 50% ".
 
Pese a que creyó desfallecer en cualquier momento por la precaria situación en la que se encontraba, Aurora, de 40 años de edad, su esposo y su hijo Luis Ángel, de diez, tuvieron que hacerse más fuertes para enfrentar un cáncer benigno que le fue detectado a su hija de 12 años.
 
 

 

La levedad del espíritu
 
Issac Uriel (Pedro Ojeda Paullada/Unidad habitacional CROC)
 
Horas después del diluvio, Issac Uriel, de 13 años de edad, salió de su casa con su abuelo y su tío en busca de alimento y agua.
 
Caminaron entre las calles inundadas de basura, lodo, trozos de muebles y animales muertos. El agua les llegaba a las rodillas. Al pasar por la esquina del Valle del Don y Canal de La Mancha, Issac dio un gran brinco, resbaló y su cuerpo cayó junto a un poste de alumbrado público.
 
Había recibido una fuerte descarga eléctrica debido a que las terminales de los cables del poste metálico no contaban con aislante, y que al contacto con el agua se convirtió en una trampa mortal para el menor.
 
Al tratar de ayudarlo, el abuelo también fue electrocutado. Su cuerpo quedó "engarrotado". Tras presenciar la atroz escena, el tío se abalanzó hacia una barda y se sujetó a la herrería para no caer. A gritos pidió auxilio a efectivos del Ejército que se encargaban de rescatar a personas atrapadas en sus casas. No lo escucharon.
 
Issac yacía boca arriba flotando sobre el agua; un policía federal -de quien nadie conoció su nombre- fue quien finalmente logró sacarlo. Con los signos vitales apenas perceptibles, Issac fue trasladado al hospital José María Rodríguez. En el trayecto, la levedad de su espíritu se despedía de una manera que nunca imaginó un estudiante de secundaria, amante del futbol y del Play Station. 4
 
 

 
 
Las temidas lluvias
 

Pese a que cada año decenas de colonias ubicadas en la zona del oriente del área metropolitana del Valle de México tienden a inundarse en época de lluvias, en esa ocasión el gobierno estatal atribuyó la intensa precipitación a la tormenta tropical Arlene.
 
Argumentó que en 24 horas la precipitación pluvial fue de 48.8 milímetros en distintas zonas del Valle del México, muy superior a los 36 milímetros de la mayor precipitación pluvial histórica registrada hace 23 años, lo que saturó el sistema hidráulico y provocó el desbordamiento del Río de los Remedios.
 
En esa ocasión dijo que solamente Ecatepec registró 67 milímetros agua, y que el viejo y deficiente sistema de drenaje de la zona fue insuficiente ante las lluvias torrenciales.
 
Sin embargo, las personas afectadas -quienes aún tienen en la memoria el tufo de aquella inundación- afirman que ésta se debió en gran parte a la falta de comunicación y coordinación entre los gobiernos municipales, del Estado de México y del Distrito Federal con la Comisión Nacional del Agua (Conagua), quien no abrió las compuertas para que el torrente del Río de Los Remedios se desahogara en el Gran Canal.
 

Los apoyos
 

Días después de la tragedia, los gobiernos federal y estatal acordaron implementar diversas acciones coordinadas para atender la contingencia, como la evacuación de los afectados, habilitación de albergues, drenar las colonias inundadas, limpieza en viviendas y calles, y completar el censo de damnificados para entregarles vales por diez mil pesos a cada familia afectada, por parte de cada nivel de gobierno.
 
Además, se estableció el Programa de Empleo Temporal (PET) mediante el cual los damnificados recibirían 1,180 pesos por participar en la limpieza de sus hogares.
 
Sin embargo, familias entrevistadas coincidieron en señalar que la ayuda se desarrolló con plena desorganización y de manera "desigual".
 
Margarita Moreno, subdelegada de la colonia Las Vegas Xalostoc, refirió que los censos de las secretarías de Desarrollo Social estatal y federal fueron realizados de manera "injusta", toda vez que las personas encargadas de aplicarlos no acudían a las partes realmente afectadas.
 
"Al principio sólo visitaban las viviendas de las calles donde sí podían pasar, es decir, donde hubo menos afectaciones, por lo que sólo quedaron unos cuantos apoyos para quienes lo perdimos todo. Además pusieron muchos pretextos para poder censarte, cuando las huellas de la inundación en nuestros hogares eran más que evidentes.
 
"Después de la tragedia, la gente sólo estaba interesada en sacar la porquería de sus hogares. Muchos tardaron hasta tres semanas,y cuando por fin llegaron las autoridades de la Sedesol para verificar los daños en las viviendas, muchas ya se encontraban limpias y sin muebles, por lo que decían que no podían comprobar los daños.
 
"Era ilógico pensar que la gente se quedaría una semana viviendo en medio de la suciedad para que sí fueran tomados en cuenta."
 
Enriqueta Pizaña López, entonces presidenta del Consejo de Participación Ciudadana de Franja Valle de México -colonia irregular con alrededor de 210 lotes que en promedio son habitados entre tres y seis familias, y que se encuentra asentada a sólo cinco metros del bordo norte del Río de los Remedios-, afirmó que todos sus vecinos tuvieron pérdidas totales, como ella y las seis familias más que cohabitan en el mismo predio.
 
"No todos fueron censados. Al cuestionarlos, las autoridades estatales y federales se echaban la bolita, al igual que cuando llegó el momento de entregar los certificados y tarjetas de apoyo canjeables por muebles y alimento.
 
"Por cuatro meses nos trajeron dando vueltas de un lugar a otro, invirtiendo tiempo y dinero y acumulando faltas en el trabajo. A tanto insistir, todavía en noviembre (2011) logramos recibir 30 certificados de la Sedesol federal. Debo reconocer que a la gente se le apoyó, pero no a quienes más lo necesitaban. Vecinos se organizaron y bloquearon la Avenida Central por no haber sido incluidos en el padrón, pero a nadie le importó."
 
Enriqueta recordó con documentos en mano que la entrega de víveres también representó un verdadero caos: "Mientras las personas más afectadas se pasaban todo el día sacando el agua de sus casas con cubetas y jergas sin probar alimento, vecinos de otras colonias mucho menos damnificadas llegaron a los centros de ayuda para recibir despensas y agua potable".
 
Asimismo apuntó que Soriana y Elecktra, tiendas donde podían hacer valer sus certificados y tarjetas electrónicas -cada uno con valor de diez mil pesos- "sin piedad se aprovecharon de la situación, pues subieron mucho los precios de los electrodomésticos y muebles de mala calidad. A la gente sólo le alcanzó para comprar lo mínimo. Neta que esos apoyos sólo fueron simbólicos.
 
"Hay quienes prefirieron abastecerse solamente de despensa, pues pa´qué hacerse de muebles nuevos si en cualquier momento por otra inundación van a parar a la basura. Hay quienes, previendo las inundaciones, compraron muebles tubulares, ligeros, desarmables para poder ponerlos a salvo más fácilmente en un primer piso durante una emergencia".
 

Información proporcionada por El Financiero Diario.
 
 
 
 
 
 

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