After Office

Ricky Martin se da a querer en el Auditorio

Ricky Martin, el cantante boricua que conquista con sus acordes, se presentó en el Auditorio Nacional enamorando con sus canciones a todo su público. Acompañado por una gran banda y una producción impresionante, dejó el recuerdo de su One World Tour.

Ricky Martin aparece en una plataforma, viste un elegante traje negro. Su sola aparición cimbra al abarrotado Auditorio Nacional. El boricua conquista desde el primer acorde a sus fans que debieron esperar doce largos meses para ver a su ídolo. Mantiene intacto su encanto en el primero de los dos conciertos que brinda en el recinto de Avenida Reforma.

Media hora de antesala con el DJ Vein aumenta la impaciencia, un miembro del staff reacciona y logra que interrumpa su actuación. El público silba, son las nueve con quince minutos, Ricky cambia los abucheos por delirio con su sola aparición, muestra toda su galanura mientras baila el primer tema Mr. Put in down, una colaboración con Pitbull.

Ricky provoca frenesí, es el artista de los nuevos tiempos, que hace gritar a las mujeres de todas las edades que suspiran, gritan, lanzan besos al aire, pero también a uno que otro caballero que sin empacho se atreve a lanzar un piropo.

Hace mucho tiempo que el boricua salió del clóset, sus seguidores lo entienden, lo aceptan sin problema. En el idioma universal de la música a nadie le importa su orientación sexual. Mejor celebrar su paternidad, su labor social que se muestra en medio del concierto en las pantallas gigantes.

Simplemente se da a querer, RIcky Martin baila, canta acompañado por una gran banda que sabe hacer las pausas, acelerar el ritmo, prolongar el acorde, mientras el boricua cambia de vestimenta cada tres canciones. La sincronización es perfecta. Hasta se da el lujo de mostrar pierna cuando luce una falda escocesa negra.

La producción es impresionante, los juegos de rayos láser hipnotizan, artista y auditorio se conectan de una manera especial. La séptima visita de Ricky Martin al Auditorio Nacional muestra a un intérprete maduro. Su gira One World Tour que inició el 17 de abril en Nueva Zelanda tiene su propio toque mexicano.

Encadena los viejos éxitos Living la vida loca que canta sobre el cofre de un viejo auto gris, luego siguen Shake your Bon-Bon. Todos de pie, obedecen, mueven el esqueleto al ritmo que mejor les va. No hay tiempo para tomar un respiro hasta que hace la obligada pausa para declarar su amor a México.

"¿Están listos para ser felices, México?, no tengan miedo, yo estoy feliz de estar en casa con amigos. Hay que tomar riesgos", declara. El público asiente, grita, celebra cada palabra con evidente emoción.
Se toca el corazón, ríe, tres minutos de tributo de una larga ovación que conmueve a Ricky Martin, que extiende el delirio cuando avisa que va a modificar su repertorio para regalar más música a los presentes. "Lo que ustedes me dan no tiene precio. Es demasiado fuerte". Es hora de complacer a los asistentes con sus mejores éxitos en español.

Suenen los acordes, se encienden los celulares como antes se prendían los encendedores, la velada se vuelve romántica. El monumental canta con pasión Fuego de noche, nieve de día, Tu recuerdo, Te extraño, te olvido, te amo, Fuego contra fuego y Vuelve.
El clímax se aproxima, Ricky emprende la parte final con un popurrí que se extiende media hora. El piso se mueve con miles de asistentes bailando La Bomba, La Copa de la Vida, Por arriba por abajo. El Auditorio se rinde, se entrega por completo a su artista que después de muchos años mantiene vivo su romance con sus fans mexicanos.

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