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No soy una estrella: Murillo

El artista colombiano, Oscar Murillo  inauguró su primera muestra en una galería de Nueva York, donde cinco de sus piezas se venderán colectivamente en 500 mil dólares.

"No soy una estrella", dijo el artista Oscar Murillo mientras firmaba autógrafos en la inauguración de su primera muestra individual en una galería de Nueva York la semana pasada.

La trayectoria de su carrera prueba lo contrario. Legiones de personas se presentaron la ventosa noche del 24 de abril para ver la obra de Murillo, de 28 años. En septiembre, una de sus pinturas abstractas se vendió por 401 mil dólares en la casa de subastas Phillips de Nueva York; el vendedor la compró por unos 7 mil dólares en 2011. Ese mismo mes, el artista se incorporó a la galería de David Zwirner, que representa a los maestros de la posguerra Donald Judd y Dan Flavin.

Luego de un éxito tan veloz, el debut de Murillo en Zwirner no incluye lo que más fama le dio: pinturas abstractas. En cambio, el artista nacido en Colombia transformó una galería cavernosa en una fábrica de golosinas en funcionamiento, replicando la que hay en su ciudad natal, La Paila, donde trabajaron varias generaciones de su familia, incluidos sus padres. Los 13 trabajadores de su país de origen producirán alrededor de 7 mil caramelos bañados en chocolate por día.

"Al no proponer pinturas escalables transferibles está creando un espacio de protección", dijo Kenney Schachter, curador, marchante y coleccionista con sede en Londres. "Normalmente él hace instalaciones de este tipo con pinturas y esculturas".

Escuela de arte

El alboroto generado por Murillo, que hace menos de tres años limpiaba oficinas para poder estudiar en la escuela de arte, ha sido intenso. Sus precios de subasta aventajan a sus contemporáneos, artistas nacidos en la década de 1980, en tanto algunos han subido hasta 5 mil 600 por ciento en dos años a raíz de la reventa frenética de obras de arte. Desde fines de mayo, 36 de las obras de Murillo generaron 6.3 millones de dólares en ventas en subastas, el total más alto para su grupo de colegas, según una base de datos de precios publicada por Artnet Worldwide Corp.

"Se ha convertido en el favorito de esta epidemia de operaciones a corto plazo en el mercado del arte", dijo Schachter. "Estoy seguro de que no quiere que todo el diálogo sea dictado por sus resultados en las subastas".

Cinco pinturas de Murillo, que según las estimaciones se venderán colectivamente en 500 mil dólares, se ofrecerán en subastas de arte de la posguerra y contemporáneo en Nueva York el mes próximo, tres en Christie's International Plc y dos en Phillips.

Elementos de la cultura sudamericana –comida, música, idioma- pueblan el arte de Murillo, que incluye performance, cine, instalación, edición, pintura y escultura.

Amigos de la infancia

La idea de la fábrica de golosinas "no tiene que ver con ningún tipo de fábrica sino con la relación de esta fábrica con mi familia a lo largo de los años", dijo Murillo durante la entrevista previa especial para la prensa el 23 de abril.

Colombina, la empresa de alimentos que maneja la fábrica, es el mayor empleador de La Paila, donde Murillo vivió hasta los 10 años, luego de lo cual se trasladó con su familia al Reino Unido. Varios de los trabajadores en la muestra, titulada "A Mercantile Novel", son amigos de la infancia de Murillo, dijo el artista radicado en Londres.

"Supe de inmediato que era un proyecto importante", dijo David Zwirner bebiendo cerveza en la inauguración en el barrio de Chelsea, en Nueva York. "Le di carta blanca a Oscar".

Las muestras de Murillo se inspiran en experiencias de vida, dijo Kim Donica, una portavoz de la galería. En la muestra de Nueva York, "no incluir pinturas fue una decisión consciente, pero ésta era una muestra que no necesitaba pinturas y no constituía una reacción intencional al mercado de subastas", dijo en un correo electrónico.

Cinta transportadora

Cerca de la entrada a la galería, cuatro pantallas planas montadas sobre una pared muestran la filmación de una cinta transportadora para la fabricación de golosinas y van cambiando escenas de trabajadores que exploran Manhattan. Una pared muestra una foto ampliada de su madre durmiendo en el trabajo. Otra pared está pintada de azul y en ella se ve un certificado de empleo tamaño natural enmarcado perteneciente a su padre.

En el centro de la sala hay una pila de cacharros de metal llenos de los caramelos bañados en chocolate llamados Chocmelos. Murillo diseñó el envoltorio plateado estampado con emoticones amarillos. Los visitantes pueden llevarse la golosina gratis durante todo el tiempo que dura la muestra hasta el 14 de junio.

Los cacharros llenos de Chocmelos se venden por 50 mil dólares.

La noche de la inauguración, se vio a importantes coleccionistas de Nueva York tomando y guardando Chocmelos en su bolsillo.

"Era imposible parar a la gente", dijo después de la inauguración Doreen Remen, cofundadora del Art Production Fund, una organización sin fines de lucro de Nueva York que encarga proyectos de arte público. "Había chocolate por todas partes. Naturalmente había que lanzarse sobre él".

Lenore Schorr, una de las primeras coleccionistas de la obra de Murillo, dijo que asistía a la inauguración para darle apoyo.

"No parece necesitar demasiado apoyo", dijo mirando la sala atestada.

Schorr y su marido, Herbert, son coleccionistas de Michel Basquiat, con quien ha sido comparado Murillo. El 1 de mayo, 22 obras en papel y dos pinturas de Basquiat de su colección serán expuestas en Acquavella Galleries en el Upper East Side de Nueva York.

"En ese momento no era tanto un deporte para espectadores", dijo Schorr refiriéndose a las inauguraciones de arte en los Ochentas. "No teníamos el tipo de problema de comprar para revender en seis meses".

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