After Office

Modernización llega a la cosecha de vinos de la Toscana

La mecanización que revolucionó la mayoría de las industrias hace varias décadas, finalmente está llegando a la Toscana. Poco a poco se han comenzado a incorporar máquinas para automatizar el proceso de recolección de las uvas.

Los vinos italianos evocaron durante siglos a campesinos con canastos de mimbre recogiendo uvas, y aldeanos descalzos pisoteando la vendimia. Pero el pequeño secreto del sector es que la fabricación está volviéndose poco a poco mecanizada, inclusive en zonas emblemáticas como las colinas toscanas de Chianti.

En Marchesi Antinori, cuna de los vinos "súper-toscanos", Tignanello y Solaia que se venden a un precio que va de 95 a 225 dólares la botella, gigantescas cosechadoras de uvas braman en medio de los viñedos para sus etiquetas del mercado masivo. El encargado dice que la recolección mecánica es actualmente obligatoria para el Santa Cristina, su marca más vendida, y otros productos de nivel básico, que representan más del 50 por ciento de su producción superior a 20 millones de botellas anuales. Esto ocurrió con el mercado masivo, pero es improbable para sus bodegas más famosas.

"La fabricación del vino es como el sector automotor: para los productos masivos es necesaria la automatización, mientras que, para los productos de lujo, como el auto deportivo Ferrari o una botella de Tignanello, los toques artesanales y manuales continúan desempeñando un papel decisivo", asegura Renzo Cotarella, director de Antinori, en una entrevista en la oficina futurista de la bodega excavada en las montañas. "La calidad de la vendimia mecánica es muy similar a la realizada a mano, se trata más de una barrera cultural a superar".

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CNH Industrial, que se escindió del fabricante de autos Fiat en 2011, es el grupo que controla más del 50 por ciento del mercado de mecanización vitícola. Su unidad New Holland Braud vende más de 400 cosechadoras de uva cada año, cuyo precio inicial es de unos 220 mil dólares y generan márgenes de ganancia similares a los de un auto deportivo Ferrari de nivel básico, destaca Carlo Lambro, presidente de la marca New Holland Agriculture.

Es un punto alentador en un sector de maquinarias agrícolas que experimenta una recesión con los precios de las materias primas.
Las cosechadoras de uva fueron introducidas en Francia y Estados Unidos en los años 1960, y Braud construyó su primera cosechadora de uva autopropulsada en 1975 en Francia, que sigue siendo indudablemente su mercado europeo más grande. Con productores escépticos y un terreno difícil, los italianos tardaron en adoptar las máquinas. Según el último cálculo, en 2012, tenían alrededor de 2 mil 600 cosechadoras, en comparación con 23 mil en Francia, según una investigación de la Universidad de Boloña.

"Estamos ante un buen año para las cosechadoras de uvas y esperamos que este impulso positivo continúe", menciona Lambro en una entrevista en la bodega Marchesi Antinori en la zona de Chianti. "La automatización seguirá difundiéndose".

Lambro señala que CNH Industrial tiene márgenes de ganancia de un 20 por ciento sobre las cosechadoras, sin dar más detalles. CNHI es controlada por la multimillonaria familia italiana Agnelli, que también es la mayor accionista de Fiat Chrysler y Ferrari, a través de su holding Exor SpA.

Los tractores aumentan enormemente la producción. Una máquina tarda dos horas en cosechar una hectárea, en comparación con las 60 cuando se realiza manualmente.

No obstante, los gerentes de los viñedos de Tignanello consideran que existen varias razones para mantener a los operarios.

"En el caso de los vinos de nivel superior, seguimos trabajando manualmente para poder seleccionar qué uvas cosechar", comparte Stefano Carpaneto, director de Tenuta Tignatello. "Y hay algunos viñedos en los que simplemente la máquina no puede trabajar". La compañía emplea a lugareños en los viñedos todo el año, "y no podemos decirles que no harán la vendimia porque la máquina puede hacerlo".

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