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La noche en la que el río se llevó todo


Sandra Marina / enviada
 
COYUCA DE BENITEZ, Gro. Un río de 200 metros de ancho se desbordó hasta alcanzar el kilómetro de extensión. Sin distinciones, durante una noche arrasó con casas, cultivos, ganado, tractores y hasta extensos puentes vehiculares. Esa noche, fue una pelea tan dura para Víctor, boxeador mundial de peso pluma, que le significó el primer nocaut de su vida.
 
El sol curte la piel. Entre miles de personas, Víctor cruza a pie descalzo el río Coyuca. Como si cargara la tragedia de todos, en los hombros lleva una televisión bañada en lodo.
 
Su destino: el albergue de la ETI, ubicado en el centro del municipio, donde se encontrará con su familia y desea compartir el entretenimiento televisivo con las demás personas del refugio.
 
Debajo del colapsado puente de Coyuca y en medio de la corriente del río, a través del cual con mucha dificultad se abren camino miles de personas, carretas de madera repletas de tripulantes jaladas por caballos, maquinaria pesada, y vehículos cargados de víveres, Víctor Luis Mendoza Jiménez desahoga su tristeza.
 
Sin embargo, por lo complicado de las circunstancias todos se ven obligados a avanzar. "¿Va a andar por aquí?... entonces nos cruzamos en el camino", se despide el peso pluma. En ese momento, la historia del campeón se creyó también arrebatada por el río.
Cimientos
 


 
 
Irónicamente, la corriente del río arrancó la mayoría de las casas de concreto, madera y palma de la localidad de Cimientos, con una población aproximada de 300 personas. "La población se perdió", dicen sus habitantes.
 
Esa expresión realmente toma fuerza cuando uno llega al lugar. Es difícil describirla. Es la imagen fatídica que muestra un terremoto, una zona de guerra y hasta la de un gigantesco topo que buscó y encontró salida por todas partes.
 
Sin embargo, se trató de algo que jamás pensaron sus habitantes: ser alcanzados por el río Coyuca --cuando éste pasa a 1.5 kilómetros de distancia aproximadamente de Cimientos-- luego de tres días de lluvia continua.
 
Desolada y hasta fantasmal se mira la población. Abundan los moscos y fétidos olores. Caminar por lo que fueron sus calles significa sortear un campo minado. Hay que cuidarse de no resbalar, pisar vidrios, clavos, ramas astillosas, víboras y metal oxidado… más cuando se anda descalzo.
 
Si bien muñecos de peluche, mesas destruidas, toldos de vehículos, roperos, macetas, se convirtieron en peldaños que permiten avanzar entre el lodazal, los muebles sirven de puente para cruzar profundos socavones que excavó la misma corriente del río.
Carretilla de olvido
 
 
 
 
 
Pese al gran trabajo que queda por hacer, en Cimientos no existe el plan de auxilio en desastres DN-III. "Militares vinieron pero un día. Abrieron el paso de la avenida principal y no han vuelto para ayudar, sólo para entregar despensas".
 
En la casa de Argelio, los muebles fueron suplidos por ramas, puertas de vehículo, llantas y mucho lodo. Su casa no se la llevó el cauce, pero al menos a las 10 que le siguen atrás, al frente y a los lados sí.
 
Luego de cinco días de arduo esfuerzo y la ayuda de cuatro familiares más, Argelio ha logrado sacar todo el lodo de su casa.
 
"El domingo (15 de septiembre) en la madrugada nos despertaron ruidos extraños. Despertamos y el río ya nos había alcanzado. Fue una pesadilla. La gente se alborotó y como pudimos escapamos de aquí como a las 5 de la mañana… cuando salimos el agua nos llegaba a las rodillas."
 
Entre montones de suciedad se ven niños jugando. Entre montones de suciedad las mujeres escogen lo que aún puede servir. Entre montones de suciedad se mira una bandera tricolor… quizá esa noche del 15, alguien pudo celebrar.
El éxodo
 
El paisaje es bíblico. No cruzan el Mar Rojo, pero sí un río que hace 17 días les quitó un lugar donde vivir, sus pocas pertenencias y un puente vehicular que, debido a su destrucción, dificulta la ayuda.
 
El ir y venir es diario. Miles de habitantes caminan aproximadamente 6 kilómetros en un recorrido que va de los albergues que se abrieron en Coyuca hacia la localidad de Cimientos y viceversa.
 
En el refugio duermen y durante el día se trasladan a su casa para expiar los efectos provocados por la tormenta tropical Manuel.
 
"Desayunamos frijolitos, tortilla y pan que nos brindan en el albergue y nos vamos pa´lla con todo e hijos, pues luego no hay con quién dejarlos.
 
"Mientras los hombres quitan el lodo, nosotros preparamos algo rápido pa´comer. También estamos atentos por si llegan a repartir despensa… únicamente alcanza para dos días, pero comemos".
 
Durante la puesta del sol, miles de personas regresan con sus hijos en mano, pertenencias y documentos aún bañados en lodo fresco.
Nocaut al alma
 
A la salida de la población, un joven delgado pero recio rescata algo del fango. Es Víctor, nuevamente de regreso a los Cimientos. Con lágrimas en los ojos descubre entre la suciedad uno de sus guantes de boxeo. Es lo único que le quedó de todo el equipo de entrenamiento que tenía en su casa y el cual tiene anotado en una hoja de papel que saca de su bolsillo para mostrarnos lo perdido.
 
"En el boxeo encuentras fortaleza, pero no del alma. Me gusta el combate duro y la disciplina porque te aleja de malas amistades y vicios. Pero no puedo con esto, fue un gancho al hígado".
 
De 24 años  de edad y sin estudios, Víctor relata que con el boxeo se siente realizado en su vida.  "No tuve estudios, no tuve juguetes, no tuve una infancia, desde los cinco años tuve que trabajar para sacar adelante a mi familia tras el abandono de mi padre.
 
"Pero subir al ring me da alegría al corazón. Logré entrar a un campeonato mundial en Acapulco y seguiré luchando para ser un boxeador profesional. Ahora me toca sacar adelante a mi bebé de dos meses y a mi esposa."
 
Dice que así como vio desaparecer Cimientos desde el faro que se encuentra en lo alto de Coyuca, "fue como ver el fin del mundo", tiene la esperanza de verlo resurgir.
 

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