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Giménez Cacho emprende retos para enamorarse del ser humano

El actor Daniel Giménez Cacho se ha vinculado en movimientos sociales por la paz y por la libertad de expresión. Pero en su espacio de creación predilecto, el teatro, prefiere explorar los retos actorales que realizar un teatro de activismo.

Daniel Giménez Cacho, preocupado por el caos que se vive en el país, se ha vinculado en movimientos sociales por la paz y por la libertad de expresión. Pero en su espacio de creación predilecto, el teatro, prefiere explorar los retos actorales, que realizar un teatro de activismo.

"Sí me interesan los contenidos políticos, pero en teatro el mensaje antecede a todo y se puede volver muy aburrido. Como expresión artística, la política no se me hace interesante", opina el actor.

"Aquí se hizo algo que me gustó, Los asesinos, en este estilo de David Olguín entre lo fantástico y lo real, hablando de esta decadencia moral que se está viviendo. Como tal, estos temas no me han interesado".

Para el actor y director hay otras formas de vincularse con las personas. La que más lo ha transformado, dice, ha sido El Safari en Tepito, realizado con la actriz holandesa Adelheid Roosen. "Me movió mucho porque va directamente a la conciencia de la gente y a generar experiencias de vida, justamente echando para fuera política, religión, clase social, marca de calzones. ¿Qué aparece cuando quitamos todo eso? Aparecen seres humanos", dice.

A través del trato con gente valiosa que se ha cruzado en su camino, personas que en medio de esta realidad tan violenta siguen luchando para que no se repitan las tragedias -cuenta- es que se ha convertido en un portavoz de causas sociales. Por eso se ha involucrado con organizaciones como Movimiento por la Paz y la Asociación Mexicana de Derecho a la Información (AMEDI).

"No puedo dedicarme completamente a las causas. Formo parte de AMEDI porque soy víctima directa del monopolio mediático que hay. En cuanto a las producciones televisivas, si no estás en Televisa, te queda TV Azteca, y el Once está bastante disminuido", opina el actor.

"Hay muy pocas opciones en la herramienta masiva de comunicación, no hay espacios para poner otro tipo de contenidos, otro tipo de voces. El cine sí es un territorio más o menos libre donde sí hay acceso y pluralidad diversas", añade quien ha aparecido en más de 40 películas, entre ellas cintas de contenido crítico como El infierno, de Luis Estrada y Colosio: El Asesinato, de Carlos Bolado.

FRENTE A LA AUSTERIDAD
El problema del cine, dice, no radica en la producción, sino en la exhibición: no hay espacios para ver las películas; una situación que debe ser atendida desde la gubernatura.

"El gobierno no está por la diversidad de voces, la pluralidad, la difusión de la cultura, excepto ciertos mecanismos que perviven: el FONCA o el Conaculta, que siempre están amenazados con recortes", afirma.
Pero la austeridad en el teatro es lo que más le ha preocupado. Por lo que se convirtió en emprendedor.

LA VERDADERA CALLE DE LOS MILAGROS
Hace 24 años, al ver que no existían foros independientes, Daniel Giménez Cacho se organizó con Lorena Maza y Tolita Figueroa, y se instalaron en Milán 18, una casa cedida por Mariana Pérez Amor. Durante un año estuvieron rebanándose los sesos para ver cómo conseguir dinero para sus proyectos, hasta que en 1992 se inauguró el Bar Milán, que todavía presume detrás de la barra el emblemático nopal creado por Tolita Figueroa.

Quienes han echado unos tragos allí, han contribuido en la consolidación de El Milagro, asociación integrada también por David Olguín, Gabriel Pascal y Pablo Moya, quienes empezaron con la edición de libros de teatro y cine. El de Sólo con tu pareja, su favorito.

Este milagro del quehacer escénico desembocó en la apertura del teatro en 2008, instalado en el 24 de la calle Milán. Aquí, Daniel Giménez Cacho tiene su laboratorio creativo: "El teatro es como la vida, no sabes por qué caminos te va a llevar".

El actor ha encontrado en la actriz Laura Almela a su compañera de locuras. Este fin de semana terminan temporada de su tercera obra, Él, basada en un texto de E. E. Cummings, donde no hay director, ni escenografía. Un reto para los actores y el público.

"Somos como albañiles: entramos en la materia y escogemos lo que nos gusta, nadie le dice al otro lo que tiene que hacer. Es un camino de libertad absoluta, que la mayoría de las veces da bastante miedo".

Al terminar temporada este fin de semana viajará a Ciudad Juárez a realizar otro safari. En los ojos se le nota la emoción y el impacto que estos proyectos han causado en él: "Es muy hermoso, es una forma muy contundente de acercarse al otro. Te vuelves a enamorar del ser humano".

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