After Office

Un restaurante en el que comerás tras las rejas

En Brixton, Inglaterra, existe un lugar excéntrico como pocos. Se trata de The Clink Restaurant, un novedoso negocio situado al interior de la prisión High Down. Y lo más raro de todo es que muchos de los empleados son reos del mismo penal. 

Todo mundo merece una segunda oportunidad. Ésa fue la inspiración que tuvo Alberto Crisci en 1999 cuando era gerente de abastecimiento en la prisión High Down y se percató del potencial que tenían algunos presos que trabajaban en la cocina. Le tomó seis años concretar su proyecto y otros cuatro inaugurar The Clink Restaurant, que en mayo de 2009 se convirtió en el primero que operó dentro de los muros de una cárcel.

El éxito fue inmediato gracias a la generosidad de organizaciones de beneficencia, por lo que tuvo que ampliarse y en 2014 abrió sus puertas en Brixton el tercer novedoso restaurante donde los comensales pueden disfrutar de una experiencia única al degustar un menú que ha recibido buenas reseñas y ha causado impacto al ser servido por los presos residentes.

Para ingresar al restaurante, previa reservación con 72 horas de anticipación, es más que obvio que se deben guardar medidas de seguridad estrictas. Los comensales no pueden ingresar objetos que sean peligrosos o equipos de comunicación (incluyendo celulares), deben mostrar su pasaporte o licencia de manejo y portar un máximo de 50 euros en efectivo.

La experiencia vale la pena. Un menú promedio, que incluye tres tiempos y una taza de café, cuesta unos 30 euros. El cliente puede estar seguro que recibirá una atención de calidad por parte del staff que está integrado por 24 reclusos.

También por seguridad se deben utilizar cubiertos de plástico para disfrutar de platillos tan suculentos como un salmón ahumado, una brocheta de carne asada, canapés, brownies de chocolate y todo tipo de postres presentados profesionalmente. Cada uno representa la modernidad de la cocina británica y varía de acuerdo a cada temporada.

Reintegrar a la sociedad a hombres que erraron el camino y fueron sentenciados es una satisfacción que no se puede medir, pero vale la pena destacar que cuando se abrió el primer restaurante la tasa de reincidencia de delitos de ex presidiarios era de entre 46.9 y 75 por ciento.

Con un programa de entrenamiento con asesores que les permiten desarrollar sus habilidades culinarias, en 2014 se logró bajar este índice a un 12.5 por ciento.

Si visita Londres, le agradan las emociones fuertes, gusta de la buena comida y quiere contribuir a la rehabilitación de una persona que cometió un delito, pero tuvo la entereza de enderezar el camino y aprender habilidades culinarias, entonces no debe dejar de visitar The Brixton.

No hay motivo para temer, en este programa sólo son admitidos convictos cuyas sentencias van de los seis a 18 meses de prisión.

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