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FINANCIAL TIMES: EU y la posible alianza con Japón


 
 

 
 
 
Por Adam Posen
 
 

La clara victoria de Shinzo Abe en las elecciones de la Cámara Alta el pasado fin de semana en Japón es un punto de inflexión para el comercio mundial. El primer ministro japonés ha asumido compromisos a nivel nacional y en el extranjero que, si se autorizan, permitirán que su país pueda participar en las negociaciones comerciales de la Alianza Transpacífica (AT) y realizar las reformas estructurales necesarias para ser un participante, de lleno.
 

Las promesas de abrir los sectores de los seguros y la agricultura japoneses, entre otros, triunfaron a pesar de los cínicos que presagiaban que el electorado japonés no los apoyaría. Abe ha ido mucho más allá del 'gaiatsu', el uso reacio y público de presiones externas para promover reformas, que utilizaron los líderes japoneses en el pasado. Está siguiendo el ejemplo de Zhu Rongji en China y de Ernesto Zedillo de México. Abe ha adoptado la integración económica internacional con el fin de propiciar una significativa reforma interna.
 

Esto es importante, y no sólo para el propio Japón. Su participación en la AT aumenta considerablemente las posibilidades de un acuerdo de alta calidad apropiado para el siglo 21 –que haga hincapié tanto en el comercio de servicios como de mercancías; uno que tenga un alto nivel de protecciones para la propiedad intelectual, así como para el medio ambiente; y que vaya más allá de aranceles anticuados y se centre en los flujos de inversión y las barreras no arancelarias (como la contratación pública).
 

Sobre todo, el incluir a Japón en la AT podría abrirle oportunidades a una serie de economías menos desarrolladas, mientras que tranquilizaría a las economías avanzadas con respecto al nivel y el cumplimiento de las normas. Esta especie de quid pro quo ofrece algunas de las mayores ganancias provenientes directamente de los intercambios comerciales. El análisis realizado por Peter Petri y Michael Plummer, profesores de Brandeis y Johns Hopkins, respectivamente, revela que un acuerdo AT que incluya a un Japón con una política de puertas abiertas para su agricultura y otros sectores, resultaría en un crecimiento del PIB chileno de 1% anual hasta el 2025, 5% para Malasia y 10% para Vietnam. El propio PIB de Japón ganaría 2% anual y los EU casi 0.5% gracias a mayores inversiones transfronterizas y al acceso a una creciente demanda de servicios.
 
 
Lamentable y previsiblemente, la oposición a la participación de Japón en las negociaciones de la AT proviene de grupos de interés dentro de los mismos EU, a pesar de los importantes avances que esto representaría para las empresas y los consumidores. Las tres grandes compañías de automóviles de Detroit, así como el sindicato de los trabajadores automotrices, han expresado sus preocupaciones. Dejando a un lado sus estrechas y parcialmente válidas quejas relacionadas con el acceso al mercado automovilístico japonés y las tarifas aplicables a los camiones ligeros (que se abordarán de todas formas en un acuerdo del automotor paralelo entre EU y Japón), estos grupos han presentado una gran demanda: que el gobierno de Obama incluya alguna forma de protección contra la subvaluación o manipulación de la moneda por parte de Japón. Esta demanda ha obtenido algo de apoyo en el Congreso.
 

Decidir si los acuerdos comerciales en general deben incluir disposiciones monetarias unilaterales en ausencia de una reforma sistémica frente a los desequilibrios globales es un asunto espinoso. Dado que no existen definiciones robustas y ampliamente aceptadas con respecto a qué constituye la subvaluación de la moneda, la legislación actual tendría que redactarse en términos de manipulación. La ironía de las preocupaciones expresadas, sin embargo, es que cualquier definición práctica de la manipulación de la moneda no involucraría a Japón en la actualidad, sino que podría llevar a medidas contra China y Corea del Sur –y dejaría por fuera la gran economía mercantilista más agresiva con la moneda más subvaluada: Alemania.
 
 
Japón no ha intervenido unilateralmente de manera sostenida en los mercados de divisas para debilitar al yen desde el 1 de abril del 2004, excepto cuando el yen subió de valor posteriormente al tsunami y el desastre nuclear de 2011 (el cual se detuvo cuando el grupo de los 20 se quejó por el exceso de intervención). El gobierno de Abe se ha comprometido con el acuerdo de diciembre del año pasado para que las naciones del G-20 no menoscaben sus monedas o intervengan unilateralmente.
 
 
Como resultado, el yen se apreció de un mínimo de Y102 frente al dólar a mediados de mayo a Y93 a mediados de junio sin ninguna respuesta directa. Sí, las vastas reservas de divisas extranjeras de Japón, sólo superadas por China, apuntan a una larga historia de manipulación de la moneda, pero esto es cosa del pasado.
 
 
A pesar de algunos reclamos injustificados, la expansión cuantitativa (QE) y otras expresiones de una política monetaria expansiva no constituyen la manipulación de la moneda. La verdadera manipulación implica políticas transfronterizas que cambian de forma inequívoca el comercio, y que generan un crecimiento a expensas de otros. Como mi colega Joseph Gagnon y yo hemos sostenido siempre, la QE es una política nacional con objetivos nacionales, y tiene efectos indirectos netos ambiguos en otras economías. Para las economías grandes y relativamente cerradas como las de Japón o los EU, los socios comerciales probablemente se benefician del aumento de las exportaciones a estos países más de lo que pierden por cualquier descenso en su competitividad debido a la depreciación de la moneda.
 
 
Las sospechas de manipulación de la moneda japonesa por parte de algunas compañías estadounidenses se basan en episodios cada vez más lejanos y aislados. En cualquier caso, los esfuerzos unilaterales por debilitar el yen se impiden exitosamente por medio de un acuerdo del G-20 bien monitoreado. Aquellos que deseen ver la aplicación de estos principios a manipuladores de divisas más recientes y agresivos que Japón en Asia y más allá necesitan armarse de valor para poner otros objetivos comerciales y de política exterior en peligro. No hay justificación para poner en riesgo las negociaciones de la AT y la total, y globalmente beneficiosa, participación de Japón, sólo por temor a la manipulación del yen –por no hablar de la QE.
 
 
 
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