After Office

"La tecnología no garantiza la calidad de la información"


 
Karla Zanabria
Era 1988, y la sociedad civil experimentaba una elevada efervescencia política a causa de la contienda electoral protagonizada por Carlos Salinas de Gortari y Cuauhtémoc Cárdenas. En ese contexto, salió a la luz el primer ejemplar de la Revista Mexicana de Comunicación. 25 años han transcurrido ya, y los debates librados en sus páginas están tan vigentes como entonces.
 
Desde sus primeros días –bajo la dirección en aquel momento de Miguel Ángel Sánchez de Armas–, la Revista Mexicana de Comunicación (RMC) fue bien acogida, según opina su actual director, Omar Raúl Martínez; y lo fue porque sencillamente no existían espacios que de manera sistemática ofrecieran análisis profundos, y que, al mismo tiempo, rescataran el aporte que los investigadores (y la propia academia) producían en materia de medios.
 
Periodista y académico de la Universidad Autónoma Metropolitana (Unidad Cuajimalpa), Omar Raúl Martínez rememora aquellos primeros pasos:
 
"El propósito primigenio de la revista era congregar la reflexión de los estudiosos de la comunicación y, claro, la mirada de los periodistas; vamos, engarzar teoría y práctica de la comunicación. Además, queríamos escrutar el quehacer de los propios medios desde el punto de vista político y social. Estas tareas no se daban de manera regular, aunque sí había algunos columnistas y articulistas que abordaban ocasionalmente esos temas; era gente como Raúl Trejo Delarbre, Fernando Mejía Barquera, Alma Rosa Alva de la Selva y Fátima Fernández Christlieb. También, Raymundo Rivapalacio estaban abriendo brecha. Si acaso, además, La Jornada, Nexos y El Nacional otorgaban algunos espacios a esos temas."
 
–Algo es cierto: esta conjunción de la teoría y la práctica en aras de analizar fenómenos mediáticos, culturales y sociales no es tarea sencilla. ¿Por qué es tan difícil que los comunicólogos y los comunicadores colaboren entre sí? –preguntamos a Omar Raúl.
 
–Percibo que muchas veces los académicos están tan concentrados en la conceptualización de los fenómenos, que no se preocupan por usar un lenguaje que permita la divulgación y el entendimiento, lo cual sí ha de procurar el periodismo. No siempre ha sido sencillo, son estancos totalmente separados. A veces me encuentro con periodistas que le tienen fobia a los académicos; éstos, a su vez, ven a los periodistas como enemigos. No debería ser así ya que, al fin y al cabo, estamos hablando de lo mismo. En ese contexto, la RMC ha buscado conciliar. No podemos perder de vista que si bien ésta es una revista especializada, no tiene por qué ser indescifrable.
 
–La industria mediática y sus profesionales enfrentan hoy una migración, casi obligatoria, hacia los formatos digitales; ¿cómo se enfrenta la RMC a este nuevo panorama?
 
–Esta multiplicación de espacios también nos obliga a una renovación en las estructuras del discurso. Publicar textos de dos cuartillas no es la naturaleza propia de una revista especializada como la RMC, ni podrá serlo. Sin embargo, si podemos aprovechar los recursos tecnológicos y las plataformas digitales (sin perder nuestro objetivo primigenio), habrá que hacerlo. Actualmente estamos regalando, en un solo bloque, 14 ediciones en PDF de la revista, ya que el potencial que significa el ámbito digital es enorme y no debemos desperdiciarlo.
 
 
–Los avances tecnológicos han facilitado que la ciudadanía tome en sus manos la labor de informar toda clase de sucesos en tiempo real. En ese contexto, ¿todavía tiene razón de ser el periodista?
 
–Ese fenómeno se ha denominado periodismo ciudadano. No niego la necesidad de reconocer el aporte de la gente ante la realidad en la que vive, sin embargo eso no los hace ni reporteros ni periodistas. En todo caso, los hace interlocutores válidos para aportar testimonios que nos ayuden a entender lo que está ocurriendo. Pero hasta ahí. Lo que sucede es que muchos empresarios pretenden darle su lugar a la audiencia mediante sus teléfonos celulares, y abrevan, o aprovechan, los contenidos que producen. Algo que, de pasada, les permite abatir costos y no pagar salarios dignos a los profesionales. Esto es una falta de respeto al periodista, porque él ha procurado formarse (y ése es un compromiso que no lo asume cualquiera). Para hacer un periodismo que aporte algo, que transmita significados y nos haga comprender el entorno (como diría el periodista Ryszard Kapuscinski), se requiere de una preparación, una capacidad y una convicción que enlace justamente el aporte académico con la experiencia de vida. El uso de la tecnología no garantiza ni calidad ni responsabilidad en el manejo de la información. La inmediatez produce mensajes reactivos, fragmentados, que, en muchas ocasiones, confunden y desconciertan más a la gente; no siempre abonan al entendimiento.
 
 
 
 
 

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