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Las víctimas del otro terrorismo

El Estado Islámico mata, secuestra y propaga horror en aras de establecer un gobierno religioso en la tierra. Sin embargo, hay un terrorismo que, dicen los expertos, no hay que perder de vista: el cultural. 

En Mesopotamia surgió todo: la escritura, los primeros artesanos, la moneda, la rueda, el arado, el sistema numérico y hasta el primer código legal. Es el origen de la civilización. Y hoy el Estado Islámico (EI) intenta acabar con todo ello a través de un terrorismo del que poco se ha hablado: el cultural, consideran en entrevista especialistas en arte antiguo y estudios árabes.

Pero, ¿en verdad vale la pena prestar atención a la aniquilación de museos y zonas arqueológicas milenarias cuando los extremistas venden niños y violan adolescentes? Sí, porque con estas acciones, el Estado Islámico envía un mensaje al mundo: acabar con la civilización desde sus orígenes y aniquilar la memoria histórica, aseguran las estudiosas de arte antiguo Luisa Durán y Casahonda, de la Universidad Iberoamericana; Gloria Hernández, de la Facultad de Arte y Diseño de la UNAM e Isabel Martínez Lillo, del Colegio de México.

La destrucción de obras artísticas de hasta ocho mil años de antigüedad va más allá de una pérdida patrimonial. El acto mismo de exterminio habla sobre una necesidad de visibilidad política por parte de los extremistas, pero también de una resignificación estética, observa Hernández. "Cuando se destruye una obra artística siempre queda la esperanza de la reconstrucción, de volver a nacer. Las piezas históricas destruidas en Mosul se convirtieron en performance, en arte conceptual. Algo similar a lo que hizo Yoko Ono el año pasado en el MAM: romper un jarrón y pedir su reconstrucción 10 años después".

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Según Hernández, el arte refleja el poder de las ideas; es política pura. Y mientras el patrimonio artístico de un pueblo esté mejor resuelto plástica y estéticamente, mayor fuerza expresiva y persuasiva tendrá en el mundo. Éste es el caso del arte sumerio, acadio y asirio que se produjo en Mesopotamia, sostiene.

"Dios nos ha enviado para eliminar a todos estos ídolos que han sido adorados en lugar de Alá en los últimos tiempos", dijo un eufórico extremista del Estado Islámico el 12 de abril pasado, cuando un grupo de radicales destruyó una parte de la antigua ciudad asiria de Nimrud, cuyos orígenes se remontan al siglo XIII a.C.

Desde que comenzó el año, los extremistas han saqueado piezas del Museo de Bagdad y el Museo de Mosul, donde hicieron trizas los monumentos funerarios del Nínive. "Es como si alguien destruyera la esfinge en Egipto", lamentó Markus Hilgert, director del Museo del Antiguo Oriente Próximo de Berlín.

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Casahonda afirma que el arte que hoy se encuentra en Siria e Irak representa alrededor del 25 por ciento de todo lo que se produjo en la antigüedad. "La zona mesopotámica fue muy rica en la producción artística, sobre todo desde el 4 mil a.C. hasta el 400 o 600 d.C., cuando entra el Islam. En su momento, las culturas de esta región produjeron casi la mitad de todo el arte que se hacía en el planeta", refiere.

Particularmente en el Museo de Mosul –que alberga alrededor de 170 piezas que datan del siglo VII a.C.– existe la duda sobre la autenticidad de las piezas. Sin embargo, Casahonda asegura que dos de las esculturas más importantes del recinto sí eran originales y fueron destruidas: una figura mitológica mitad toro y mitad águila llamada Lammasu, y una representación del Dios Rozhan.

Por ahora –indica Casahonda– la atención del gobierno iraquí y la Unesco está centrada en las piezas pequeñas que el Estado Islámico puede transportar fácilmente y vender en el mercado negro de Turquía y Siria.

"Es muy extraño que el Estado Islámico no destruya objetos pequeños a pesar de que éstos también sean, según ellos, idolatrías paganas. Ésa es una de sus más grandes contradicciones: aniquilemos todo lo pagano, menos lo que sí podamos vender. Hay una clara intención de estos grupos por financiarse a través del arte acadio, asirio y sumerio, cuyas piezas llegan a cotizarse en millones de dólares", comenta Casahonda.

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Sobre esa clase de contradicciones habla Isabel Martínez Lillo, arabista española del Colegio de México. Ella sostiene que el Estado Islámico tiene un objetivo más allá de lo religioso: dividir al mundo árabe y satisfacer los intereses de Estados Unidos. Y para ello no hay mejor forma que el terrorismo cultural, pues, asegura, éste refleja una necesidad por regresar a la barbarie y transgredir las ideas.

"Sin las políticas estadounidenses no podemos entender la proliferación de grupos extremistas. Ya sucedió lo mismo con los talibanes en 2003. Se habla mucho de que el objetivo del Estado Islámico es establecer un Califato (gobierno islámico en el mundo). Pero en el fondo hay otro mucho más profundo: fragmentar el mundo árabe y beneficiar al gobierno estadounidense, que desde hace tiempo se ha empeñado en dividir a los musulmanes, generar guerras y exportar armas", explica Martínez.

Es así como la cuna de la civilización, el lugar donde nació la literatura con La Epopeya de Gilgamesh, se cae a pedazos. Literalmente a pedazos de arte.

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