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Tiempo y mundo bajo el Zócalo

Arqueólogos del INAH buscan la plaza donde fue  colocada originalmente la escultura de 'El Caballito', en la Plaza de la Constitución. Asimismo, los expertos están pendientes de todo vestigio arqueológico que pudiera encontrarse.

Tras el hallazgo del zócalo del monumento que Antonio López de Santa Anna pretendía construir en conmemoración de la Independencia de México, algunos otros vestigios podrían aparecer durante el resto de la rehabilitación de la Plaza de la Constitución.

El arqueólogo Alejandro Meraz, coordinador de los trabajos de la Dirección de Salvamento Arqueológico del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), informa que todavía falta por explorar el último tercio de la plaza, que corresponde a la parte oriente.

"En este sector existe la posibilidad de encontrar restos de la plaza donde fue colocada la escultura de Carlos IV, El Caballito, aunque en este lugar la excavación va a ser menos profunda por el desnivel natural. No perdemos la esperanza de poder registrar esto", afirma.

Los expertos están pendientes de todo vestigio arqueológico que pudiera encontrarse. En el Zócalo también podrían descubrir restos de los cuales se tiene referencia desde el siglo XIX, comparte.

"Se comenta de la existencia de algo que se conoce como La Piedra Pintada; sin embargo, no se puede verificar. Se dice que fue encontrada en el siglo XVIII y que por cuestiones económicas no se pudo rescatar y se volvió a cubrir. Es muy probable, de acuerdo con lo que comentan algunos especialistas de la época, que no sea más que una invención".

La Piedra Pintada, explica, podría ser una escultura al estilo de la Piedra de Tízoc, o una imagen de uno de los códices, o que hablaba de ello. "Todo esto surge a partir de los hallazgos que se dieron en la Plaza de la Cloaticue, la Piedra del Sol y la Piedra de Tízoc, en 1791", agrega.

En su primera misión al frente del grupo de expertos del INAH en lo que fue la gran Tenochtitlan, el arqueólogo Alejandro Meraz realizó un hallazgo que es doblemente significativo para él, pues creció en el Centro, a unas calles del Zócalo capitalino.

"En la actualidad conocemos como Zócalo a la Plaza de la Constitución, lo utilizamos sin cuestionarlo, sin ponernos a pensar de dónde viene el término. La importancia de este hallazgo radica en que se tiene el elemento que le da nombre al lugar", afirma.

El experto considera que todos los hallazgos son importantes para el INAH. "Todo lo que yace en nuestro territorio, no nada más de épocas prehispánicas, sino de diferentes etapas, porque en términos arqueológicos, todo se valora por igual".

UN MUNDO BAJO LOS PIES
Recientemente, otro equipo de expertos comandado por el arqueólogo Raúl Barrera halló restos de cráneos que, se estima, formaron parte del Gran Tzompantli, ubicado frente al Templo Mayor.

"La coincidencia de la que se podría hablar entre los hallazgos es que en toda la ciudad y en gran parte del territorio tenemos una serie de evidencias arqueológicas debajo de los edificios y de los espacios en donde nos movemos. En el subsuelo tenemos una gran variedad de vestigios arqueológicos tanto prehispánicos como virreinales y del siglo XIX", asegura el arqueólogo Meraz.

Para su colega, Gonzalo Emilio Díaz Pérez, asesor en las obras del gobierno de la Ciudad de México en el Zócalo desde el pasado 21 de abril, esta es una oportunidad única de rastreo, a pesar de que, por las características de las obras de rehabilitación, en la mayor parte del área están excavando sólo a 50 centímetros de profundidad.

Asegura que los restos que se encontraron a mediados del siglo XIX de la cimentación del Mercado del Parián -que data de la época virreinal-, aparecieron a 60 centímetros de profundidad, y para hallar restos más antiguos tendrían que ir más abajo.

"Los vestigios prehispánicos están reportados a partir de un metro, un metro 20 centímetros de profundidad", agrega.

El paciente y meticuloso trabajo arqueológico va unido a los trabajos de urbanización. La plancha del Zócalo no se había rehabilitado desde tiempos del regente Ernesto Uruchurtu (1952-1966).

"Una excavación más profunda retrasaría las obras. Cuando encontramos algún elemento tenemos que definirlo, limpiarlo en toda su extensión para saber de qué se trata y hacer registros; eso lleva tiempo. Además de que se hubiera retrasado la obra, se generarían otras dificultades, porque esta es una plaza viva, de mucha actividad", dice.

La búsqueda del tiempo seguirá en curso.

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