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Gabriel García Márquez, Nobel sin frac

A Gabriel García Márquez le gustaba definirse como un "gran conspirador" y, como tal,  en diciembre de 1982 se presentó a recibir el Nobel de Literatura, de manos del rey de Suecia, vestido de liquilique, un traje tradicional de lino colombiano, en lugar del frac de etiqueta.

García Márquez era un hombre graciosamente irreverente y jamás ocultó sus ideas de izquierda.

En diciembre de 1982 se presentó a recibir el Nobel de manos del rey de Suecia vestido de liquilique, un traje tradicional de lino colombiano, en lugar del frac de etiqueta.

En su discurso no sólo habló del realismo mágico en América Latina: también de la desigualdad y las violaciones de los derechos humanos cometidas por las dictaduras militares de la época.

"Me atrevo a pensar que es esta realidad descomunal, y no sólo su expresión literaria, la que este año ha merecido la atención de la Academia Sueca de la Letras", dijo. "Una realidad que no es la del papel, sino que vive con nosotros y determina cada instante de nuestras incontables muertes cotidianas, y que sustenta un manantial de creación insaciable, pleno de desdicha y de belleza".



Aunque su obra tiene profundas raíces en Colombia, García Márquez vivió durante décadas en México, donde se asiló en 1981 tras ser acusado de financiar al grupo guerrillero M-19.

Le gustaba definirse, un poco en broma y otro poco no, como un "gran conspirador".

A finales de la década de 1990 ayudó a organizar negociaciones de paz entre el gobierno de Colombia y el grupo guerrillero ELN en La Habana, que no llegaron a ningún lado.

También participó entre bastidores en negociaciones para terminar la guerra civil en El Salvador y Nicaragua.

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