After Office

Man Utd., Beckham y el temple deportivo

David Beckham, el joven astro de la clase obrera, heredó la pasión al Manchester United por su padre. Debutó en la temporada 94-95. La estrella de los 'Diablos Rojos' fue la voz cantante de una generación espléndida en la que militaron Giggs, Cole y Neville.

A diferencia de lo que pasaba con el rock, la movida pospunk, en el futbol las cosas no fueron nada bien en Manchester durante los 70 y 80. La depresión afectó al United con extrema dureza. Los Diablos Rojos, los Busby Boys (los muchachos de Mat Busby, el legendario entrenador de la posguerra que ganó cinco Ligas con el club) habían obtenido su séptimo título en 1967 con uno de los más grandes elencos de la historia: Charlton, Best, Law, Stiles y Herd. Todavía en ese entonces los Hollies sonaban en las estaciones de radio de la ciudad, mucho más que los Hermans Hermits, dos grandes exponentes del rock local. Sucedieron los Joy Division, el New Order, los Smiths, los Stone Roses y hasta el Oasis antes de que el United volviera a ganar el máximo diploma de la liga inglesa, gracias al aplomo de uno de sus más carismáticos emblemas: Eric Cantona.

Para entonces, el club ya tramitaba los papeles para dar de alta al joven astro de la clase obrera, David Beckham. Nacido en Londres en 1975 (cuatro años antes de la llegada de Margaret Thatcher al 10 de Downing Street), el muchacho heredaría la pasión al Manchester por su padre, un hincha sobresaltado que apuntaba todos los resultados del cuadro desde que tenía uso de razón. El padre de David, Ted Beckham, tenía 10 años cuando sucedió la Tragedia de Múnich en la que murieron ocho integrantes de los Busby Boys. Cuenta el astro que aquel episodio convirtió a su papá en un obsesivo de por vida por los colores del United.

"No sé si nace siendo del Manchester, pero yo, sin duda, lo mamé desde pequeño. Y, al final, lo que me hizo perseverar fue la idea de que recibiría la llamada que había estado esperando desde el primer momento en el que le di un puntapié a la pelota", cuenta Beckham en su biografía Mi vida. Ted, un empleado de una fábrica de cocina, no sólo llevaba al chico al puerto del norte para que viera en vivo a los ídolos de ambos. Una tarde de 1986 logró que saltara al césped como mascota del cuadro en un juego contra el gran símbolo de la clase obrera en la liga inglesa: el West Ham United.

El 2 de mayo de 1988, justo cuando cumplía 13 años, David fichó por el United, la radio de Manchester daba a conocer a los 808 State. "Acababa de vivir el día más feliz de mi vida", subraya en sus memorias. El joven debutó en la temporada 94-95. Cantona mandaba aún en la cancha de los Diablos Rojos. Beckham supo desde el primer día que estuvo a su lado que recibiría la estafeta de líder del francés, por el que sentía una profunda admiración. La juventud de Manchester volvería a sentirse orgullosa de aquel 11. El Manchester había logrado ya el bicampeonato y estaba a punto de lograr otro. Se hizo de los títulos de las campañas del 95-96 y 96-97. Comenzaban los años dorados de Sir Alex Ferguson como jefe del banquillo rojo. El muchacho había sido observado con sumo detalle y protegido con especial cuidado por el ya mitológico entrenador.

En 1998 Morrissey sacó a la venta My Early Burglary Years, un disco que lo mantuvo activo en el cambio de siglo. Aquel fue un gran año para el United. Ganó la liga, la copa inglesa y la Champions League. Beckham ya era el gran ídolo de la tribuna de una ciudad que había cambiado radicalmente con respecto a la deprimida de los 70 y 80.

Beckham fue la voz cantante de una generación espléndida del Manchester en la que militaron Giggs, Cole y Neville. Ese equipo logró la cima europea respetando las bases más abiertas del corte inglés. En 2004, otra figura nacida fuera de la ciudad se convertiría en el gran emblema de la juventud británica: Wayne Rooney (Liverpool, 1985). Hace diez años, en Moscú, hizo campeón de Europa al United ante el Chelsea.

Hoy, dolido por el atentado del lunes, el Manchester juega la final de la Europa League ante el Ajax de Holanda. Nunca ha ganado ese diploma. Ha llegado el momento del temple deportivo.

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