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Cubanos lamentan el 'The End' de salas 3D


 
Reuters
 
LA HABANA.- En un país amante del cine como Cuba, las películas en 3D exhibidas en salas y cocheras de casas particulares tras la apertura económica del presidente Raúl Castro fueron un éxito inmediato.

Y su cierre este mes ha irritado a muchos, que lamentan el abrupto "The End" ordenado por el Gobierno a una popular forma de diversión surgida del nuevo espíritu emprendedor en la isla.

Cientos de cubanos invirtieron sus ahorros en proyectores de video y televisores con tecnología 3D y cobraban a sus vecinos el equivalente de entre 1 y 5 dólares por ver películas y consumir refrescos y palomitas de maíz.

La pantalla oscureció el 2 de noviembre, cuando el Consejo de Ministros ordenó cerrar inmediatamente las salas privadas que, dijo, nunca habían sido autorizadas.

"Después que pasó eso y que hubo que cerrar yo me fui para mi casa y estuve tres días sin salir", dijo Jardiel González, un popular humorista que con sus ahorros reparó un desvencijado teatro de La Habana y montó una sala de cine en 3D.

"La recogida aquí fue un poco pesada, porque eso había costado tremendo sacrificio hacerlo", agregó, consternado. "Hay cosas ahí que no se van a recuperar".

Al crear negocios como las salas de 3D, los emprendedores cubanos parecen estar probando los límites de la apertura promovida por el presidente Raúl Castro para modernizar la economía socialista de Cuba.

Si bien las salas de cine no figuran entre las más de 200 actividades privadas autorizadas por el Gobierno, varios emprendedores como González dijeron que obtuvieron licencias para operar "equipos de recreación infantil" y pagaban impuestos a la Oficina Nacional de Administración Tributaria.

El Gobierno, que antes había prohibido la reventa de ropa importada por canales informales, dijo que eran "correcciones necesarias" para ordenar la actividad privada.

"No se trata, en lo más mínimo, de dar un paso atrás", dijo el Consejo de Ministros en la nota que ordenó cerrar las salas de cine, "todo lo contrario, seguiremos avanzando decididamente en la actualización del modelo económico cubano".

Inversión desperdiciada

El cine, al igual que otras manifestaciones culturales en Cuba, es fuertemente subsidiado por el Gobierno. Una entrada cuesta apenas un peso cubano o 5 centavos de dólar.

Pero décadas de crisis económica obligaron al Estado a cerrar muchas salas de proyección o usarlas para actividades como conciertos o obras de teatro. Otras sobreviven en malas condiciones y pasan incluso películas recién estrenadas en Hollywood.

Después de reemplazar a su hermano Fidel en el 2008, Raúl Castro emprendió una serie de reformas para reducir el enorme peso del Estado, que controla alrededor de un 90 por ciento de la economía cubana.

Castro amplió el sector privado, que ya cuenta con más de 442 mil emprendedores que pagan impuestos por operar negocios como cafeterías o peluquerías o por trabajar de albañiles.

A la luz de estos cambios, cientos de cubanos vieron una oportunidad de negocio en las salas de cine. Algunos emprendedores pagaron, por ejemplo, más de 2 mil dólares por un televisor 3D de 60 pulgadas a menudo traído por compatriotas que viajan al extranjero.

González no dijo cuánto costó el televisor de 200 pulgadas que instaló en la sala del teatro del barrio de Marianao, un local abandonado que alquiló a las autoridades municipales.

Pero contó que para abrirlo tuvo que reparar de su bolsillo los techos, instalaciones sanitarias, el sistema de iluminación y de ventilación del teatro. Además contrató a cinco jóvenes desempleados.

Todo eso para un negocio que duró sólo tres meses.

"Ahora mismo están en sus casas, buscando la manera de enganchar (trabajar)", dice sobre sus empleados de entre 18 y 20 años. "Aquí tenían trabajo legal".

'Frivolidad y banalidad'
 
Antes del cierre de las salas caseras de cine, las autoridades culturales de Cuba las habían criticado por promover "mucha frivolidad, mediocridad, pseudocultura y banalidad" con las películas que pasaban.

Algunos intelectuales cubanos salieron rápidamente al paso.

"El extraordinario impacto social que estos locales han producido debe ser motivo de reflexión, no de olvido y silencio", dijo Gustavo Arcos, un profesor de cine de la Universidad de La Habana, en una carta publicada en el blog de cine cubano Pupila Insomne.

"El camino de la imposición, sin diálogo, nunca salvará la cultura nacional", agregó.

Los cubanos se habituaron rápidamente a las salas de 3D. Los emprendedores elegían la programación y colgaban carteles en las puertas de las casas anunciando películas como "Avatar" o "Tiburón", a menudo traídas de Estados Unidos.

Ante el deterioro de los cines estatales y los problemas de transporte público, muchos aplaudieron la aparición de las salas de 3D a la vuelta de la esquina. Por unos dólares podían ver una película, beber un refresco y hasta comer palomitas de maíz. Fascinados por la magia de la tercera dimensión, niños y adolescentes se convirtieron en el público más asiduo.

"Es una lástima que las hayan quitado", dice Orlando Fernández, un joven que alcanzó apenas a ver una película. "Es una manera de divertirse sana, no le veo nada de malo".

La polémica sobre las salas de 3D provocó reuniones urgentes del Gobierno con autoridades culturales, según fuentes que pidieron no ser identificadas. Pero hasta el momento no hay indicios de que vayan a reconsiderar una medida, que junto a la prohibición de vender ropa importada, generó incertidumbre entre algunos de los nuevos emprendedores privados de Cuba.

Y los niños parecen ser los más contrariados.

"Extraña los 3D, se divertía mucho", dice Mara, la madre de María Alejandra, de 10 años. "Ahora cuando le preparo en casa rositas (palomitas) de maíz siente nostalgia".

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