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Que el balón esté con ustedes: la religión laica del futbol

La final de la Liga de Campeones permite una visita a la religión laica de la pelota. La Juventus de Turín y el FC Barcelona asisten al templo del Olímpico en la segunda liturgia más importante del calendario futbolístico: la final de la Champions League. 

La religión laica de la pelota ofrecerá misa mañana en Berlín, la capital alemana, antigua tierra del Sacro Imperio Romano Germánico. Dos legiones de apóstoles compartirán el credo seglar de la pelota, esa hostia que multiplica la dicha de los panes y los peces. La Juventus de Turín y el FC Barcelona asisten al templo del Olímpico en la segunda liturgia más importante del calendario futbolístico: la final de la Champions League.

Algo de cofradía espiritual habitará en el mundo cuando a las 13:45 (hora de la Ciudad de México) se dé el pitazo inicial del partido en el que (a pesar del escándalo de corrupción, sobornos y blanqueo de dinero de la FIFA, y quizá por eso) tienen fe musulmanes, israelíes, católicos, protestantes, ortodoxos, budistas, ateos y herejes.

Marx decía que la religión era una necesidad y una protesta ante esa necesidad; algo hay de ello en el más lindo de los juegos. El poeta Javier Sicilia lo dice de mejor manera: en el sentido más pueril, en el sentido más efímero, quizá en el más corto, el futbol parece una religión por su gratuidad, por su gracia. "Este deporte -agrega- tiene algo de inspiración, de magia. Cuando aparece la jugada que nadie espera, en verdad lo que vemos es el toque espiritual más genuino del futbol; su lado más bello".

Bernardo Barranco, especialista en estos temas, observa la "religiosidad" del balompié en lo que llama "la plausibilidad de la existencia". Asegura que no le dejan de sorprender lo parecidas que son las canchas seglares y las clericales. "En ambas se resiente la exaltación de la emoción. En muchos de sus practicantes y seguidores se produce una especie de reencantamiento del mundo frente a una vida llena de frustraciones, de angustia, de incertidumbre. Es un acto de fe ante la inmediatez y la incertidumbre de la vida".

El doctor en filosofía Francisco Galán Vélez lo resume con un pase al área "picadito": El futbol es la liturgia que no exige compromisos y al mismo tiempo una realidad gratuita. Para él, los aficionados viven el tiempo de otra manera. Cada fin de semana, afirma, los fanáticos asisten a una ceremonia de libertad en la que la vida transita por una cancha autoelegida.

Para Platón, la figura perfecta de Dios era el círculo, porque todos los puntos de la circunferencia equidistan del centro. Juan Villoro ha popularizado el arquetipo con una sentencia ya de dominio público: Dios es redondo. Aunque Eduardo Galeano sostiene que el gol es el orgasmo de este rito erótico, hay quienes lo miran desde un perfil más místico, sin que el misticismo deje de ser erótico.

Barranco ve en la anotación el momento sublime del acto de fe: "Es allí -precisa- en donde el aficionado pierde el sentido de la noción y de la realidad. Es el instante del olvido de lo concreto. Podría llamarse el momento de gloria; la exaltación sublime, la extrema euforia".

El especialista atina, ante la portería de los cielos: "En el gol se libera la energía contenida, se llega a un trance en el que se confunde la alegría con el llanto. Volvemos al reencantamiento: el éxtasis se convierte en un elevado y catártico nivel espiritual".

Sicilia, más terrenal, sin dejar la pelota de lado, da un regate: "La verdadera religión tiene, en efecto, un componente espiritual que permite la unidad, la comunión alrededor de algo y levanta el ánimo".

Explica que toda estructura religiosa tiene sus ritos, sus mediaciones, sus catarsis. Es algo natural de la especie. Expresiones de sentidos muy profundos, fundamentados en la necesidad de tejer relaciones con otros seres humanos.

Sicilia, a diferencia de Barranco y Galán Vélez, no mira a las grandes catedrales como Wembley, el Maracaná o el Estadio Azteca para encontrar los perfiles éticos y estéticos del futbol: regresa al barrio, en donde todo fue hecho. "Hay comunión en el futbol de las calles; es un juntarse. Hay una maravilla en el abrazo sobre una cancha llena de piedras. El pase hermana. Y al mismo tiempo da un sentido de solidaridad, de gratuidad, de gracia. Desde luego, esa emoción llega al punto culminante cuando todos, al mismo tiempo, corean la bendición colectiva del gol".

Cerca de la Eucaristía, con los aficionados dispuestos a la plegaria con camiseta bien puesta, Barranco remata: "Lo bello de este deporte es que ricos y pobres, sabios o ignorantes, son seducidos por igual".

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