After Office

Más que un dibujante político, un pensador de lo universal

Las obras de el humorista argentino Joaquín Lavad, Quino, están marcadas por reflexiones acerca de la especie humana. Sus historias están marcadas por la era de la posguerra.

Antes del nacimiento de Mafalda en septiembre de 1964, Quino ya dibujaba como un poseso pequeños y patéticos poemas sobre la especie humana. Esto lo dice el escritor y crítico gastronómico Miguel Brascó en el prólogo de Mundo Quino, el primer libro recopilatorio de los dibujos de Joaquín Lavado, editado en 1963, en Buenos Aires.

Este trabajo integrado por viñetas sin diálogos que habían sido publicadas en distintos medios argentinos es una pequeña muestra de los cartones realizados por Quino durante los 20 años previos a la creación de la niña que odia por igual la sopa que las injusticias. La primera vez que publicó un dibujo fue en el semanario, en 1954.

La obra de Quino es un reflejo de la pos guerra. Al ser hijo de inmigrantes andaluces, el fascismo y la Guerra Civil Española también lo marcaron. Desde los ocho años iba al cine solo y veía algunos westerns de John Ford, pero lo que más le impactó fueron los documentales sobre la Segunda Guerra Mundial que proyectaban antes de cada función, con sus escenas de los campos de concentración o de las tropas aliadas liberando París.

Por eso no es raro ver en sus dibujos, soldados que claman por regresar a casa con su mamá, o situaciones cómicas que incluyen a generales fascistas o a la bomba atómica.

Le gustan los dibujos del francés Jean-Jacques Sempé, porque, como los suyos, se centran en problemas sociales y universales. Después de Mafalda (la última tira salió en 1973), el humorista ha explorado temas tan humanos como la vejez, la muerte, el amor o enfermedad.

Se podrían mezclar viñetas de distintas épocas y no saber a cuál pertenecen, lo que hace pensar que el mundo no ha cambiado en 50 años.

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