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Eusebio o la forma eterna del encanto


 
Mauricio Mejía
 
 
El futbol se jugaba mejor en blanco y negro. Y Eusebio, el astro del Benfica, pero sobre todo de la selección de Portugal, fue uno de los más emblemáticos héroes de la pelota de cuero, cuando el balompié era un ballet de gracia y garbo sin sofisticaciones ni aditamentos, futbol puro: genuina expresión del que Angel Fernández llamó "El juego del hombre".
 
 
Nacido en Mozambique, criado por la pobreza, dieñado por la Gracia, Eusebio se adueñó del mundo en aquel mundial en el que Pelé dejó vacante el puesto de Rey Universal. Justamente ante aquel primerizo Portugal en Copas del Mundo, Pelé abdicó, a base de patadas y cuchillos. Con la puerta abierta para la eternidad, La Pantera Negra convirtió aquel Mundial del 66 en una estampa involvidable. Cuando ante Corea del Norte, otra debutante en la máxima reunión, la situación crítica lo obligó a sacar su mejor futbol posible, Eusebio se montó al pueblo entero y lo llevó al insospechado alarido. Portugal era entonces el palmo más alejado de la cancha Europea. Para colmo, España se ufanaba del Madrid de Di Stefano y del Barsa de Kubala. Eusebio fue el portaestandarte del primer "ciclo de oro" del futbol portugués. Llevó al Benfica a cuatro finales de la Copa de Europa y lo hizo campeón en dos de ellas; sí, sobre La Saeta Rubia y sobre Laszy: tan enormes como Charlton, Moore o Seeler.
 
 
Ya instalado en el club de los eternos, Eusebio llevó a su país a las semifinales, un arrebato que nadie esperaba, menos en casa: ganando sus primeros tres partidos. Ante la última Hungría importante, ante Brasil y ante Bulgaria.
 
 
Eusebio, el astro del encanto, hizo ver menos a otro guiño de la historia: Corea del Norte, vencedora de Italia y dueña del segundo puesto del Grupo D. Los coreanos, en cuartos de final, se montaron un asombroso 3-0 al minuto 25. Llegó el momento de La Pantera. Entre el minuto 27 y el 59, Eusebio anotó cuatro goles; dejó el cierre de la hazaña a José Augusto: 5-3. También cuando el futbol era en blanco y negro, hubo desilusiones. Inglaterra acabó, en seminfinales, con las más bellas noches portuguesas. Pero algo quedó para la posteridad. Aquel triunfo sobre la Unión Soviética en el juego por el tercer lugar: encumbró para siempre la figura de Eusebio, esa figura primorosa que desde ayer comienza a recuperar nuestra memoria en blanco y negro.

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