La pelota se regó sobre la mar. De puerto en puerto fomentó la concordia. Nacieron los clubes. Las barriadas, tierra adentro, tuvieron identidad. De pronto la camaradería fue asunto de 11. Luego, los domingos, se propagaron los partidos. El siglo XX fue del deporte. Tres guerras, una de ellas fría, marcaron la vida de millones de seres humanos. El futbol se mantuvo firme -pese a sus malos ratos de violencia- como una razón para la paz. El pleito por otros medios.
Inglaterra, imperial, convidó la cancha y la corbata. Ayer el mundo estuvo presente en el intercambio; en la vuelta del esférico. En Estocolmo, navegable, el Manchester United se coronó en la Europa League por vez primera. Tierra de marinos y de rock, Manchester padeció el lunes de una artera agresión a sus adolescentes. Veintidós muertos y 59 heridos. En frente, el Ajax. Cuadro de jóvenes de Cruyff, presentó una muchachada para la gran cita. Haciendo ejemplo de El Grande que luchó en Troya, el primo de Aquiles, el club de Ámsterdam presentó otra cara de Europa: la juventud deportiva ante el terror.
Fue una noche conmovedora la de Suecia. Dos días después del atentado suicida en la Manchester Arena, la pelota debía cumplir las funciones del encanto, la hermandad y el encuentro. No es casual que el lenguaje deportivo llame así, encuentro, a los partidos entre equipos. El minuto de silencio se dejó escuchar en cada cancha, en cada barrio, en cada palmo de tierra sobre los que, a finales del siglo XIX, rodó traviesa, lactante e inquieta la pelotita.
Estampa de gran belleza. Evocó las reacciones mundiales de solidaridad con el United después de la Tragedia de Munich. O las recientes con la Selección francesa cuando los hechos de París. El futbol es sagrado, dijo Roberto Fontanarrosa. Es un asunto serio que divierte. Pero antes que otra cosa es un hecho histórico. Luego, una promesa. Un aliento. Y una fraternidad que dribla, poco a poco, las barreras raciales, religiosas, políticas, sexuales, de todo tipo.
Europa debe insistir en que el miedo, el terror y las amenazas no detengan el discurso del balón. Se juega el 3 de junio la final de la Champions League entre el Real Madrid y la Juventus de Turín. Miles de millones de aficionados aguardan la cita de la fiesta como los antiguos los rituales religiosos de los que dependía la continuación de la especie. Del relato de la pelota depende la autoestima de la humanidad
After Office