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Todos los mundos, en la música de Amanda

La música de Amanda Martínez es un viaje. A veces, a ritmos tribales de Sudáfrica o boleros cubanos. Esa mezcla tan ecléctica es lo que trae a esta cantautora canadiense al Festival Centro Histórico de la Ciudad de México, que inicia sus actividades el 25 de marzo.

La música de Amanda Martínez es un viaje. Por momentos recuerda a la región andaluza de España. A veces, a ritmos tribales de Sudáfrica o boleros cubanos. Y si se agudiza el oído, los clubes de jazz de Toronto se harán presentes. Esa mezcla tan ecléctica es lo que trae a esta cantautora canadiense al Festival Centro Histórico de la Ciudad de México, que inicia sus actividades el 25 de marzo.

"Mi trabajo es una fusión. Me nutro de la gente que conozco en distintas partes del mundo. Estoy acostumbrada a celebrar la cultura de cada país que visito. Creo que mis canciones son tan variadas porque nací en Canadá, un país de inmigrantes, repleto de muchas culturas. Uno nunca puede negar sus raíces", comenta Martínez, quien se presentará el domingo en el Palacio de la Escuela de Medicina para promover Mañana, su nuevo material discográfico.

Su acercamiento a la música se dio desde muy pequeña. Estudiaba piano en el conservatorio de su ciudad. Sólo era un pasatiempo. Sus padres no querían que se dedicara al arte. Creció e inició la carrera de biología. El tedio, entonces, apareció. Le aburrieron las ciencias, y aunque concluyó la licenciatura, retomó la música. "Quise dedicarme sólo a mi profesión, pero la verdad es que lo único que tocaba mi corazón era la música. El escenario es el único lugar donde me siento cómoda", asegura.

Su padre es sudafricano y su madre mexicana; la mezcla perfecta para tener un concepto musical libre de ataduras, dice. Para ella, la libertad lo es todo en la música: si una canción no toca el corazón, no tiene razón de existir.

A Amanda Martínez le cuesta trabajo hablar en español. Ha vivido en Canadá toda su vida. Sin embargo, comenta, lo que menos importa es el idioma, porque las notas por sí mismas ya conforman un lenguaje universal.

Aunque es una artista libre de etiquetas y géneros, confiesa que sus orígenes son jazzeros. Nació en Toronto, una de las ciudades canadienses con mayor cantidad de clubes y festivales de ritmos sincopados. Desde muy joven se enamoró de las voces de Nina Simone y Ella Fitzgerald, de quienes aprendió a "cantar con el corazón". De la trompeta de Miles Davis retomó la improvisación. Pero fue del compositor sudafricano Hugh Masekela de quien extrajo la cadencia, el sabor. Actualmente es socia del club de jazz Blue Note, uno de los más importantes de Nueva York.

Martínez se ha presentado en sobresalientes circuitos internacionales de jazz, como el Festival de Jazz de Montreal. Ha ofrecido shows en el Winter Garden Theatre de Nueva York y el Koerner Hall de Toronto. Además, ha participado en distintas producciones de Bossa-nova Around the World, Putumayo y Latin Dreamland.

Venir al Distrito Federal le trae un cúmulo de recuerdos. En 1956, su padre viajó en bicicleta desde la Ciudad de México hasta Toronto. El traslado quedó registrado en su memoria como un acto de libertad. Desde entonces nada la detiene en su propio viaje: la música.

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