Archivo

FINANCIAL TIMES: Jeff Bezos es un desestabilizador



 
 
Por Lucy Kellaway

Cuando escuché que Jeff Bezos había comprado el Washington Post, mi mente brincó –como siempre que escucho su nombre– a vitaminas y calcetines.
Hace quince años entrevisté al fundador de Amazon –en aquel entonces una relativamente pequeña compañía que valía apenas 6 mil millones de dólares– mientras disfrutábamos un croissant en un hotel de Londres. La entrevista no resultó especialmente bien ya que al emprendedor le urgía regresar a vender libros. A su lado estaban sentados dos escoltas, uno de ellos con una grabadora.  
 

En el momento que terminó mi tiempo con él, Bezos sacó una pequeña bolsa de plástico con cinco píldoras, que entonces procedió a tomarse. Explicó que cuando viaja, su esposa le pone vitaminas en sus calcetines. Empaca un par de calcetines para cada día que va a estar fuera y en cada uno pone un paquete de cápsulas –bajo el principio de que confía más en que él se cambie de calcetines cada día que en que tome las vitaminas. "No quiere que me muera", dijo y soltó una carcajada medio loca. "¡Ah!, ¡ja!, ¡ja!, ¡ja!, ¡ja!".                                                                      
 
 

No tengo la más remota idea de por qué Bezos ha comprado el Washington Post o de qué piensa sobre el periodismo. Pero para mí, es acerca de obtener exclusivas como ésta. La singular excentricidad de la combinación de vitaminas-calcetines-esposa me pareció una historia brillante. No tanto como Watergate, pero ofrece un atisbo dentro de una vida y apunta hacia algo enigmático y ligeramente escalofriante. Y es aún más agradable para mí porque parece ser que el único otro detalle personal que se conoce sobre el discreto Bezos es que le gusta Star Trek – lo cual no es particularmente interesante. Un genio informático al que no le guste Star Trek, eso si hubiera sido algo interesante.
 
 
¿Entonces qué exactamente nos dicen las 'vitaminas en los calcetines' sobre el más reciente propietario de periódicos en los EU? Inicialmente, indican que es un hombre de contradicciones.
 
 

En el trabajo aplica su formidable inteligencia a los datos. Inicia cada reunión con su equipo senior en un silencio que puede tomar hasta media hora en lo que todos leen informes y absorben los hechos antes de hablar. Sin embargo, cuando se trata de tomar vitaminas –casi el equivalente de creer en OVNIS– parece no hacerle caso a la recomendación de la mayoría de los doctores que dicen que los adultos que llevan dietas normales no necesitan suplementos. Si tienes escorbuto, la vitamina C ayuda. Si tuviste una intervención gástrica, también necesitas vitaminas. Si no, no.
 
 
Más interesante es lo que mi exclusiva sugiere sobre el hogar de los Bezos. El jefe de Amazon ha sido coronado por Fortune como 'El máximo desestabilizador'.
 
 
 
Ha desestabilizado más industrias que nadie más que esté vivo, desde la venta de libros y publicación hasta la música pasando por todo tipo de menudeo, manufactura de tabletas y software de bases de datos. Pero cuando se trata de su matrimonio, no sólo no ha desestabilizado nada, sino que parece haberse revertido a un modelo poco visto desde los 1950, cuando las esposas empacaban las maletas de los maridos.
 

Mackenzie Bezos, una banquera vuelta novelista, no sólo lo consiente de una manera dulcemente anacrónica, sino que no confía en que desempeñe las funciones más básicas.
Al principio pensé que esto era una mala señal: Si Bezos no se puede acordar de tomar sus vitaminas, ¿qué esperanza tenemos de que recuerde otras cosas?
 
 

En realidad, Amazon se trata de encontrar el sistema correcto. El sistema de los calcetines puede sonarme un poco extraño –corres el riesgo de aplastar las vitaminas entre los dedos de los pies– sin embargo, al parecer funciona. Él tomó las cápsulas justo enfrente de mí.  
 
 
Como sujeto de control, traté de averiguar si la esposa de Sergey Brin –el superestrella de internet que la semana pasada trató de invertir sus monedas sueltas en hamburguesas futurísticas– también coloca vitaminas en los calcetines de su esposo. Aparentemente no. En vez de eso, Anne Wojcicki tiene su propio negocio, usa una sudadera con capucha, y recientemente le dijo a la revista Inc que le gusta iniciar cada día colocando a sus dos hijos –que en ese entonces tenían tres años y siete meses – en un cargador de bebé para llevarlos a un café en camino al trabajo.
 
 
Puede ser que esté viviendo como indica el estereotipo, pero todo ese esfuerzo, especialmente por una de las mujeres más ricas del mundo, se me hace casi tan disparatado como las vitaminas-en-los-calcetines.
 
 
Sigo aquí: Puede ser que algunos lectores se sorprendan de que siga conservando mi trabajo. La semana pasada dije al principio de mi columna que mi trabajo había caducado, causando que todo tipo de personas me escribieran despidiéndose. Si hubieran leído más atentamente se hubieran dado cuenta que era un chiste elaborado: sigo aquí.
Pero he aprendido dos cosas sobre el periodismo que ya debería de saber a estas alturas.
 
 
La primera es que hay que evitar los chistes elaborados y la segunda, que aunque debes de esforzarte para que los lectores te lean hasta el final, nunca debes dar por hecho que tendrás éxito. Cuando se trata de su matrimonio, (Bezos) no sólo no ha desestabilizado nada, sino que parece haberse revertido a un modelo poco visto desde los 1950".Por Lucy Kellaway.
 
 

Cuando escuché que Jeff Bezos había comprado el Washington Post, mi mente brincó –como siempre que escucho su nombre– a vitaminas y calcetines. Hace quince años entrevisté al fundador de Amazon –en aquel entonces una relativamente pequeña compañía que valía apenas 6 mil millones de dólares– mientras disfrutábamos un croissant en un hotel de Londres. La entrevista no resultó especialmente buena ya que al emprendedor le urgía regresar a vender libros. A su lado estaban sentados dos escoltas, uno de ellos con una grabadora.
 
 
En el momento que terminó mi tiempo con él, Bezos sacó una pequeña bolsa de plástico con cinco píldoras, que entonces procedió a tomarse. Explicó que cuando viaja, su esposa le pone vitaminas en sus calcetines. Empaca un par de calcetines para cada día que va a estar fuera y en cada uno pone un paquete de cápsulas –bajo el principio de que confía más en que él se cambie de calcetines cada día que en que tome las vitaminas. "No quiere que me muera", dijo y soltó una carcajada medio loca. "¡Ah!, ¡ja!, ¡ja!, ¡ja!, ¡ja!".                   
 
 
No tengo la más remota idea de por qué Bezos ha comprado el Washington Post o de qué piensa sobre el periodismo. Pero para mí, es acerca de obtener exclusivas como ésta. La singular excentricidad de la combinación de vitaminas-calcetines-esposa me pareció una historia brillante. No tanto como Watergate, pero ofrece un atisbo dentro de una vida y apunta hacia algo enigmático y ligeramente escalofriante. Y es aún más agradable para mí porque parece ser que el único otro detalle personal que se conoce sobre el discreto Bezos es que le gusta Star Trek – lo cual no es particularmente interesante. Un genio informático al que no le guste Star Trek, eso si hubiera sido algo interesante.
 
 
¿Entonces qué exactamente nos dicen las 'vitaminas en los calcetines' sobre el más reciente propietario de periódicos en los EU? Inicialmente, indican que es un hombre de contradicciones. En el trabajo aplica su formidable inteligencia a los datos. Inicia cada reunión con su equipo senior en un silencio que puede tomar hasta media hora en lo que todos leen informes y absorben los hechos antes de hablar. Sin embargo, cuando se trata de tomar vitaminas –casi el equivalente de creer en OVNIS– parece no hacerle caso a la recomendación de la mayoría de los doctores que dicen que los adultos que llevan dietas normales no necesitan suplementos.
 
 

Si tienes escorbuto, la vitamina C ayuda. Si tuviste una intervención gástrica, también necesitas vitaminas. Si no, no.
 
 
Más interesante es lo que mi exclusiva sugiere sobre el hogar de los Bezos. El jefe de Amazon ha sido coronado por Fortune como 'El máximo desestabilizador'. Ha desestabilizado más industrias que nadie más que esté vivo, desde la venta de libros y publicación hasta la música pasando por todo tipo de menudeo, manufactura de tabletas y software de bases de datos. Pero cuando se trata de su matrimonio, no sólo no ha desestabilizado nada, sino que parece haberse revertido a un modelo poco visto desde los 1950, cuando las esposas empacaban las maletas de los maridos. Mackenzie Bezos, una banquera vuelta novelista, no sólo lo consiente de una manera dulcemente anacrónica, sino que no confía en que desempeñe las funciones más básicas.
 
 
Al principio pensé que esto era una mala señal: Si Bezos no se puede acordar de tomar sus vitaminas, ¿qué esperanza tenemos de que recuerde otras cosas? En realidad, Amazon se trata de encontrar el sistema correcto. El sistema de los calcetines puede sonarme un poco extraño –corres el riesgo de aplastar las vitaminas entre los dedos de los pies– sin embargo, al parecer funciona.
 
 

Él tomó las cápsulas justo enfrente de mí.  
 
 
Como sujeto de control, traté de averiguar si la esposa de Sergey Brin –el superestrella de internet que la semana pasada trató de invertir sus monedas sueltas en hamburguesas futurísticas– también coloca vitaminas en los calcetines de su esposo. Aparentemente no. En vez de eso, Anne Wojcicki tiene su propio negocio, usa una sudadera con capucha, y recientemente le dijo a la revista Inc que le gusta iniciar cada día colocando a sus dos hijos –que en ese entonces tenían tres años y siete meses – en un cargador de bebé para llevarlos a un café en camino al trabajo.
 
 

Puede ser que esté viviendo como indica el estereotipo, pero todo ese esfuerzo, especialmente por una de las mujeres más ricas del mundo, se me hace casi tan disparatado como las vitaminas-en-los-calcetines.
 
Sigo aquí
 
 
Puede ser que algunos lectores se sorprendan de que siga conservando mi trabajo. La semana pasada dije al principio de mi columna que mi trabajo había caducado, causando que todo tipo de personas me escribieran despidiéndose.
 
 

Si hubieran leído más atentamente se hubieran dado cuenta que era un chiste elaborado: sigo aquí.
 
 
Pero he aprendido dos cosas sobre el periodismo que ya debería de saber a estas alturas. La primera es que hay que evitar los chistes elaborados y la segunda, que aunque debes de esforzarte para que los lectores te lean hasta el final, nunca debes dar por hecho que tendrás éxito.
 
También, te pueden interesar estos artículos
 
AL, clave para el mercado publicitario
 
Un momento crítico para la India
 
Polémica sucesión en la Reserva Federal
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

También lee: