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Hace 35 años del ¡Viva México! al ¡Viva Valenzuela!

La Fernandomanía, ese gesto mexicano en la ciudad más mexicana de la Unión Americana, se inició el 15 de septiembre de 1980. Sí, ningún día del calendario tan trigarante como ese. Entró como relevista (los innings 6 y 7) ante el Bravos de Atlanta.

Dulce Piniella terminó su carrera como el número 14 de los mánagers ganadores de las Grandes Ligas. Le llaman Sweet por la delicia de su swing al bat, casi natural, como la miel. Debutó como pelotero a los 21 años, con el Orioles de Baltimore, en 1964. Su rival de montículo en 1981, Fernando Valenzuela, había nacido el 1 de noviembre de 1960.

En el beisbol difícilmente los números no coinciden. Cuando Valenzuela tenía 14 y desconocía, como todos, su destino, Piniella (1943) fue contratado por el Yanquis de Nueva York. Fernando no sabía entonces en dónde quedaba la capital bursátil. Vamos, tampoco algo más cercano como Los Ángeles, California, pero nada tarda en juntarse, menos en el campo de los sueños. Fernando iba a cumplir 21 cuando aquel día que no se ha ido en ninguna memoria que lo tuvo presente.

El Dodgers, como el Gigantes, se mudaron en busca del oro del Oeste en 1958. De hecho ambos de enfrentaron en la apertura de la campaña (18 de abril) ante 78 mil y pico de espectadores en el Memorial Coliseum, que 26 años antes había albergado los Juegos Olímpicos. Valenzuela no había nacido pero ya estaba dictado su futuro: en octubre del 81 conocería cara a cara a Piniella. En aquellos años los diarios angelinos hablaban de Sandy Koufax y Don Draysdale como seres mitológicos.

Valenzuela lo sería, más temprano que tarde. En su camino al home pasó por el Mayos de Navojoa y luego por el Leones de Yucatán de la Liga Mexicana de Beisbol. Cuando Mike Brito le reconoció no dudó en llevarlo a las órdenes de Tom Lasorda, entonces mánager del Dodgers.

Si el tirabuzón fue su sello de agua cuando pasaba las tardes en el montículo, su vida se desbordó con serena rapidez, como suele pasar con los inmortales. La Fernandomanía, ese gesto mexicano en la ciudad más mexicana de la Unión Americana, se inició el 15 de septiembre de 1980. Sí, ningún día del calendario tan trigarante como ese. Entró como relevista (los innings 6 y 7) ante el Bravos de Atlanta. Debutar no es un logro en ningún deporte; en el beisbol es solamente una referencia histórica. Terminó ese año, lo que quedaba del año, con marca de 10 juegos, 2 ganados - 0 perdidos y ninguna carrera limpia aceptada.

El relato comenzaba apenas. Un año después el abridor Jerry Reuss, pieza clave en el rol de pitcheo de Lasorda, se lesionó antes del comienzo del inicio de la campaña. Tiempo, destino en 3-2 para El Gordo. El 9 de abril de 1981, toda fecha es registro, fue anunciado en el juego ante el Astros de Houston, al que blanqueó 2-0. Luego siguieron siete ceros. Un récord para un novato en la historia de las Mayores. Había algo en él que lo alimentaba y al mismo tiempo lo destruiría: su capacidad para lanzar juegos completos (11); cosa ya no vista en la pelota de estos días.

Valenzuela fue clave para que el Dodgers venciera, en aquella temporada de la huelga, al Astros en la lucha por el gallardete de la división Oeste de la Liga Nacional. Y luego fue determinante en la victoria en cinco juegos en la serie final del viejo circuito ante el Expos de Montreal.

En su primer año en el mejor beisbol del mundo, Valenzuela fue llamado para lanzar el tercer duelo del Clásico de Otoño ante el Yanquis de Bob Lemon. Las Grandes Ligas ya eran una alfombra de euforia latina. El equipo angelino perdió los dos primeros juegos en la Casa que Ruth construyó. El Gordo se presentó en Dodger Stadium con la obligación de vencer al Cy Young de la Liga Americana, Dave Righetti. Fue el 23 de octubre de 1981.

Con el apoyo del bat, Valenzuela comenzó ganando el juego desde la primera entrada. 3-0. Luego, y eso se repetiría muchas veces a lo largo de su carrera, cayó en la bipolaridad. Al cierre de la tercera perdía 4-3. Aferrado al puesto, con una gallardía no bilingüe, el 34 precisó los lanzamientos. Temperamental, volvió a la serenidad. Se estabilizó y el equipo respondió. Dos carreras más en el cierre de la quinta. 5-4. Faltaban 12 outs, una amplia lontananza. Rodeado de tensión, debió apelar a lo suyo: el tirabuzón ante la parte medular del line up del Yanquis: Mumphrey, Winfild, Piniella, quien bateaba en esa serie para .444 (4 de 9) y una carrera producida.

Dulce Piniella era, en ese momento, el domicilio del drama. Valenzuela se puso en 2 bolas, dos strikes, dos outs. Y cerró de la manera más espectacular: un lanzamiento, el 149, para ponche sobre el futuro gran mánager.

Tommy Lasorda salió al campo a abrazar al muchacho de los 45 mil dólares.

El Dodgers ganó la serie en seis juegos el 28 de octubre de 1981.

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