After Office

La grosería sigue


 

Redacción
 
 
La selección mexicana de futbol se beneficia de la ayuda del vecino para lograr un pase, como dádiva, como insulto, a la reclasificación de la eliminatoria del Mundial Brasil 2014. Graham Zusi, del equipo Kansas City, de la MLS, anotó para Estados Unidos un gol despiadado que echó para abajo la dicha de Panamá entera, cuando México reportaba una muerte clínica por tercera vez en 90 minutos. Un minuto después, Aron Johannsson, del AZ Alkmaar, concretó una victoria americana ante un atrevido equipo panameño, cuya ilusión duró lo que un suspiro macabro.
 
 

Fue una noche rulfoniana. Tres partidos que se jugaron en cancha ajena; fantasmas que hablaban a lo lejos y la muerte se paseaba entre la hierba. En San José, el equipo mexicano ventilaba esa percha maltrecha, torpe, ingenua y hasta lastimosa, ante una Costa Rica intensa, abierta y altanera. Cuando Javier Hernández, presa redundante de la infamia, falló ante el arco un gol de imposible desacierto el viento anunció un thriller de historia, de última escena. Era el minuto 18, punto climático del miedo.
 
 
Cancha alterna del suspenso. En San José se jugaba el minuto 19, cuando cayó el 1-0 en Panamá (min.18). El empate sostenía con alfileres la clasificación mexicana. Cinco minutos después, Costa Rica, a cargo de Bryan Ruiz, abrió el marcador casi con desparpajo. México, a lo lejos, llegaba a Comala preguntado por su padre. En el 28, tiempo tico, Oribe Peralta, aquel que de Londres hizo encanto, empató un partido deplorable, lleno de baches. El empate regresaba como remedio para el coma.
 
 
Tercera dimensión de la impericia. Honduras y Jamaica, en Kingston, tanteaban a la desgracia y a la fortuna. A lo lejos, en el minuto 61, llegaron voces de las Antillas: Honduras se las arreglaba para salir del trámite.
 
 
Todo fue absurdo. En el minuto 63, Álvaro Saborío introdujo la daga: 2-1. Al tiempo, en Panamá, Michael Orozco dejaba una despensa para el equipo de Vucetich, lleno de pánico (1-1). Por un rato se averió la realidad; lo que sucedía aquí era lo que pasaba en otro lado. En el minuto 83 panameño, mientras los mexicanos abandonaban toda hombría, el equipo local se fue adelante con una anotación de Luis Carlos Tejada, del Veracruz, 2-1. México estuvo, otra vez, fuera del mundial. La cancha era un montón de piedras.
 
 
Fantasma de sí mismo, paupérrimo, zafio, el equipo mexicano encontró el rumbo en medio de la nada. El aliento de Graham Suzi le dio vida a la vergüenza, al paso pordiosero de una selección que, nuevamente, tiene más de lo que merece. México se somete ante la Nueva Zelanda en una reclasificación que suena a grosería, a infamia, a indigna. Nada dura más en ente episodio supino que el mal gusto y la medianía. El festejo del alargue de la euforia mundialista es tan ofensivo como los gestos de la cancha.
 

 
 

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