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Joaquín Cosío, actor que apela a la poesía

El actor Joaquín Cosío apela a la poesía. "Es un bálsamo para las lastimosas heridas que sufrimos los ciudadanos; sobre todo ahora, en este país, nos ayuda a soportar estos momentos que no tienen comparación, que han rebasado todo", dice. Forma parte del elenco de "Los ingrávidos", de la compañía Puño de Tierra.

En medio de la catástrofe, Joaquín Cosío apela a la poesía. Como aspiración estética y cura artística. "Es un bálsamo para las lastimosas heridas que sufrimos los ciudadanos; sobre todo ahora, en este país, nos ayuda a soportar estos momentos que no tienen comparación, que han rebasado todo".

Habla como actor y poeta. Porque Cosío también escribe versos. México suele ser tierra de buenos poetas y de buenos pintores. Este versátil hombre de tablas tiene publicados tres libros: Conversando otra voz (Boldo i Clement Editores, 1989), Cíbola, cinco poetas del norte (UNAM, 1999) y Bala por mí el cordero que me olvida.

"Pensamos que ya habíamos visto y escuchado lo peor, pero día tras día se comprueba que no y que, de nueva cuenta, los responsables tienen mucho que ver con quienes nos gobiernan, quienes deciden nuestros destinos, y eso da mucho miedo", afirma.

El actor se adentra doblemente en la poesía al formar parte del elenco de Los ingrávidos, de la compañía Puño de Tierra; una obra teatral en la que interpreta al poeta mexicano Gilberto Owen. Ávido lector de Los Contemporáneos, Cosío se involucró en el montaje -que se escenifica los jueves a las 20:30 horas en el Foro Shakespeare- por su interés en el bardo sinaloense.

"Lo conozco desde niño, creo entenderlo. Es una propuesta; los actores siempre estamos intentando acercarnos a los personajes, pero son inalcanzables, nunca sabemos si así son, o así fueron, pero damos nuestro mejor esfuerzo por intentar acercarnos lo más que se pueda", destaca.

La poesía es para Cosío un criterio estético que permea no sólo las letras, sino todo el arte y la vida misma. "De alguna forma mi trabajo en el teatro y en el cine está regido por cuestiones muy apegadas a una ambición estética. Hay lugares a donde quiero llegar, tanto en el poema, como en el personaje; en la construcción de lo que haga. La poesía es una aspiración que tenemos los creadores", reflexiona.

Modesto, apenas se reconoce como poeta. "Sí dejo que me digan actor, pero poeta… no lo sé. Escribo en mis momentos más íntimos y me he atrevido a publicar, pero no creo serlo aún".

Personajes oscuros
Cosío
ha interpretado numerosos papeles, como el ex luchador Mascarita, en Matando Cabos; el agente Chucho Juárez, en Pastorela; un boxeador en decadencia que comete un crimen durante un apagón, en El mar muerto; o un forajido mexicano en El llanero solitario. El cine le reserva personajes oscuros, dice con sorna. "Con esta cara, ¿qué otros podría hacer? Soy buena persona, no crean que así como me veo, así soy", bromea.

Su siguiente rol cinematográfico tendrá lugar en Belcebú, la nueva cinta de Emilio Portes (director de Pastorela). Irónicamente, dice, no interpretará al diablo, ni a ningún monstruo, sino a un detective. También formará parte del elenco de la segunda entrega de Matando Cabos.

De narcotraficante, en El infierno, ha pasado al rol de funcionario en La dictadura perfecta, también cinta de Luis Estrada, que se mantiene en cartelera. ¿Las dos caras de la moneda?, se le pregunta. Difícil definirlo, pues la línea entre la delincuencia y el poder es cada vez menos perceptible, reconoce.

"Nuestros políticos y autoridades están verdaderamente desatados en su locura, sus ansias de robo y de poder; ¡están dementes! Es patético el papel que está haciendo en Guerrero un gobernador preocupado por defenderse de quienes lo atacan; en lugar de estar prendiendo veladoras, debería estar encabezando las búsquedas. ¡Es indignante!", dice en relación al caso Ayotzinapa. Lo que le trae a la memoria las críticas que recibió en su momento El Infierno, por la violencia en su trama. "Esos crímenes que aparecen ahí terribles están superados por estos momentos. No puede ser que delante de nuestros ojos las autoridades se burlen de esa manera, permitan el crimen y estén del lado del facineroso y el asesino, en lugar de estar con la gente que sufre y que padece. Esto está totalmente fuera de control".

Ante el desconcierto por una izquierda desdibujada en el país, "que nos deja indignados a todos los que creímos en ella", el actor reflexiona sobre la influencia del arte como acción política. "Se llegó a pensar que el arte podía transformar la realidad, pero creo que es muy complicado que pueda incidir. Lo importante es hacerlo muy bien, porque el arte es diversión, en el sentido amplio de la palabra: nos ofrece momentos de gozo, es una alternativa para el ciudadano. Y sí, también se sufre y se padece en el arte, ésa es su gran posibilidad".

En el nivel de la acción directa cree aún en el papel que puede jugar la sociedad civil: "Que se cuiden las autoridades, deberían de tener miedo, porque nos han llevado al límite del abuso".

Un actor al que persiguen los adjetivos
Joaquín Cosío (Tepic, 1962)
ha trabajado bajo la dirección teatral de David Olguín, Antonio Castro, Luis de Tavira y Enrique Singer. En cine ha sido dirigido por Ignacio Ortiz, Alejandro Lozano, Iván Ávila, Luis Estrada y Emilio Portes, entre otros. Ha participado en las cintas extranjeras 007: Quantum of Solace, El llanero solitario y Salvajes (Oliver Stone). En 2013 participó en Tirano Banderas, montaje que concluyó en Colombia una gira internacional de un año. Está por estrenar Las Aparicio, de Moisés Ortiz Urquidi y Girón de niebla, de Julio César Estrada. En teatro, alterna con Jorge Zárate en la tercera temporada de Los ingrávidos, bajo la dirección de Fernando Bonilla.

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