After Office

Si encuentras este bar vivirás una experiencia única

Una diversión nocturna que te fascinará. Los bares speakeasy no han dejado de ser tendencia en Chicago, Nueva York y Londres, aunque aquí existen algunos que sí transmiten la experiencia de estar en un lugar oculto.

Los bares speakeasy no han dejado de ser tendencia en Chicago, Nueva York y Londres. Aunque en el DF así se le ha llamado erróneamente a los clubes exclusivos en donde sólo puede entrar por lista, existen algunos que sí transmiten la experiencia de estar en un bar oculto.

Este término se acuñó durante la época de la prohibición en Estados Unidos (de 1919 a 1933), cuando fue penada la venta, consumo, importación y fabricación de bebidas alcohólicas.

Mientras los míticos grupos de la mafia de Chicago se peleaban por tener el control del alcohol, entre ellos el de Al Capone, en las calles surgieron los bares clandestinos para su consumo, a los que se les llamó speakeasy porque no estaba permitido hablar en voz alta para evitar llamar la atención de la policía.

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Convivencia privada

Cuando abrió este bar, que presume ser el primer speakeasy de la capital, era exclusivo, sólo para clientes, socios o sus amigos. Con el tiempo cambiaron la política y ahora cualquier persona, mientras encuentre el bar, puede acceder. Se recomienda reservar porque es pequeño.

Como había mucho licor de mala calidad, algunos bares creaban sus propios destilados, lo empezaban a mezclar con jugos y con todo lo que encontraban para aligerar el sabor. Ese fue el inicio de la coctelería tradicional.

Algo que caracteriza a estos bares en la actualidad es la creatividad del escondite. Por ejemplo, en Franks, de Buenos Aires, Argentina, hay que entrar a través de una cabina telefónica tras ingresar una clave; y en el recién inaugurado Champagne Room del hotel Connaught, de Londres, donde se ingresa por una alacena.

En la Ciudad de México, Jules Basement es el que mejor transmite esta experiencia. Al llegar a la calle de Julio Verne 93 en lugar de un bar se encuentra la Surtidora Don Bátiz, restaurante informal de antojitos mexicanos.

Todo parece normal hasta que llega la noche y la gente empieza a meterse al refrigerador que está en el fondo. La gran puerta del frigorífico antiguo conduce al sótano de Jules.

El bar es pequeño, privado. Todo está decorado en negro y gris y lo primero que resalta es la amplia barra a cargo del bartender Carlos Soto.

La carta tiene tres secciones dedicadas a la coctelería. Cuando abrió el lugar hace tres años, se pidió la colaboración del mixólogo de Seattle, Jay Kuehner, pero ha ido transformándose y evolucionando.

Además de las creaciones de diseño del lugar, como el mezcal negroni, tiene una sección dedicada a los cocteles clásicos y otra a los de la época de la prohibición.

El gerente, Arturo Rodas, platica que para hacer las bebidas tal y como se hacían en esa época tuvieron que investigar en antiguos libros de coctelería. Se pueden encontrar algunos creados en Londres, Estados Unidos, París y México, de 1919 a 1930.

Cuando abrió este bar, que presume ser el primer speakeasy de la capital, era exclusivo, sólo para clientes, socios o sus amigos. Con el tiempo cambiaron la política y ahora cualquier persona, mientras encuentre el bar, puede acceder. Se recomienda reservar porque es pequeño.

Los martes cuenta con un grupo de jazz en vivo, que hace que la experiencia de estar en un sótano oculto de Chicago o Nueva York sea más real. La diferencia es que aquí no se prohíbe hablar en voz alta.

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