After Office

Rubén Blades, llamada políticamente correcta desde Guanajuato

El teléfono de su habitación sonó, acaso, un par de veces. Respondió enfadado. Defendió su espacio. Todavía el domingo por la mañana se esperaba que diera un par de entrevistas particulares o tal vez una conferencia de prensa ante los reporteros de medios locales y nacionales.

___Diga…

___¿Rubén Blades?

___Diga…

El teléfono de su habitación sonó, acaso, un par de veces. Respondió enfadado. Defendió su espacio. Todavía el domingo por la mañana se esperaba que diera un par de entrevistas particulares o tal vez una conferencia de prensa ante los reporteros de medios locales y nacionales. Su mánager, un mulato alto de cabello corto y rasgos amables, aunque poco abierto con la prensa, tanteó durante varios días esa posibilidad sin atreverse a un sí o a un no llano y contundente.

Esta vez Rubén Blades, el hombre que cerró la edición 42 del Festival Internacional Cervantino con un fabuloso concierto en la Alhóndiga de Granaditas, llegó a Guanajuato con la boca tapada. Sólo la abrió para cantar ante miles de fanáticos que esperaron el domingo 26 de octubre como día de San Juan. La noche fue de una belleza única; algo tiene este hombre que cautiva y propaga aliento en estos días en los que escasea tanto.

Blades, santo patrono de la música latinoamericana, no quiso, seguramente, que se le preguntara sobre política y sus derivados, como la situación de México, Ayotzinapa y sus desaparecidos. Las 43 fotografías de los normalistas se proyectaron ayer en la pantalla de la Alhóndiga de Granaditas durante la interpretación de Desaparecidos, el momento más emotivo de la clausura del FIC.

Ahora que vuelve a leer a John Rawls y su Teoría de la justicia (abogado al fin; se graduó en leyes en Harvard en 1985) para diseñar una nueva estrategia electoral, sabe que un desliz puede hacerle más daño que beneficio. Dice Roberto Calasso que en política no importan tanto las acciones como los insultos. Así que se metió a la caverna y no salió a comparecer ante los micrófonos.

Se le avisa que ésta es una llamada para El Financiero, de la Ciudad de México. El enfado se convierte en molesto silencio. Incómoda espera. No cuelga, sin embargo.

___Ya se les dijo que no hablaré en absoluto –dice, sin ser grosero.

___Lo entiendo, pero…
___Pero nada, no le responderé nada. Yo sólo vengo a hacer mi trabajo y lo quiero hacer tan bien como siempre.

___Es que…
___No hablaré de política si es lo que espera…

Blades dejó los pantalones cortos de la apatía en 1964, cuando las manifestaciones sociales panameñas a favor de un mayor peso de ese país en el cuidado del gran canal del comercio internacional. La respuesta estadounidense a aquella protesta no fue, en absoluto, una consideración de libertad. Todo cambió en su vida desde aquellos días. Las andanzas lo llevaron a la candidatura presidencial en el 94 y luego se adhirió a la campaña de Martín Torrijos y se convirtió en miembro del gabinete en la cartera de turismo. Ahora planea su retiro de los escenarios para hacerse de una nueva carrera en la polis, ese oficio al que Bismarck llamaba el arte de lo posible.

"Señor Blades, la entrevista no va por el jardín de la política", se le dice con ánimos de que la conversación gane minutos y respuestas, sobre todo respuestas.

___Diga…

___Quiero que hablemos de beisbol…
No cambiaron las cosas. Blades, hay que decirlo, es un gran aficionado al Rey de los Deportes, que ahora festeja su Serie Mundial. No hay panameño que no sea pelotero. "Cada deportista es un delincuente menos", dijo en alguna de sus entrevistas para la televisión sudamericana. "Es beisbol nos dio la oportunidad de demostrar talento y capacidad sin importar el color de la piel, el tamaño, el apellido o quién era la mamá o el papá de uno, la pelota era algo mágico", agregó entonces. Aun así no fue beisbolista; sí basquetbolista.

Roberto Delgado, el músico que le ha acompañado desde 1996, cuenta que Blades se encuentra en un momento muy especial de su vida. No habla, por respeto, pero sostiene. "Quiere tocar el mejor concierto, y eso hará". Dentro de la orquesta que lo acompaña se encuentran muchos respetuosos de México y muchos parciales por los Gigantes de San Francisco en la Serie Mundial ante los Reales de Kansas City. Muchos de ellos han tocado en California y la memoria tiene sus debilidades y sus sentimientos.

Delgado vino a estudiar al Distrito Federal en 1979. Y se enganchó con la comida. Revela la admiración que Blades siente por Mariano Rivera, el futuro huésped del Salón de la Fama de Cooperstown. Desde otra autopista, el ex cerrador de los Yanquis propaga la misma bandera que el ídolo de la salsa: dignificar el papel de los latinoamericanos en Estados Unidos. Blades dejó de ser proyanqui justo en aquellos revueltos 60. Ahora es una de las figuras más emblemáticas y combativas de un subcontinente que ya se para frescamente en todas las manifestaciones culturales del mundo.

El autor de esa "novela negra" que se llama Pedro Navaja, es anti fan de los Yanquis de Nueva York, "porque lo ganan todo siempre". No dejará pasar la pelota por el plato. Cada pregunta pasará afuera de la zona de strike. Pero lanzar rectas es tarea del reporteo. El contacto es labor del bateador.

___Tampoco quiero hablar de beisbol. Es más, de nada. Y por favor déjeme en paz.

___¿Qué opinión le merece Mariano Rivera, tan panameño como usted y tan latino a lo grande?
___He dicho que no contestaré nada.

___Ojalá pudiera…
___Mariano es excelente ser humano, un pastor, una delicia. Una figura enorme a la que respeto y admiro mucho.

___¿Representa a una nueva cara de América Latina ante un siglo que parece diseñado para la región?
___Justo no quiero eso, Mariano Rivera no es un político.

___Justo por eso la pregunta, ¿será que la nueva cara de Latinoamérica es más musical o deportiva que política?
___Espero que sí, de verdad que espero que sí.

___Oiga y…
Un navajazo cortó la comunicación. Blades acabó con la segunda del noveno. Como en la canción Decisiones… al estilo de Roberto Clemente.

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