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María Juncal enamora a Bellas Artes con su flamenco

Un público enardecido que abarrotó el Palacio de Bellas Artes se contrapuso a los rumores que señalan a esta bailaora española como una plagiadora. 

La ovación de pie durante al menos cinco minutos y las constantes manifestaciones espontáneas (aplausos, gritos de ¡olé!), dejaron claro que, al menos para el público que llenó el Palacio de Bellas Artes, la controversia sobre un eventual plagio de la bailaora española María Juncal, de una obra de Gladiola Orozco -que la coreógrafa mexicana estrenó en 1995 con el Ballet Teatro del Espacio-, es cosa del pasado. 

Juncal estrenó el 26 de febrero su espectáculo El encierro de Anne Frank, de una forma inspirada, según contó días antes en declaraciones a la prensa en cómo Frank mantuvo la esperanza. "Cuando pienso en Anna pienso en los niños que son víctimas en cualquier época o lugar del mundo", aseguró.

"Son estas las páginas de uno de los más trágicos y conmovedores sucesos que acontecieron en la humanidad, pero también cuentan la historia de cómo raramente perdemos la capacidad de soñar", dice la artista en el programa de mano, que aclara en sus créditos que el montaje está inspirado en el trabajo de Gladiola Orozco.

"Miro a mi alrededor y veo inocentes que son anónimos antes y después de sus tragedias. Anne es una voz que suena alto, que es inspiradora y que habla de un bien muy preciado: la fe en la vida, la esperanza… ésta es mi plegaria", se lee en el programa.

Acompañada de dos cantaores (un hombre y una mujer, un lamento, una alegoría alternadamente que hacen imposible distinguir quién transmite más fuerza, más desesperación. Ay, ese desgarro del cante) y cinco músicos de su Compañía Flamenca, María Juncal estrenó en México este montaje que ilustra con el baile y la música, apenas algunos elementos que remiten a la joven que escapó del holocausto, una increíble historia de sobrevivencia y fe.

Y sí, están las partes de los discursos de Hitler y la música de Kurt Weill que Gladiola Orozco utilizó en su coreografía hace 20 años, pero ésta es la versión de María Juncal, con cantes que dicen, por ejemplo "cristales rotos de ira se clavan en mi corazón", o "ya no sale el sol, no hay más luz, sólo dolor. Deja que me vaya o llévame contigo". En el escenario se revela lo que ella había prometido: la esperanza en medio del encierro, de la persecución.

Hacia el principio de la obra, baila con un abrigo hasta terminar tumbada en el piso, mientras la naturaleza y la maldad humana la azotan. Un persistente sonido de lluvia, precede a los bombardeos, un corazón acelerado y un cerrojo. Ruidos que se empalman con la música, que se confunden con el taconeo de la bailaora. Desfallecida, como muñeca rota, llega a una silla, en la que parece flotar, como si tuviera miedo de algo. Miedo de todo.

Más adelante, cuenta con los dedos. ¿Los días? ¿Los miedos? Y se hace un silencio absoluto. Cuando se anima a bajar de la silla, baila. Carga una maleta y en el piso está su diario. Tras un cante sobre la mujer que no será y el vientre cálido que no verá nacer ninguna vida, María Juncal baila con la furia del flamenco un breve pasaje de Weill y provoca pensar, ¿qué hay más avasallador que la tristeza?

Así, con el cuerpo, con la música, con un guiño a Marlene Dietrich, con la osadía de bailar incluso sobre las palabras de Adolf Hitler, mientras grita sin voz, enfrenta a su público al horror desde la belleza. Tan cerca.
El cierre de la coreografía es su caminar por el pasillo de las butacas. Emocionada, casi bufando, ante el agradecido asombro de quienes asistieron al estreno de El encierro de Anne Frank, en el marco de un ciclo dedicado al flamenco en el Palacio de Bellas Artes, que inauguró la bailaora mexicana Mercedes Amaya y que concluye este 28 de febrero con la segunda función de la española Sara Varas .

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