After Office

Fernando Luján no sabía reír

Cuenta que le costaba mucho reír arriba del escenario y ante la cámara de televisión o de cine. Un día, preocupado, pidió ayuda a uno de sus tíos, nada menos que Fernando Soler. En entrevista, el actor nos platica que está preparando una novela sobre su linaje.

Recuerda que le costaba mucho reír arriba del escenario y ante la cámara de televisión o de cine. Un día, preocupado, pidió ayuda a uno de sus tíos, nada menos que Fernando Soler. Cuenta Luján:

-¿Qué te pasa mijo?, me preguntó.
-Quiero que me digas cómo reírme, me cuesta mucho trabajo.
-¿Por qué? Es muy fácil, mira: "Jajajaja"
Me le quedé mirando y le dije:
-Está muy padre, pero ¿qué haces?
-Pues me río.
-Sí, pero ¿dónde pones la voz, en la garganta, en el estómago? ¿Cómo se hace?.
-Nada mijo, pues hacerlo.

Desilusionado y sacado de onda, Fernando Luján se fue a su casa y le dijo a su madre: "Me dijo que lo hiciera; eso no me sirve de nada. Un mes después le cayó el veinte...

"Mis tíos no acostumbraban a dar consejos, pero el mejor que me pudo haber dado fue ése: hazlo, ya aprenderás a hacerlo bien, pero lo principal es que te atrevas y eso fue una especie de credo en mi vida", recuerda este hombre que ha participado en más de 70 películas.

Fernando Ciangherotti Díaz nació en 1938, hijo de la más pequeña de los Soler, Mercedes, y del actor Alejandro Ciangherotti. El 11 de septiembre regresa al teatro después de seis años de ausencia con La Dalia Negra, una obra noir sobre el asesinato de la actriz Elizabeth Short. Además, escribe una novela sobre su linaje.

"Me baso en cosas que me platicó mi mamá, en cosas que se acuerda mi sobrino (nieto de Julián), mi hermana Meche y en mis propias remembranzas. Cuando era chamaco, todos los fines de semana llegaban a mi casa Fernando y Andrés y aquello era un acontecimiento.Estoy almacenando poquito a poquito programas de mano y fotografías de las obras en las que participaron. Como en toda novela, hay un poco de fantasía".

También contará anécdotas de la vida de su padre Alejandro Ciangherotti, nacido en Argentina. Dice que sus tías eran cantantes en Cuba, se llamaban La Maravillita y La Tirana.

"Puedo contar que la primera vez que estuvieron sus hermanas en un teatro mi padre también tenía ganas de cantar. Lo sacaron a escena y el público le gritaba 'dejen al chico que se desahogue', la verdad es que lo hizo bastante mal".

Al ser hijo de actores y sobrino de los Soler, Luján quiso involucrarse en el mundo teatral lo antes posible. Se sabía al dedillo todas las obras de sus tíos; tenía títeres, declamaba con puntos y comas el libro El declamador sin maestro y tenía su propio camerino en la azotea de la casa de su mamá.

"Todo lo que pedía de Navidad era que me repusieran los bigotes y las pelucas que ya no me servían. Me impresionaba todo lo que hacían los actores de aquella época. Estaba fascinado; fue una época muy bonita. En mi camerinito me disfrazaba, me tomaba fotos de personajes y las ponía en todo el lugar. Cuando fui mayor pude interpretar muchos de aquellos personajes".

Realizó su primera obra a los ocho años. Fue Marianela, de Benito Pérez Galdós, en el papel de Celipín. En esa época, Julio Bracho lo llamó junto con su hermano Alejandro para que debutaran La Cobarde (1947). En aquellos años, Alejandro le ganaba casi todos los papeles.

"Ganó el Ariel a los nueve años. Lo curioso es que a él no le gustaba la carrera. Siempre íbamos a los castings juntos y como él tenía unos ojos muy expresivos, como los de mi madre, siempre se quedaba con los roles", recuerda Luján.

"Me daba muchísimo coraje porque a mí sí me gustaba, me ponía a llorar y me iba a mi cuarto a leer, a los nueve años ya me había leído todo Dumas; creo que por eso me nació esa inquietud de escribir".

En la década de los 60 fue el chico rebelde en distintas cintas juveniles. Siempre fue el rebelde de la familia. Nunca le gustaron las escuelas, no tomaba clases de actuación como sus primos o su hermano y, al ser autodidacta, desarrolló su propia técnica, "caminar al personaje", como la llama.

"Se supone el actor debe analizar el texto y la vida del personaje, yo no estoy muy de acuerdo. Yo puedo estar ensayando y caminando como camina Fernando Luján y poco a poquito empiezo a sentir al hombre que debo representar; necesito caminarlo". Y uno de los que más trabajo le costó fue aquel que interpretó en El coronel no tiene quien le escriba.

"No sé si se le puede llamar técnica. Si fuera a interpretar a Napoleón, podría adentrarme mucho en el personaje para tratar de hacerlo parecido, eso no me late, prefiero hacer un Napoleón como yo lo pienso y yo lo siento. Alejarme un poquito de la realidad dogmática y hacer tu propia creación".

Los Soler casi no le daban consejos al rebelde Fernando, pero uno que se le quedó grabado fue precisamente que no se complicara con la técnica; en ocasiones se arrepiente de no haberlo atendido con toda claridad.

"Por un lado siento que tenían razón y por otro no, porque eso también me impidió tener la necesidad de estudiar técnica para mi fonetría, para mi voz", comenta. Por cierto, hace rato que padece de problemas en cuerdas vocales.

En una trayectoria de prácticamente siete décadas, Fernando Luján ha hecho más de una centena de dramas y comedias (al final aprendió a reír) en cine, televisión y teatro, y todavía tiene un sueño: hacer con su hija Vanessa Ciangherotti una versión de El Rey Lear, de Shakespeare. Y, ¿por qué no?, invitar a Anthony Hopkins a dirigirla.

LA DALIA NEGRA
La obra realizada por Jorge Ortiz de Pinedo y sus hijos, Pedro y Óscar, será uno de los proyectos más ambiciosos del año, ya que buscan hacer "cine en teatro" con tecnología multimedia que aseguran jamás se ha visto. Dirigida por Alejandra Ballina, trata sobre el asesinato de Elizabeth Short, una actriz de los años 40. Aunque nunca se supo quién fue el asesino, plantea una hipótesis basada en investigaciones policiacas. Estará en cartelera desde del 11 de septiembre en el Foro Chapultepec. El último trabajo que realizó fue en Todos eran mis hijos, de Arthur Miller, en 2009.

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