After Office

Ernesto Gómez Cruz, el personaje sencillo

Uno de los mejores actores que ha tenido México comparte en entrevista los momentos clave de su carrera. Además, platica sobre su taller de actuación, por el cual no cobra un sólo peso. 

El primer actor Ernesto Gómez Cruz ha participado en 153 películas, algunas clásicas como Los caifanes -su debut en cine en 1966, a la edad de 33 años - Reed México insurgente, Canoa, El callejón de los milagros, El crimen del padre Amaro o la trilogía de Luis Estrada que cerró con El infierno, en 2010; ha ganado siete Arieles y dejado una huella definitiva en la cinematografía nacional.

A sus 80 años, Gómez Cruz quiere convertirse en director de teatro, disciplina que, desde la actuación, comenzó a estudiar -un tanto tardíamente-, a los 30. La primera vez que participó en un montaje fue con un grupo amateur en Las cosas simples, de Héctor Mendoza. Por ahora el actor oriundo del Puerto de Veracruz, quien interpretó durante 14 años al comandante Treviño en el musical Aventurera, cumple su sueño al frente de un grupo de aficionados de la tercera edad.

___¿Es cierto que llegó a la actuación casualmente?

___No sabía qué cosa iba a hacer y ya cuando llegué a una edad adulta, descubrí a lo que me iba a dedicar. Trabajé en muchas cosas, entre ellas fotógrafo ambulante, y de repente surgió la posibilidad de hacer teatro, pero yo no sabía qué era eso. Yo había cantado en los camiones, las escuelas, en los circos y para mí eso era el teatro; pero Javier Amezcua, que había salido en Los olvidados, me enseñó, guiándonos con el libro de Héctor Mendoza (Las cosas simples).

___¿El canto fue su primera vocación?

___Sí, pero no fui llamado para eso, en cambio para la actuación sí. Lo descubrí prácticamente en el camino y luego las oportunidades han venido, no las he buscado; aunque he tenido muchas trabas en el camino, que quizá en otra persona hubieran bastado para retirarse.

Afortunadamente me sostuve, mi esposa nunca me permitió que yo pensara en cambiar mi rumbo y creía en mí; entonces, cuando veía que flaqueaba por falta de trabajo, no me dejaba caer. Hubo etapas en que me castigaron mucho, a tal grado que tuve trabajar de barrendero en un teatro en La Lagunilla, después de Los caifanes. Después alguien me dijo que estaba vetado y hasta la fecha no sé por qué. Igual me sucede en una empresa de televisión, no puedo entrar a los estudios.

___¿No fue decisión de usted dejar Televisa?

___No, si estaba ahí muy bien. A lo mejor fueron mis propios compañeros del sindicato, como no soy una persona agachona, nunca estuve de acuerdo con los secretarios generales cuando cometían algún error; no es que estuviera encima de ellos, pero apoyé siempre a lo que se llamaba el grupo de oposición y me agarraron... no sé, coraje, porque muchos de la oposición se doblegaron y yo no. Me trataron de expulsar del sindicato, estuve más de 10 años en los tribunales y afortunadamente el abogado que me acompañó en todos estos problemas me sacó adelante.

___¿Ya no buscará algún cargo en la ANDA?

___No me interesa, el sindicato está muy mal económicamente, no hay trabajo para los actores y tampoco se buscan las formas de tener ocupados a sus miembros, que somos actores todos. Estuve en Honor y Justicia y me sacaron, pero cuando gané el pleito, sucedió algo muy grato: en ese entonces estaba Fernando Fernández -que ha sido mi ídolo en las películas mexicanas- como crooner, y cuando fui a recoger lo que me correspondía, él me entregó el dinero y me dio un abrazo. Que ya con eso me sentí satisfecho.

___¿Qué ha significado para usted trabajar con los directores más reconocidos de México?

___Mucho, tengo esa satisfacción que a estas alturas me estén dando reconocimientos por mi trayectoria, que me hayan entregado el Ariel de Oro este año. Les he respondido muy bien y yo creo que por eso he seguido trabajando con ellos, de lo contrario, estaría olvidado por completo, aunque en esta etapa que estamos viviendo del cine, no nada más yo, hay directores, productores, camarógrafos, de todo, que no tienen trabajo.

___¿Cómo se libró de participar en el cine de ficheras?

___Yo quería, tenía amigos comediantes de esa etapa y quería participar con ellos, pero nunca fui aceptado y a final de cuentas eso me ayudó porque me dediqué a películas serias. El cine en el cual trabajé era comprometido con el momento que estábamos viviendo, historias muy interesantes, y me trajo contactos para trabajar con Geraldine Chaplin, Paco Rabal, Charles Bronson, Gene Hackman, Brad Pitt; pequeñas cosas, pero ahí estoy, junto a ellos.

___¿Qué ha disfrutado más, el éxito o la fama?

___Pues el éxito, el éxito es ver que las películas gustan. La fama, pues mira, así como vine de Veracruz, así ando. Yo soy una gente muy humilde, sencilla.

___¿Sigue siendo lópezobradorista?

___Yo soy perredista, y en su tiempo, asistía al Zócalo, en calidad de apoyo. Sigo siendo lópezobradorista, si vuelve a insistir en la presidencia, mi voto va a ser para él. No me gusta estar cambiando de grupos, a mí María Rojo me llevó al PRD y desde entonces soy perredista. Voy con un señor al frente, si hay manera de volver a apoyar en ese sentido, mi apoyo está ahí, no a cambio de, sino por una cosa que yo siento.

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UNA VOCACIÓN POR LA QUE NO SE COBRA


Sin reflectores y sin cobrar un solo peso, Ernesto Gómez Cruz enseña todo lo que sabe a 16 personas que han encontrado en el teatro la felicidad.

"Antes de que yo me desprenda del mundo, quiero que ellos aprendan. Yo no les puedo cobrar porque a mí nunca me cobraron por aprender. Todo lo que aprendí sucedió en el camino", afirma el actor, quien corrige enérgicamente la vocalización del contador público Andrés Pardavé - nieto del célebre Joaquín Pardavé - quien pese a su herencia artística su sustento económico no está en los escenarios. "Sus clases están llenas de sabiduría", dice el alumno, sobre su maestro.

Es así que el grupo de Don Ernesto se llama Por amor al arte. Porque la entrega es la única paga que dan los estudiantes y el aplauso el único sueldo que esperan. A muchos de ellos no les importa trasladarse desde Tlalnepantla o Ecatepec hasta el pequeño salón de una unidad habitacional al sur del DF, adonde dos veces por semana va la arquitecta Silvia a sanar la herida que le dejó la daga del desempleo en octubre de 2009. "Cuando me despidieron de Luz y Fuerza entré en shock. Esto es un escape, sus clases son terapias. Me ayudó muchísimo don Ernesto".

Agradecimiento es lo que más se respira en el grupo. Dice Pardavé: "si este taller se vendiera en Los Ángeles, valdría miles de dólares. México no le ha agradecido lo suficiente a Gómez Cruz". Pero Don Ernesto, a sus 80 años, tiene una máxima: "enseñar y no cobrar" por la actuación, "una vocación cuya mejor escuela es la realidad".

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