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Un poemario en el que el odio se luce

En las culturas antiguas el papel del poeta estaba definido, ahora no, asegura tajante el poeta uruguayo Saúl Ibargoyen, quien publica "Maldita mía", su nuevo texto, "una especie de contra-amor".

En esta sociedad de consumo, lo que el poeta produce puede ser una mercancía valiosa, siempre que sea negocio, o puede simplemente no significar nada. Lo importantes es lo que uno hace para compartirlo, expresa el poeta uruguayo Saúl Ibargoyen, quien acaba de publicar "Maldita mía", su más reciente poemario.

Ibargoyen (Montevideo, Uruguay, 1930) es autor de más de 60 libros que fomentan la poesía, novela, cuento, ensayo y teatro. También es traductor, editor, profesor de literatura y periodista. En la actualidad es integrante de la Academia Nacional de Letras de la República Oriental del Uruguay y, aquí, codirector de la Revista de Literatura Mexicana Contemporánea. Pero, a todo esto ¿qué es 'Maldita Mía'?

"Es un libro que se enreda en lo polémico. A veces uno escribe a favor del amor y Maldita mía es una especie de contra-amor, basándome en aquella sabia sugerencia de Cátulo, un poeta muy sufrido que escribe aquellos versos a su amada Lesbia en los que le habla del odio y del amor. Esta antinomia es algo duradero; es decir, es un viejo tema que forma parte de la cultura, ya que ha pasado a la literatura con muchas variantes", cuenta.

Ibargoyen recuerda aquellos versos a Lesbia:

"Odio y amo. Por qué lo hago, me preguntas tal vez. No sé, pero siento cómo se hace y me torturo".

El autor apunta que, en ese sentido, su nuevo poemario no ofrece nada nuevo. Aunque considera que la única novedad está en la escritura y en el encaramiento que usa para atacar ciertos valores éticos, estéticos y advertivos de la posmodernidad, la cual no es más que una demostración del fracaso de la modernidad tardía que ha llegado a América Latina.

La obra está conformada por 30 poemas, número igual que su libro anterior, "Erótica mía".

"Ese libro es un poco contrario a mi actual poemario porque, como todas las pasiones, resulta siempre una cuestión de carácter dialéctico. Así lo interpreto y siempre lo contextualizo dentro de fenómenos históricos, más no en los ideales o paraísos artificiales", subraya.

Al referirse a la función que tiene la poesía en esta época de imágenes, Ibargoyen dice que su labor es la defensa del idioma; de la lengua que, según los lingüistas, es la expresión de una comunidad. Por eso, los poetas deben cuidar esa herencia que viene de miles de años.

"Hay que ver la poesía a través del tiempo: por un lado, es un fenómeno histórico porque nace de la cultura, nace de la historia, nace de la lucha de clases, nace de los conflictos personales, de las convulsiones sociales. Hay que verla así, como un continuo ir y venir en la búsqueda de un presente que nos resulte verdadero", precisa.

El también Premio Nacional de Poesía Carlos Pellicer resalta la importancia de conocer cuál es el papel del poeta en la sociedad actual, porque en las culturas antiguas su función estaba bien definida. Pero ahora no, ya que se ha perdido en medio de la sociedad de consumo, en la que todo es valioso en la mediada en que es rentable.

"Hoy en día existe una sentencia: Si eres premiado serás admirado, aunque no te lean. Pero considero que lo importante es el trabajo. Los premios, en realidad, no modifican la letra. Cambian la situación económica del autor. Nada más. Yo creo que los galardones habría que quitarlos, ya que el mejor reconocimiento para un escritor es que lo lean", asegura.

Ibargoyen afirma que la poesía en América Latina goza de buena salud porque de ella hay diferentes tendencias sólidas: las intimistas, las de carácter épico y la filosófica. Pero reconoce una excesiva preocupación por lo formal sobre los contenidos.

"Aunque también hay un descuido de lo formal en favor del contenido. Es muy difícil apreciar las cosas cuando éstas se mueven. Lo mejor sería detener un poco la historia, que es imposible, y empezar a mirar las cosas de una manera más equilibrada. Debemos observar las cosas desde la honestidad intelectual y el rigor que, a veces, los jóvenes no tienen".

La poesía, según él, tiene una gran ventaja porque dispone de distintas vías de comunicación, como la lectura, la canción, la voz viva. En suma, es una expresión que nunca se ha apagado, ni lo hará porque se ha expandido a otros medios de difusión.

"Pero ahí no está la preocupación real de un poeta. Su lucha es contra el mal uso del idioma. Eso lo podemos ver en desde los políticos hasta los comentaristas deportivos", concluye.

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