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FINANCIAL TIMES: Optimismo en EU; pesimismo en Europa



 
 
Gillian Tett

Hace un par de semanas, Mark Cliffe, economista principal de ING, el grupo bancario holandés, asistió a una conferencia de diseño en los Estados Unidos. Lo dejó tambaleándose. En Europa, como dice Cliffe, el pesimismo corrosivo se ha vuelto tan profundamente arraigado que la gente ya casi ni lo nota; la desilusión es la nueva norma, en particular en la triste ciencia de la economía.
 
Las cosas no son así en la comunidad del diseño en los EU. "Lo más sorprendente para mí fue el contraste entre el optimismo de la gente en el área de tecnología y el pesimismo imperante de muchos economistas sobre el crecimiento de la productividad en general, y la tecnología, en particular", recuerda Cliffe.
 
Es un contraste del que yo también he sido testigo. La semana pasada asistí al Festival de Ideas de Aspen, la reunión anual de (en su mayoría) los líderes de empresas, científicos, artistas y políticos de EU, que es similar al Foro Económico Mundial de Davos. Al igual que cualquier otra tertulia, la reunión de una semana que tuvo lugar en las hermosas montañas de Colorado estuvo repleta de posturas retóricas. Aunado a esto, el público era notablemente la élite.
 
Y sin embargo, aun teniendo en cuenta estas advertencias, el espíritu de la conferencia fue sorprendente. En contraste con Europa –o con reuniones anteriores en Aspen –nadie estaba interesado en hablar de los bancos o de la regulación financiera. Tampoco hubo mucho debate en retrospectiva sobre la crisis de 2008, o recriminaciones sobre la burbuja de crédito. En cambio, las discusiones se centraron en el futuro. Hubo un interés obsesivo en la tecnología y el 'big data'. Hubo un fuerte interés en la reforma educativa y la medicina. Y hubo un extenso debate sobre la naturaleza del sistema político de los Estados Unidos, la geopolítica y la situación del sector energético.
 
No toda la discusión fue optimista. Hombres como Eric Cantor, el líder mayoritario de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, denunciaron la falta de diálogo bipartisano. Jack Lew, el secretario del Tesoro, advirtió que el 'sequester' está socavando el crecimiento. Los representantes de los grandes fondos de cobertura se quejaron de que los bancos centrales están creando nuevas burbujas de mercado. Diplomáticos estadounidenses, militares y líderes del Medio Oriente advirtieron sobre la inestabilidad en Siria, Egipto e Irán. Hombres como David Rubenstein, director de Carlyle, y Bob Rubin, ex secretario del Tesoro, señalaron el impacto debilitante de la alta tasa de desempleo y la parálisis política en la Unión Americana.
 
Sin embargo, fue igual de sobresaliente el hecho de que cada nota de pesimismo se vio compensada por un destello de júbilo. Por ejemplo, los asistentes a la conferencia en Aspen escucharon a Eric Lander, profesor de Harvard, declarar que la dramática disminución en el costo de la investigación del genoma humano está provocando avances médicos. También oyeron cómo la revolución del gas de esquisto está recortando precios energéticos y regresando la manufactura a los EU. Escucharon cómo Andy McCaffee, profesor del MIT, predijo que la tecnología se continuará duplicando cada 18 meses durante los próximos años y oyeron a Dick Costello, director ejecutivo de Twitter, explicar cómo los medios sociales están ayudando a alimentar un sorprendente –e inesperado– renacer de la televisión de calidad.
 
Incluso hubo optimismo en el frente económico. Mientras que hombres como Rubin y Rubenstein denunciaron la lentitud de crecimiento de EU, nadie en Aspen parecía dudar que la expansión económica está en marcha. Aunque hubo algunas torsiones de mano sobre la deuda pública, también hubo optimismo de que los Estados Unidos podrán esquivar la siguiente serie de dramas sobre el techo de la deuda. Percibí la sensación de que el 'sequester' y el estancamiento político han perdido su poder de shock. "Hay un montón de señales de que hay una verdadera recuperación en curso", declaró Lew. O como observó Rubin, haciendo eco de una opinión expresada con frecuencia: "Prefiero invertir en los EU en el largo plazo que en cualquier otra gran economía en el mundo."
 

Ahora bien, hay que subrayar una vez más que este espíritu es el de una ultra élite privilegiada –y una élite que se separa cada vez más de los más pobres en los Estados Unidos. Además de que la polarización económica sigue creciendo. Como tal, puede parecer tentador descartar estas percepciones fácilmente. No obstante, como dice Rubin, "los mercados son fenómenos psicológicos". Y el cambio de humor no sólo se encuentra entre estas élites: una encuesta dada a conocer durante la reunión sugiere que la ansiedad del público está disminuyendo también. Según el Instituto Aspen, aunque sólo el 38% de la gente piensa que la economía de los Estados Unidos 'va por buen camino', esto ha subido respecto al 26% de la gente con la misma percepción hace 2 años. Y sólo el 33% de los ciudadanos consideran que el empleo y el crecimiento económico son los mayores retos que la Unión Americana enfrenta en la actualidad. El año pasado esta percepción fue del 52%.
 

Así que mientras que quizás nada de esto servirá como consuelo a los agotados políticos europeos, hay un mensaje más grande aquí: a veces los inversores y los políticos por igual necesitan ampliar sus objetivos y percepciones, y escuchar la música de fondo del resto del mundo. Tal vez el optimismo en Aspen resultará estar fuera de lugar. Quizás la propia conversión repentina de Cliffe a la emoción de la tecnología es exagerada. De cualquier manera, el punto clave para recordar, como nota Cliffe, es que la historia demuestra que el pesimismo es cíclico, incluso si los momentos coyunturales son imposibles de detectar en el momento.
 
Frase: "Hay un montón de señales que hay una verdadera recuperación en curso".
 
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